La masacre que marcó la Transición. Los abogados de Atocha


La masacre que marcó la Transición. Los abogados de Atocha:
Juan José del Águila Torres
Ex magistrado- Juez e investigador

El pasado viernes 10 de enero, se presentó en la Sala Trece Rosas de la sede de Comisiones Obreras, una nueva publicación, editada por La Catarata, cuyo autor Manuel Gallego López, joven licenciado en Historia por la UNED, tras nueve años de investigación, primero realizó su tesina y después el doctorado sobre La violencia durante la transición y el atentado del 24 de enero de 1977, en el despacho de abogados laboralistas de Atocha 55.

En el acto, presentado por Francisco Naranjo  de la Fundación  Abogados de Atocha intervinieron Jaime Cedrún, Secretario General de CCOO de Madrid, David Jabato, Secretario General de la  actual Federación de Servicios a los Ciudadanos de CCOO-en la que se integra el  antiguo Sindicato del Transporte-, Virgilio Heras, dirigente histórico del mismo, Florencio Domínguez, Director del Centro de la Memoria  de las Víctimas del Franquismo, copatrocinador de la edición, Raúl Cordero de la antes citada Fundación,  el jurista  Antonio Garrigues Walker, y, finalmente, el autor de la obra, Manuel Gallego.


Si hubiese que destacar una nota entre todas las intervenciones que se sucedieron fue la que en todas ellas estuvieron de acuerdo con calificar ese execrable crimen de miembros de  la ultraderecha de este país acorde con el  subtitulo de la obra  “La  masacre que marcó la transición”, y, afortunadamente, nadie expresó y  lo calificó, como hasta la fecha viene siendo frecuente en múltiples medios, de  “matanza”.

Desde hace ya muchos años, he venido manteniendo en diversos foros y tribunas lo inadecuado e inapropiado que me parecía dicho calificativo referido al atentado y a los múltiples asesinatos del despacho de los abogados laboralistas de Atocha.

Siempre recordaré que esa fatídica noche del 24 de enero de 1977, serían aproximadamente las veinte y dos horas cuarenta minutos, me disponía a subir las escaleras al despacho de Atocha 55, para recoger a dos camaradas y compañeros  a los que yo había citado allí  indebidamente- Jesús Alfaro Matos y Manolo Camacho- puesto que, por un cambio de última hora, nuestra reunión, – la  de los abogados  miembros integrados  del Frente Profesional-  habría de ser en el despacho de Atocha 49, que junto a los del Frente de Laboralistas y a los del Frente del Movimiento Ciudadano, que eran los que estaban reunidos en el 55, integrábamos orgánicamente los tres frentes, la numerosa célula de la Agrupación del Partido Comunista  del  Colegio de Abogados Madrid y en ese preciso instante los dos bajaban y nos fuimos directamente al 49.

Al llegar allí casi no nos dio tiempo a iniciar la reunión, puesto que inmediatamente comenzamos a oír el ruido de múltiples sirenas, y, en principio, todos pensábamos, que volvería a ocurrir lo sucedido el día 15 de mayo- San Isidro del año 1975-, cuando se presentaron allí en ese despacho de Atocha  49, muy aparatosamente, miembros de  la Brigada Político Social y el Secretario del Juzgado de Orden Público y nos llevaron a todos detenidos en un autobús a los calabozos de la Dirección General de Seguridad.

Pero, al asomarnos a uno de los balcones, nos percatamos de que había ambulancias y coches de la policía delante del despacho de Atocha 55, así que intentamos comunicar por teléfono con el mismo sin conseguirlo- ya que los autores de la fechoría habían cortado los cables y líneas-, por lo que salimos corriendo en esa dirección, donde ya  se concentraba un numeroso grupo de personas frente al portal, me dirigí a ellos y les pregunté, ¿Que era lo que había pasado…? Y un tipo de los allí presente, me contestó fríamente: “Nada, que unos abogados se han matado entre ellos…”

Subimos inmediatamente los tres pisos y, al entrar, la escena de sala de espera  era escalofriante con múltiples regueros de sangre en el suelo, paredes y bancos, todo ello en desorden junto con prendas de abrigo y carteras desparramadas. Nos identificamos, como abogados compañeros de las víctimas ante unos policías de paisano con sus armas reglamentarias en las manos, que acababan de rastrear todas las dependencias del despacho y que, nerviosamente, nos informaron de que acababan de llevarse al último de los heridos- Luis Ramos- pero que ignoraban los nombres de quiénes habían sido los otros y el estado en que se encontraban.

