 
QUEREMOS UNA ESPAÑA FASCISTA: 
Publicado en La Armada (Órgano oficial de los marinos de la República) 26 de febrero de 1938
Después de leer e1 discurso pronunciado en el Reichstag, por el 
canciller alemán, no creo haya nadie con una conciencia libre, que sea 
capaz de no hacer una extraña mueca de asco, por lo matonesco del 
discurso y por lo que tiende a inmiscuirse en los asuntos de otros 
estados.
Hitler, fue una esperanza del pueblo alemán, que veía en él al 
Volksredner que le hacía falta, pero para poder desarrollar el programa 
nazi, lleno de contradicciones básicas, pues tenía una de cal y otra de 
arena, quiere sacrificar a otras naciones, sin tener en cuenta que el 
racismo, del que hacen gala los teutones, puede fructificar en otros 
pueblos, que por ejemplo el austriaco, no se avienen a ser inmoladas en 
su independencia, para satisfacer los caprichos territoriales de su 
paisano «Der Süse Adolf».
Hitler ha conseguido el rearme alemán, a costa de desnutrir a su pueblo y
 a cambio de un aumento de dividendo en las fábricas Krupp, y como no 
quiere que sus armas enmohezcan, pues perderían la eficacia que él cree 
que tienen, no va a ser por mucho tiempo, acelera los acontecimientos 
con exigencias de todo género a las democracias.
Cuando se refiere a la situación europea, dice: “El nazismo salva la 
civilización occidental”. No tiene en cuenta que, precisamente la 
civilización vino de Oriente, pero aun cuando hemos formado otra 
civilización en Occidente, él desprecia a Rusia por creerla asiática, 
pero sin embargo, consolida su famoso eje Roma-Berlin, con la inclusión 
del Imperio del Sol Naciente, ya que se vé, considera al Japón como país
 europeo, es decir: Enciende una vela a Dios y otra al Diablo. Y es que 
en realidad, eso es lo que ha hecho toda su vida el histérico Hitler, 
pues desde que quiso derribar la República de Weimar en su famosísima 
reunión de la cervecería de Munich, donde proclamó el “Tercer Estado” 
(«Das dritte Reích», hasta que formó su programa definitivo de partido, 
halagó de una parte al ejército y de otra al pueblo trabajador, fuerzas 
antagónicas en todos los países y tiempos.
Seguramente lo copió de su compinche Mussolini, el antiguo socialista, que mixtificando el programa social supo engañar al pueblo italiano con su concepto de lo “nacional”, pero que para obtener la protección del ejército, tuvo que rectificar la base social de su programa de gobierno ante el generalísimo duque de Aosta, que se lo exigía, por esto es corriente entre los fascistas puros, llamar a su doctrina «aostismo».
Siguiendo su campaña anticomunista (para justificar todos sus crímenes y
 posteriores acciones) ataca a Rusia diciendo: «Somos enemigos 
implacables de la U.R.S.S.» Seguramente se habrá quedado muy tranquilo 
después de haber descubierto ese nuevo Mediterráneo que supone el decir 
lo que todos los pueblos libres del mundo saben, desde que el antiguo 
pintor se entronizó con la ayuda de las S.A. y de todos los capitalistas
 germanos, que incrementaron lo del racismo para despojar a los judíos 
de sus prósperas industrias y flamantes comercios. 
Pero es que en justa reciprocidad, tampoco la U.R.S.S. quiere nada con 
los nazis, pues conforme comenta «Pravda» las relaciones entre los dos 
países, son «una penosa necesidad para la U,R,S.S.», y la más justa 
réplica a las bravuconadas del fúhrer, ha sido el magnifico desfile de 
la Plaza Roja de Moscu, en el XX aniversario de la creación del Ejército
 más potente del mundo, para demostrar a los «amos» de Europa que existe
 una democracia oriental capaz de quitarles el sueño y dispuesta a 
combatir por el bien de la Humanidad y el engrandecimiento socialista.
El ejército de la U.R.S.S, no es el ejército de autómatas teutón, que no
 sabrían explicarse nunca sus soldados el por qué de una guerra en la 
actualidad, sino que el sacrificio de sus soldados llegaría al máximo, 
por ser «muchos cuerpos con una sola alma y un solo ideal».
Muchas sandeces ha gesticulado el hidrófobo tippeischikse (raterillo) de
 la Alexanderplatz, pero ninguna de tan grueso calibre como la de: 
«Queremos una España fascista». Como él nunca ha contado para nada con 
su pueblo, solamente que para encumbrarse y poder realizar su «sueño de 
una noche de verano» -ser el amo del mundo-, cree que tampoco tiene que 
tener en cuenta al pueblo español para dominar a una España que nunca 
pensó en ser parda, sino todo lo contrario, pues por ahora no necesita 
importar ningún ideal, lo tiene propio. Pero es que, además, no se 
pueden concebir esas palabras nada más que en un loco o un depravado, ya
 que ni siquiera tenemos, afortunadamente, ninguna frontera territorial 
con Alemania, solamente existe la barrera infranqueable que supone el 
que un pueblo no quiera ser esclavo y luche por su independencia 
nacional, tal y conforme lo hace y lo ha hecho siempre el pueblo 
español.
No creo que solamente confíe Herr Hitler en las promesas del gnomo de 
Franco, pues el general «de los bellos efebos» no tiene los suficientes 
«arrestos» para dominar el coraje del bravío pueblo ibero, sino que más 
bien confíe en Gobiernos democráticos «a lo Chamberlain», para poder 
ufanarse de victorias sobra las «potencias democráticas» con las cuales 
formar la segunda edición del Mein Kampf, de tan buen resultado 
editorial en... Alemania. ¿Hasta tal extremo ha llegado la 
insensibilidad del mundo? ¿Van a consentirse siempre las chulerías del 
«nuevo caballo de Atila?» Esperamos la respuesta, pero seguiremos 
luchando aunque no llegue con la prontitud que el pueblo español anhela.
Nicolás Furió y Cabanes
Comisario Político del destructor "Gravina"Fuente → Bailando con Ratas
 


No hay comentarios
Publicar un comentario