Ya están en carnaval el trono y el altar
 

Ya están en carnaval el trono y el altar. 
Arturo del Villar: 

El mininuncio del supuesto Estado Vaticano, tan pequeño de estatura como lo que representa, Bernardito Auza, ha entregado sus cartas credenciales a su majestad el rey católico nuestro señor Felipe VI, el 16 de enero de 2020. Lo hizo en el transcurso de esa antigualla realizada con un ceremonial anacrónico del siglo XVIII, antes de que Revolución Francesa guillotinara a sus monarcas, con carrozas y lacayos vestidos de película histórica, todo ello propio de una monarquía descolocada en el XXI.

La fotografía de ambos protagonistas conversando en la salita privada tras la ceremonia, parece un anticipo del próximo carnaval: su majestad católica luce unas condecoraciones que debe de haberle impuesto su mujer, porque él no ha participado en otras batallas que las de amor en campo de pluma, como decía Góngora, y el mininuncio lucía faldamento negro con botones rojos, del mismo color que la gran faja, la capa y el bonete, una vestimenta muy adecuada para representar una ópera cómica, pero desfasada en la actualidad, como lo está la secta que representa. Su majestad le obsequió con un vaso de agua, a juzgar por la jarra visible sobre la mesa.

El tal Auza es filipino, nacido en Talibon, y alcanza con esta misión el punto culminante de su biografía. El Diccionario de la lengua española redactado por la Real Academia define al punto filipino diciendo que es un “Pícaro, persona poco escrupulosa o desvergonzada”. Al mininuncio no le da vergüenza andar disfrazado sin ser carnaval. Ha comenzado oficialmente su misión, presuntamente diplomática, tres días después de la inauguración en Madrid, en la plaza del Conde del Valle de Suchil, de una estatua dedicada a los conocidos como los últimos de Filipinas, el residuo de las tropas coloniales enviadas para exterminar a los patriotas independentistas. Como es lógico, no pudieron impedir que el pueblo unido se independizase, pese a la represión sanguinaria llevada a cabo por el Ejército español.

España en Filipinas

Los últimos de Filipinas fueron 33 españoles que se hicieron fuertes en una iglesia en Baler, en la isla de Luzón, resistiendo el asedio de los independentistas hasta rendirse el 2 de junio de 1899, y ser repatriados a Barcelona por merced de los patriotas filipinos, que no los juzgaron como criminales de guerra, como hubiera sido lo lógico. Al cumplirse 120 años de ese acontecimiento la Fundación Museo del Ejército tuvo la idea de recordarlo mediante la estatua de un soldado colonial. Es incomprensible que se convierta en hazaña militar lo que fue una rendición total, después de una guerra despreciable.

Una de las acciones más repulsivas cometidas por el Ejército colonial español fue el fusilamiento del médico y escritor filipino José Rizal, el 30 de diciembre de 1896 en Manila, por pedir la independencia de su nación. Como si se  quisiera disimular ese execrable asesinato, la ciudad de Madrid aceptó en 1996 que Filipinas le regalase un gran monumento en memoria de su héroe nacional, levantado en la denominada, según dice la placa callejera, “Avenida de Filipinas”, no de la República de Filipinas. Conforme con la suciedad generalizada en la Villa y Corte, y el desinterés típico por los monumentos, se halla abandonado, con las escaleras rotas y con restos orgánicos dejados por gentes irrespetuosas con la figura del patriota mártir, que nadie se molesta en limpiar.

Allí está grabado “Mi último adiós”, el poema escrito por Rizal en su celda de condenado a muerte, mientras esperaba el momento de su ejecución por los implacables militares colonialistas españoles. Constituye una de las más bellas y conmovedoras elegías compuestas en lengua castellana, a la que pertenecen estos versos que quizá conozca el tal Auza:

Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores,
Querida Filipinas, oye el postrer adiós.
Ahí te dejo todo, mis padres, mis amores.
Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,
Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.

Pero en España reinaban los borbones, y los militares a sus órdenes tradicionalmente han matado a los patriotas deseosos de ser libres del colonialismo, en cualquier lugar de cualquier continente en donde se alzaban contra la opresión esclava. Las guerras coloniales españolas son una vergüenza que mancha nuestra triste historia. ¿Habrán conversado el rey y el mininuncio sobre los crímenes cometidos en Filipinas por los colonialistas españoles? ¿Ha ido el mininuncio a visitar el monumento expiatorio a Rizal, y se ha arrodillado para rezar una oración por su alma, como hacen los curas catolicorromanos cuando se les paga un responso? Probablemente no, porque el tal Auza ya no es un ciudadano de la República de Filipinas, sino del supuesto Estado Vaticano regido por el dictador Paco,

Homenaje al colonialismo

Todo lo contrario de lo que representa el emotivo monumento a Rizal es el otro monumento filipino inaugurado el 13 de enero de 2020. Se rinde homenaje al Ejército colonial, con la estatua de un soldado armado con una pistola en la mano derecha, y con la espada ceñida al cinto a la izquierda, las herramientas que les entregaron sus jefes para cumplir la misión sanguinaria encomendada en la colonia. Se dice que se ha inaugurado como homenaje a los héroes de Baler al cumplirse 120 años de su gesta, pero en realidad no merecen el calificativo de héroes por haberse mantenido encerrados en un templo, en vez de salir a enfrentarse con los sitiadores, y es una exageración impropia calificar ese hecho cobarde de gesta.

De la financiación de la estatua se ha encargado la Fundación Museo del Ejército con microcréditos variados. En el acto inaugural, para resaltar su anacronismo, participó un batallón vestido con el uniforme de rayadillo utilizado por los soldados coloniales en Filipinas. Lo presidió el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Francisco José Varela Salas, quien con marciales palabras aseguró que era “un símbolo que servirá de ejemplo a las generaciones venideras”. Confiemos en que no será así, porque las guerras coloniales carecen de ejemplaridad, y si el Ejército español tiene algún átomo de vergüenza  no puede presumir de haberlas perdido todas en todos los continentes.

De modo que la materialización diplomática de la alianza tradicional entre el altar y el trono, representada por el mininuncio Auza y su majestad el rey católico, actualmente impropia del tiempo en que vivimos, ha coincidido con otro acto inadecuado con resonancias coloniales. La monarquía es así.

ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO


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