Los Terribles padecimientos de mujeres republicanas presas en cárceles franquistas.


Los Terribles PADECIMIENTOS de mujeres REPUBLICANAS presas en cárceles franquistas. Parte 1.- Represión violenta, Palizas, Torturas, Muerte: El falangista Ernesto Giménez Caballero anunciaba en 1939 que “..la guerra no ha terminado, sigue en silencio contra los mismos enemigos, la misma canalla que no se resignará hasta su aplastamiento definitivo, histórico..” amenaza explícita de los campos de concentración, cárceles y cementerios. Miles de mujeres Republicanas fueron encarceladas, brutalmente torturadas, vejadas, calumniadas, y ejecutadas como las presas de la prisión de Zamora, o en las tapias del cementerio de Gijón, en el cementerio del Este en Madrid, o en el Camp de la Bot de Barcelona. En 1940 la población reclusa había alcanzado mas de 270.719 personas, de ellas al menos 23.232 eran mujeres. Probablemente ambas cifras son excesivamente bajas.

Los vencedores aplicaron una tradición militarista represiva contra la «anti-España» desactivando las reformas penitenciarias de la «nefasta República». Mujeres formadas e iniciadas en la política al calor de las reformas republicanas vieron castigada su osadía de desafiar al fascismo y a una sociedad patriarcal de raíces seculares, con largas penas de cárcel e incluso con la muerte. El régimen franquista llevó a cabo cotidianamente una política carcelaria mezquina ilimitada, para la aniquilación de los derrotados mediante la humillación, el hambre, el miedo, la suspensión de la dignidad humana. Desde los interrogatorios en los sótanos de Seguridad con apaleamientos y torturas, se pasaba a la horrorosa vida en las cárceles de mujeres. Los verdaderos protagonistas del «fracaso histórico del franquismo», son muy especialmente las presas políticas de las dos primeras décadas de vida del régimen.

En los interrogatorios en las comisarías se aplicaban descargas eléctricas en los ojos y genitales, la bañera, extracción de las uñas con alicates, simulacros de ejecución. Las mujeres sufrían especialmente, pues a las torturas se sumaban las vejaciones sexuales, el aceite de ricino y el corte del pelo al cero. En algunos casos, se les afeitaban incluso las cejas para despersonalizarlas aún más. Las violaciones eran moneda corriente. El testimonio de Antonia García, de 16 años, es escalofriante: “Me quisieron poner corrientes eléctricas en los pezones, como no tenía apenas pecho me los pusieron en los oídos y me saltaron los tímpanos. Ya no supe más. Cuando volví en mí estaba en la cárcel. Estuve un mes trastornada”.

Enriqueta Otero, militante comunista luguesa, sufrió hasta 6 ciclos de torturas, llegó a su consejo de guerra ayudada de muletas. Condenada a 30 años, penó por los peores penales franquistas de mujeres hasta 1965. Cuando regresó a su aldea natal, le habían quitado todo, casa y tierras, igual que a Irene Rodríguez García. Las 2, apodadas “Pasionarias”, tuvieron de narrar durante años su historia en voz baja. El ruido de las tablas sobre las que durmieron, como tantas otras presas gallegas, incordiaba en exceso la conciencia de la generación que trajo la democracia.

Desde el principio de la guerra y durante la larga posguerra, fueron denunciadas y encarceladas mujeres por su condición de Republicanas, por desempeñar tareas en la retaguardia, enfermeras, maestras, funcionarias, cocineras, limpiadoras de cuarteles, porteras, cobradoras de tranvías, amas de casa. Muchas no estaban formadas políticamente, pero otras habían desempeñado un papel consciente y activo en la lucha contra los sublevados, lo que pagaron con la muerte como las tristemente famosas 13 Rosas fusiladas en agosto de 1939 (14 en realidad), las rosas de Guadalajara, o las condenadas en la causa general entre otras muchas. En ocasiones existía una motivación suplementaria para su detención: la de ser madres, esposas, hermanas o hijas de resistentes republicanos o antifranquistas. Hubo juicios morales descalificatorios plagados de falsedades, acusaciones de “conducta licenciosa”, “vivir amancebada”, “organizar orgías”, etc, que tenían un objetivo represivo, específico de género sobre las republicanas, para despojarlas de su condición de presas políticas, tratando de considerarlas delincuentes.

