 

Lawfare educativo: políticas educativas del fascismo:
La censura y control sobre la educación pública, plural, democrática e
 inclusiva es una estrategia que los grupos fascistas han hecho y siguen
 haciendo en muchos países. Anclados en la falsa creencia de todas las 
dictaduras: “si controlas su educación, controlarás sus mentes”. Lo 
están impulsando vía “lawfare educativo”.
Con ello consiguen cuestionar y desprestigiar la educación 
pública por su capacidad de formar en valores democráticos y favorecer 
la igualdad social, acusándola de adoctrinar; atacar el modelo de 
escuela pública sembrando la sospecha sobre la labor del profesorado y 
socavando la relación de confianza entre la familia y la escuela; 
impulsar el miedo (o, al menos, la prevención) del profesorado que 
empieza a sentirse acosado y amenazado ante las denuncias; y sobre todo 
hacer girar la agenda mediática sobre estos aspectos en vez de los 
verdaderos retos de la educación: reducir el número de alumnado por aula
 (ratios), la falta de recursos, las plantillas inestables y las altas 
tasas de interinidad o la religión en la escuela  del siglo XXI.
Estrategia clásica
Esta estrategia, impulsada en España por el grupo fascista VOX, a 
través del que ya muchos denominan “PIN de censura educativa”, tiene un 
largo recorrido. Es un clásico de la manipulación de los sistemas 
autoritarios, presentando el control y la censura como un paternal 
ejercicio de “protección de los menores”, incluso de sí mismos. Con los 
mismos esquemas, con las mismas falsas imágenes, con las mismas fake news
 o mentiras y con los mismos vídeos, que se difunden en redes sociales y
 grupos familiares de WhatsApp, donde niños y niñas “encantadores” piden
 que en el colegio se dé matemáticas y en casa se eduque en valores.
Son las estrategias de “lawfare”
 (guerra jurídica contra la democracia) que los grupos ultraderechistas y
 los grupos evangélicos ultraconservadores (financiados por EEUU en 
Latinoamérica para combatir la teología de la liberación, que 
cuestionaba la desigualdad y la injusticia y apostaba por los pobres), 
han utilizado para dar golpes de estado “blandos”, como en Brasil, y 
poner en el poder a líderes ultraderechistas, como el militar Bolsonaro.
Lawfare educativo
Una de las primeras medidas de Bolsonaro, cuya ministra de familia 
declaraba “las niñas de rosa y los niños de azul”, fue combatir la 
educación en el respecto a la diversidad y contra el bullying 
homofóbico, denominándola “kit gay”, utilizando para ello ‘fake news’, 
en donde aseguraba que se pasaban películas porno gay en las escuelas. 
La versión brasileña de este pin fue “Escuela sin partido”
 que, según el militar, pretendía “acabar con la prevalencia de ideas de
 izquierda en las aulas”, persiguiendo las ideas del gran pedagogo Pablo
 Freire y estimulando a que los estudiantes grabaran las clases y 
denunciaran al profesorado que considerasen que cometían el delito de 
‘adoctrinamiento ideológico’.
Dado que en España no pueden imponer este adoctrinamiento de una 
forma directa, por ley como en Brasil o Bolivia, han optado por una vía 
indirecta, el lawfare educativo: el acoso vía judicial contra los valores democráticos e inclusivos de una escuela pública abierta, libre y plural.
Censura educativa
Exigen una censura educativa previa, un nihil obstat, para 
controlar que los centros educativos públicos y los profesionales 
cualificados que en ellos educan, no aborden “temas controvertidos”, 
según los definen ellos.
Lo cual, traducido en sus categorías, significa que el profesorado no
 cuestione la homofobia, no critique el racismo o la desigualdad. Lo que
 hay detrás de este pin es su incapacidad para admitir una sociedad 
democrática plural y tolerante. No admiten pensamientos diversos, 
visiones críticas o que cuestionen el sistema. Es su discurso del odio 
trasladado a la educación. El discurso del odio a la diversidad, a la 
igualdad, a la justicia y los derechos humanos, propio del fascismo.
Acoso a la educación pública: vigilancia y control del profesorado de la pública
Pero estas campañas de censura educativa tienen una finalidad añadida
 que es clave. Sembrar la desconfianza sobre la educación pública. 
Buscan cuestionar la labor de los profesionales de la educación, a 
quienes acusan de adoctrinar y “corromper”. Profesionales que han 
accedido a su labor docente por oposición, tras una formación 
universitaria certificada. Este acceso garantiza la diversidad de 
personas, de creencias y de ideologías que pueblan la escuela pública y 
que trasladan la diversidad social en la que va a convivir el alumnado.
La “vigilancia y control” que reclaman sobre el profesorado de la 
pública, es censura. Lo cual es un atentado no solo contra la autonomía 
de los centros educativos sino, también y especialmente, respecto a la 
libertad de cátedra de los docentes, que es un derecho fundamental 
recogido en la Constitución.
Se empieza con el «Pin», se continúa grabando con cámaras de 
seguridad en las aulas y se termina persiguiendo y encerrando al 
profesorado disidente. Ya se ha descrito suficientemente en novelas como
 1984 de Orwell.
Efectos colaterales
Este lawfare educativo está teniendo efectos colaterales muy
 graves. Está provocando, de hecho, que una parte del profesorado se 
empiece a replegar cada vez más, porque se siente amenazado y no quiere 
ser denunciado. En buena parte de los claustros de los centros escolares
 públicos se empieza a percibir la autocensura para “no tener 
problemas”.
Además, está socavando la confianza de las familias hacia el 
profesorado de la pública. Lo cual acaba deteriorando la percepción que 
se tiene sobre la propia educación pública y el servicio público 
educativo. Esta confianza se tarda mucho en consolidar y está 
sólidamente demostrado que es uno de los factores que inciden 
positivamente en la mejora de la educación.
La dificultad añadida es que este enfoque lo está asumiendo la 
derecha conservadora y la neoliberal, y las difunde la denominada 
“caverna mediática”, es decir, los medios de comunicación conservadores y
 reaccionarios. Lo cual significa que están marcando la agenda mediática
 y parece que toda la acción política y pública se galvaniza en torno a 
estos desvaríos trasnochados, en vez de hablar de los temas importantes 
en educación.
Alternativa: asignatura de ciudadanía
La solución parece clara: más información y más formación a las 
futuras generaciones para que no vuelvan a cometer los mismos errores 
que han “engendrado estos monstruos”. Por eso se hace necesaria e 
imprescindible la urgente implantación de una asignatura obligatoria y 
evaluable, impartida por el profesorado, con contenidos de derechos 
humanos y sociales, libertad afectivo-sexual, antirracismo y 
antifascismo, como en Suecia, Alemania o Reino Unido, donde son 
asignaturas obligatorias desde hace casi 50 años y las familias alemanas
 que se oponen a que sus hijos e hijas reciban educación sexual pueden 
acabar en la cárcel o ser sancionados con multas de hasta 5.000 euros.
Hay que educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en 
la justicia social y los derechos humanos. Lo que necesitamos es acordar
 un “Pin Mental” sobre estos disparates nacionales. Necesitamos un “Pin”
 que aísle el discurso del odio. Esta sociopatía integrista de VOX, 
heredada de la dictadura franquista, no puede tener cabida ni debate en 
una sociedad democrática.
Fuente → blogs.publico.es
 

No hay comentarios
Publicar un comentario