
Iván M. Hernández (@ivanhz_)
Fuente → lamordaza.com
El 25 de marzo de 1936, cuatro meses antes del golpe de Estado contra la República, Extremadura levantaba la voz y lo hacía de una forma nunca antes vista en su historia. Decía Robe Iniesta en ‘Extremaydura’
aquello de “tierra de conquistadores, no nos quedan más cojones”, pero
la realidad es que Extremadura sí que tiene una historia de la que
sentirse orgullosa. Tanto el grito del expoliado pueblo extremeño como
todo lo que vamos a contar a continuación se podría resumir en aquella
pregunta y aquella respuesta que se hacía el ‘poeta del pueblo’, Miguel Hernández:
“¿Quién salvará a este chiquillo / menor que un grano de avena? / ¿De dónde saldrá el martillo / verdugo de esta cadena? / Que salga del corazón / de los hombres jornaleros, / que antes de ser hombres son / y han sido niños yunteros”.
Jornaleros, uníos
Entre 60.000 y 80.000 jornaleros se levantaron aquel 25 de
marzo y ocuparon más de 3.000 fincas. Campos que ellos mismos trabajaban
diariamente. Aquella jornada hacían historia. Es, a día de hoy, la mayor
ocupación de tierras en la historia de España.
Más de 250.000 hectáreas (250.000 campos de fútbol
de los grandes) propiedad de terratenientes fueron tomadas en más de 280
pueblos por la clase obrera campesina bajo cánticos de La Internacional
y vivas a la República. La crisis económica, el paro agrícola y la
acumulación de injusticias llevó a la Federación de los Trabajadores de la Tierra (FTT-UGT) a organizar este hito colectivo que formó parte de la denominada como “Primavera del Frente Popular”,
término acuñado por el historiador Francisco Espinosa. Se había ocupado
la provincia más grande de España en tan solo un día, sin violencia ni
detenidos.
25 marzo
Lo que ocurrió este 25 de marzo se entiende si revisamos la historia
del pueblo extremeño. Extremadura surgió como un territorio semicolonial
cuando varias órdenes religiosas conquistaron grandes extensiones de
terreno. Este terreno fue pensado como corral de invierno de la Mesta
(institución ganadera medieval controlada por nobles y eclesiásticos)
por los Reyes Católicos.
Durante muchos años se tuvo en condiciones infrahumanas a los
campesinos (peores que las del ganado), ya que el único objetivo en
torno al que giraba todo era el beneficio económico vinculado a la
ganadería. Se programó, incluso, la muerte deliberada de muchos
campesinos. La Mesta prohibió la labranza de la tierra, es decir, les impidió comer. Esto
se hizo porque el exceso de jornaleros innecesarios para la actividad
ganadera suponía un peligro para los animales: tanto ovejas como seres
humanos tenían que alimentarse.
¿Reforma agraria?
Con las desamortizaciones se hizo un intento de
arreglar esta situación, pero salió justo al revés. Se le quitaron
tierras a la Iglesia, confiscando también los montes comunales, que eran
la última vía de supervivencia de los campesinos. La Reforma agraria de
la Segunda República fue una reforma de muy poco calado y que, además, duró muy poco tiempo. Podemos afirmar que hasta el 25 de marzo no cambiaron las tornas.
Con la aparición de la ganadería extensiva, Extremadura se
estaba convirtiendo en un lugar de grandes explotaciones en el que solo
se extraían rentas para el capital y contribuciones para el Estado,
dejando de lado las mejoras y los jornales necesarios para la vida de
las personas de los pueblos. Esto era la gota que colmaba el vaso y a
ello se le unió que, por primera vez en la historia, en el período
comprendido entre la huelga revolucionaria de 1934 y las ocupaciones de
1936, la educación llegó al campo. Los campesinos fueron instruidos por poetas, militantes de izquierdas y maestros republicanos. Se desarrolló una conciencia de clase acelerada y un compañerismo nunca antes visto.
«La tierra para quien la trabaja»
Miles de yunteros a lomos de sus burros se plantaron
a las 6 de la mañana en gran parte de las tierras extremeñas aquel 25
de marzo, reclamando lo que era suyo por derecho de uso, mostrando su
hartazgo con esta situación de siglos y reivindicando el lema atemporal
de “la tierra para el que la trabaja”. Víctor Chamorro, otro historiador extremeño, afirma que el 25 de marzo es la “fecha identitaria del pueblo extremeño”.
