Somos las familias de los cientos de miles de asesinados por el fascismo, así es.
 

Somos las familias de los cientos de miles de asesinados por el fascismo, así es.: Somos las familias de los cientos de miles de asesinados por el fascismo quienes tenemos que aguantar el veto mediático, las miradas inquisidoras, los chascarrillos, los enfados, las caras serias, los guiños de ojos cómplices con media sonrisa por parte de los políticos y técnicos que gobiernan cada institución pública española, como diciendo, "aquí están de nuevo estos pesados con la puta fosa común". Es algo así como que encima de que el terrorismo de estado español te mató a tus seres queridos, todavía te traten de hacer sentir culpable de esta situación dantesca, surrealista, degradante, humillante.

Quizá para quien no haya vivido esta triste peregrinación tratando de exhumar los restos de un familiar de un vertedero de huesos no represente tal grado de pisoteo de derechos, pero cuando lo vives en primera persona te das cuenta de que el fascismo sigue vivo en España, que Franco no ha muerto, que todos los gobernantes, al menos desde la experiencia de nuestras familias en Gran Canaria, desde las "izquierdas" a las derechas, desde Podemos, a Nueva Canarias, al PSOE, al propio PP, siguen formando parte del siniestro engranaje del encubrimiento del genocidio, de la ocultación premeditada de lo que fue el mayor holocausto de la historia de este país tras la conquista de Canarias y América.

Imagen: Rueda de prensa en 2018 junto a la fosa común del cementerio de Las Palmas, de derecha a izquierda, Javier Doreste, Teniente de Alcalde Ayuntamiento de LPGC, Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, Javier Márquez, Universidad de LPGC y Francisco González Tejera, familiar de los fusilados de San Lorenzo. Todo era mentira, una manipulación política, una falacia en toda regla, una forma de promoción electoral a costa del dolor de las familias, la fosa sigue sin excavarse, las decenas de restos humanos acribillados a balazos, destrozados por las brutales torturas siguen pudriéndose en el barro del camposanto.


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