Olvido, silencio, memoria y reparación
 

Olvido, silencio, memoria y reparación:
Luis S. Fernández Contreras 
Presidente Asociación Mesa de Memoria Histórica Distrito de Latina (Madrid)

La Guerra Civil, no ha terminado, qué más quisiéramos algunos, ni tampoco se ha acabado el tiempo de manifestar la realidad de los hechos ocurridos desde julio del 36, las tramas que lo antecedieron, lo ocurrido durante la propia guerra, y lógicamente, no se ha acabado ni el dolor ni la ignominia habidos con el gobierno dictatorial de Franco, en sus cuarenta años de vejación, genocidio y dictadura. Ni en los siguientes cuarenta años de la mal llamada “transición pacífica”.

A día de hoy no se ha tomado seriamente ninguna medida para rehabilitar ni la memoria ni la dignidad ni de mi abuelo, ni la de los miles y miles que, como él, fueron sometidos a unos “juicios” en los que convertían a los inocentes en criminales y a los defensores de la legalidad democrática vigente en rebeldes sediciosos. Insisto, e insistiré cuantas veces haga falta, todavía no han sido declarados nulos esos “juicios”.

Lo que a la misma gente del régimen les dio por llamar “Transición” no supuso nada más que un ficticio lavado de cara, y una tomadura de pelo a los perdedores, desde ese mismo e inacabado régimen se hacia un modelo de pseudo libertades mal llamadas democráticas, que nos creímos a pies juntillas. Vamos a poner un ejemplo para que se entienda mejor el blanqueamiento que se ha ido haciendo.

Felipe González, el que fue presidente socialista con mayorías absolutas, cuenta en el libro de su amigo Juan Luis Cebrián, El futuro no es lo que era, que el general Gutiérrez Mellado le pidió un favor personal. Le vino a decir, que “Cuando fuera presidente del gobierno, esperase a que la gente de su generación hubiera muerto para abrir el debate sobre lo que supuso la guerra civil y sus consecuencias, porque debajo del rescoldo, sigue habiendo fuego” eran los años 80. Felipe le hizo el favor al general, pero no a la Memoria Histórica, y, con ello, a los represaliados franquistas (muchos de ellos de su propio partido).

Ese mismo general, Manuel Gutiérrez Mellado, no hay que olvidar que fue el mismo que participó activamente en el golpe de estado del 18 de julio de 1936, y que terminada la guerra fue uno de los oficiales al mando de la policía militar que detuvo, torturó y condenó a muerte a docenas de militantes antifranquistas. Entre ellos se encontraban las y los jóvenes conocidos como “las 13 rosas y los 43 claveles” fusilados en la madrugada del 5 de agosto de 1939 junto a la tapia de la Necrópolis del Este, hoy llamado cementerio de la Almudena. El por entonces capitán sacó de las filas de los que iban a ser fusilados al jefe de la cédula de las JSU que iban a ser fusilados para que presenciara el asesinato de sus compañeros y así ofrecerle la salvación si daba información, como carecía de ella fue ejecutado más tarde. En los interrogatorios previos intervino también como ayudante del fiscal, Carlos Arias Navarro. ¿Les suena? Era el presidente del Gobierno cuando falleció el Genocida y nos dio la grata y maravillosa noticia, con voz lastimosa y entre sollozos llegó a balbucir … “Españoles… Franco… Ha muerto” Todavía resuenan en mis oídos los taponazos de las miles de botellas que se descorcharon aquél fantástico día.

La Ley de Amnistía (46/1977), supuso en la práctica una ley de punto final que exoneraba a los verdugos de sus propias responsabilidades. Hubo que esperar a otro socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, para que redactara la mal llamada Ley de Memoria Histórica en diciembre de 2007, porque, entre otras cosas, no sirve en la realidad para su aplicación práctica, ya que además de su lentitud adolece de múltiples problemas de aplicación, falta generalizada de recursos económicos (de 2011 a 2018 Rajoy se jactaba de no haber destinado ni un solo euro a la financiación de esa Ley) y contradicciones entre diversas administraciones y judicaturas.

El resultado de todo esto es que todavía, lamentablemente, desconocemos el paradero y el proceso represivo sufrido por cientos de miles de personas, así como la represión paralela ejercida sobre sus familias, en la mayoría, contrarias al franquismo (en ese saco meto al propio ejército golpista, a la Falange, a los Requetés, y, como no, a la iglesia católica, así como a otras instituciones reaccionarias conservadoras, etc).

Decenas de miles de casos que se han averiguado a través de documentación personal (civil, militar, sindical o política), de documentos judiciales, policiales o de instituciones penitenciarias, están todavía por resolver.

Nuestros abuelos y bisabuelos fueron la generación del Olvido, los quisieron olvidar pero al meterlos en cunetas sus semillas crecieron en silencio, ese silencio fue el caracterizó la siguiente generación, la de nuestros padres.

Nosotros somos la tercera y cuarta generación los que no tenemos miedo alguno a indagar en la memoria de nuestros abuelos, padres, tíos, etc, y que clamamos por conocer esa verdad. Somos la generación de la Memoria y la Reparación. No olvidemos en esta lucha los miles de bebés robados, una lacra social (otra más) desde el franquismo hasta casi nuestros días, como la reclamación de los bienes robados o expoliados, que ni siquiera están en proceso de demanda judicial. O los expedientes de todos los afectados por el Tribunal de Orden Público, el famoso TOP, muchos de ellos todavía con vida y las torturas en los calabozos de la DGS (hoy Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol) a compañeros y amigos. En fin, una larguísima lista de temas inconclusos y de fácil resolución siempre y cuando se quisiera acometer.

Da que pensar que, por parte del lado vencedor, no ha habido, ni hay, ni por asomo lo habrá, ni se lo plantean siquiera, un afán real de esclarecer la verdad, pero nos falta mucho camino.

Por todo esto corresponde ahora reclamar una posición fuerte y decidida al respecto y más ahora con la reciente entrada del fascismo más rancio en las instituciones y vamos viendo sus garras negacionistas, revanchistas, falsas y fascistas. Nuestras reivindicaciones como asociaciones o plataformas memorialistas no deberían basarse en un mero trabajo específico ni en actuaciones ocasionales. No deberíamos limitarnos a jornadas y actos puntuales. Porque antes de que se instale el silencio que muchos desean, habrá que hacer todos los esfuerzos necesarios para que esa desmemoria no se convierta en lo algunos empiezan a llamar pos-memoria. Es decir, el olvido interesado, y cómplice, por ocultar un proceso genocida que, a pesar de lo que digan, no ha prescrito, con cientos de miles de ajusticiados, como mi abuelo, encarcelados, torturados y esclavizados, ocultos por las diferentes administraciones, por el derecho a la dignidad y reconocimiento a la figura de tantos y tantos luchadores que ofrecieron su sangre y su vida por una España libre. Continuar con la vieja tradición de que nada se omita para que nada quede en el olvido.


Fuente →  blogs.publico.es

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