Ante el miedo que causaban a la élite del país los recientes cambios y
movilizaciones, el golpe militar no tardó en llegar. En agosto de 1936
el genocida Juan Yagüe, conocido como el ‘Carnicero de Badajoz’,
se adentró en Extremadura conquistando Mérida y, más tarde, la ciudad
de Badajoz. Esta última no fue una conquista bélica normal, sino que se
llevó a cabo la denominada Masacre de Badajoz. Ésta consistió en el
fusilamiento, posterior a la victoria, de entre 1.800 y 4.000 personas,
llenando las calles de cadáveres. Teniendo en cuenta el censo de la
época, Yagüe fue responsable de la muerte del 10% de la población de esta ciudad. Además,
la historiadora Candela Chaves ha documentado que Badajoz fue la
segunda provincia más afectada por la represión franquista.
Franquismo en tierra extremeña
Se cree que la invasión de Extremadura no fue tanto
estratégica, sino un acto de venganza contra la lucha jornalera. El
propio Franco afirmó lo siguiente en Badajoz en diciembre de 1936: “Vengo
a esta provincia porque es la que tiene más hondos problemas entre
todas las provincias españolas, y vengo a anunciar a estos magníficos
campesinos, a estos sufridos labradores de estas pardas tierras
extremeñas, que vamos a empezar la obra de su redención”.
La dictadura y la continuidad de un modelo decimonónico sumieron a Extremadura (aún más) en la miseria. Muestra de ello es que entre 1950 y 1977 emigraron de Extremadura 645.000 personas (el 45% de su población a mediados de siglo).
Tras la dictadura, en 1983, se aprueba el Estatuto de
Autonomía de Extremadura, que recoge en su artículo 4.3 que el día de la
Comunidad autónoma extremeña es el 8 de septiembre. Pareciera que la “modélica”
Transición tenía unos referentes culturales más cercanos al franquismo
sociológico que a los derechos de los trabajadores o a la etapa
democrático-liberal inmediatamente anterior (la Segunda República). Tremenda
sorpresa.
Culpa de las víctimas
Juan Carlos Rodríguez Ibarra (PSOE), que es el
responsable de que el día oficial de la región sea el que es, calificó
el 25 de marzo como un gran fracaso colectivo. El que fuera presidente
de Extremadura durante 24 años ha llegado a hacer declaraciones
afirmando que “los pobres jornaleros que ocuparon las fincas al final tuvieron como consecuencia una guerra civil que los devastó”, ligando la Guerra a las luchas anteriores de los trabajadores por sus derechos.
El argumento del expresidente “socialista”, culpabilizando a las
víctimas es, precisamente, el que sirve a historiadores revisionistas
como Pío Moa para justificar el golpe de Estado por la “escalada de violencia”
o el “fervor revolucionario”. Tampoco podemos esperar mucha altura
ética por parte de alguien que defendió en su día a capa y espada a
miembros del grupo terrorista GAL. Parece que, como hombre de izquierdas (entiéndase la ironía), considera una victoria colectiva más señalada que el día de la región sea el de una festividad religiosa.
No, 8 de septiembre no
Para progresar como sociedad hay que acabar por fin con el
nacionalcatolicismo español, sustituyéndolo por el saber y por nuestra
mejor consciencia colectiva. Eso pasa, en lo cultural, por reivindicar el 25 de marzo,
y no el 8 de septiembre, como fiesta de todos los extremeños. Una
reivindicación que es profundamente democrática, homenajea a los héroes
que defendieron los derechos de todos y es consecuente con la memoria de
las víctimas del genocidio que supuso el Franquismo.
El 25 de marzo fue un día de lucha de los que con sus manos
construyeron Extremadura y engendraron a “la prole” que hoy vivimos en las
grandes ciudades del Estado. Hay que conocer de dónde venimos para saber a
dónde vamos. Por ello, por nuestros abuelos:
Feliz Día de Extremadura a toda su gente, a todos los que tenemos “raíces castúas” y también, por supuesto, a toda la clase trabajadora.
Fuente → lamordaza.com
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