Pagaron caro su colaboración durante el conflicto en hospitales, comedores infantiles, escuelas, administración, víctimas de delaciones auspiciadas por un clima de venganza. Acusadas en las auditorías militares por delitos políticos como “actuación durante el dominio rojo”, “actuación rebelde”, “actividades rojas”, “adhesión, inducción o auxilio a la rebelión”, “delitos contra la seguridad del Estado”, “locutora de radio roja”, “roja pagesa”, “patrullera”. Más de la mitad de las presas fueron condenadas a penas de 30 años o de muerte, así fueron asesinadas las mujeres del Grupo Obrero Femenino de Benavente, Milagros Rendón, Ramona Ortiz, Fidela García y Julia CifuentesTeresa Trullenque, Engracia Del Río y Graciliana Calvo, Nicolasa Blas Santamaría, las cigarreras de Cádiz, Carmen Mora, Encarnación Magaña, o Matilde Zapata. Son solo unos pocos ejemplos. Muchas por casos de parentesco o ayuda a familiares o amigos, Antonia Rodríguez fue detenida en Cártama por dar comida a Juan Cantarero en la sierra de Granada; Juana Almellones fue arrestada en Casarabonela porque era mujer de un huido, ella pastoreaba en la sierra a las cabras y cogía leña. Una mujer de Benamargosa de 34 años porque enviaba a su hijo pequeño al campo con comida para que su marido Antonio Hijano huido pudiera resistir.

Algunas fueron encarceladas por responsabilidades anteriores o por la de sus maridos, padres o hijos, por esconder a alguien, facilitar víveres, por reuniones o encuentros con huidos o guerrilleros en su casa, encubrimiento o abastecimiento de la guerrilla, por simples acciones de colaboración puntual con los perdedores, Josefa Barragán Haro, de Algeciras, fue condenada a 30 años de prisión por “seducción a la rebelión”, haber inducido “a su novio, soldado, a marchar al extranjero y a zona roja”. A María López Álvarez, de Muros de Nalón (Asturias), se le impuso la misma pena por “propagar en el pueblo noticias tendenciosas contra el glorioso Movimiento Nazional”.

Rosa Estruch, alcaldesa de de Villalonga (Valencia), militante del PCE, detenida en mayo de 1939, condenada a 15 años de reclusión, las torturas infringidas la dejaron inmovilizada de por vida. María Pérez, militante de las Juventudes Libertarias, detenida en 1939, fusilada en agosto de 1942. Remedios Montero, militante del PCE, encarcelada dese 1952 hasta 1960 quedó incapacitada para tener hijos debido a las torturas: “La rabia, rebeldía, la necesidad de resistir y no delatar a nadie era un valor moral prioritario, porque era entregar a gente”…“ mataron a mi padre, a mis dos hermanos, a mi madre y a mí me faltó un pelo”… “Al camarada Vías lo mataron a mi lado y él veía lo que me hacían a mí y yo lo que le hacían a él, eran crueles, crueles, como no os podéis imaginar”. Y la complicidad y justificación de la represión con el beneplácito eclesiástico: “llegaba un domingo y te dejaban tirada en el suelo de la paliza que te habían dado y te decían: Bueno ahora tienes una horita para descansar porque nos vamos a misa”.

Ni un minuto de silencio más, han pasado millones de minutos de silencio forzado, un tiempo que refuerza el recuerdo de la mejor generación de mujeres españolas de la historia de España, nuestras mujeres Republicanas, valientes, luchadoras por la libertad, la democracia y la República. NUNCA LAS OLVIDAREMOS




Parte 2.- Hambre, Enfermedad, Suciedad, Miseria, Carencia, Robos de hijos

Parte 3.- Humillación, Vejación, Agravio, Penuria, Degradación




Y los libros: Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas. Tomasa Cuevas
Desde la noche y la niebla (Mujeres en las cárceles franquistas). Juana Doña
Juana Doña y el manantial de la memoria. Memorias de las cárceles franquistas de mujeres. Fernando Hernández Holgado
Cárcel de Ventas. Mercedes Núñez
Presas de Franco. Ed. Sergio Gálvez Biesca. Fernando Hernández Holgado
Víctimas de la Guerra Civil. Francisco Moreno
Cárceles de mujeres: La prisión femenina en la posguerra. Ángeles Egido León
La violencia política contra les dones (1936-1953). Ricard Camil Torres y Antoni Simó
La memoria histórica de algunas mujeres antifranquistas. José Romera Castillo
La prisión militante. Ventas (Madrid) y Les Corts (Barcelona). Las cárceles franquistas de mujeres de Barcelona y Madrid (1939-1945). Fernando Hernández Holgado

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