Manola Carmena y yo cogimos un taxi  en la calle Atocha y nos fuimos directamente  a mi casa, en la calle Sánchez Pescador 2,7º, muy  próxima a la Plaza de Mariano de Cavia,  donde ya nos esperaba Mayte y un reducido grupo de amigos y vecinos, que lo habían sabido por la llamada de algún compañero y lógicamente se encontraban muy preocupados, desde donde  pudimos realizar una serie de llamadas telefónicas. Manola llamó a su casa para tranquilizar a Eduardo y a su hija Eva.

De las primeras, una de ellas fue al Secretario de la Junta del Colegio de Abogados, Gonzalo Casado, para explicarle lo que habíamos visto en nuestra fugaz visita al despacho de Atocha  55, quien se pondría inmediatamente en contacto con el decano Antonio Pedrol- quien vivía en Menéndez Pelayo, enfrente del Retiro- y nos llamaba para quedar con ellos dos, les dijimos que  la cafetería La Parisina en la misma glorieta de Mariano de Cavia-hoy sigue abierta-, en donde se presentaron en escasos quince minutos.

Allí les volvimos a relatar lo poco que sabíamos de lo ocurrido y, con buen criterio decidió que nos dirigiésemos  en su automóvil y junto al conductor, los cuatro al Juzgado de Guardia, sito entonces en los bajos del Palacio de Las Salesas, esquina con  Bárbara de Braganza  donde él pensaba entrevistarse con el magistrado, pues seguramente, nos dijo, allí podrían facilitarle información de lo sucedido y especialmente saber los hospitales a donde habían sido dirigidas las víctimas.

Nada más llegar al Juzgado de Guardia, donde ya se encontraban allí un numeroso grupo de compañeros abogados, Pedrol pasó a entrevistarse con el Juez y fue entonces, cuando el siempre combativo Jaime Miralles, quien con la vehemencia que le caracterizaba, pero con una claridad de visión que nosotros no teníamos en esos momentos, nos dijo- pues ya tenían certeza de que había entre las víctimas  varios fallecidos-, que los cadáveres de esos abogados deberían ser trasladados de inmediato a las dependencias colegiales para instalar allí la capilla ardiente y velarles, para lo que era necesario primero hablar con el decano y plantearle dicha exigencia y después, tratar de convencer y persuadir a los familiares de las víctimas para que accedieran a ello.

Y así transcurrió aquella trágica noche, de hospital en hospital y en el instituto anatómico forense de la calle Santa Isabel, tratando de razonarles a los familiares de los cinco ya fallecidos  de la importancia y trascendencia de que aceptasen esa propuesta.

Con el primero que nos entrevistamos en el Hospital 1º de octubre fue con Alejandro Ruiz Huertas, que, afortunadamente para él, no sufrió heridas de especial gravedad, gracias además a un providencial bolígrafo, donde impactó una de las balas doblándolo, sin penetrar por tanto en su cuerpo. Pudimos conocer la primera  versión de lo allí ocurrido en el despacho de Atocha 55, quiénes eran los abogados presentes en ese instante, con  detalles y rasgos de los autores del múltiple crimen, en versión directa de una de las víctimas y, al mismo tiempo, testigo privilegiado de todo lo que sucedió en esa trágica noche en ese despacho.

Dicha detallada versión de lo ocurrido la relaté públicamente en la Asamblea de Abogados que se constituyó de forma espontánea en el salón de actos del Palacio de Las Salesas, en  las primeras horas del día 25 de enero, siguiente a la noche del  atentado, y así fue recogida por diversos medios de prensa presentes, a los que rogué que, por razones obvias, no consignasen mi nombre en la información facilitada. Indicación que no todos cumplieron, pues fueron varios los diarios que sí  la publicaron.

No habrá de olvidarse que, en febrero de 1980, cuando se celebraba el acto del juicio oral contra los autores materiales de la masacre, uno de los  muchos ultras derechistas asistentes gritó y acusó repetida y públicamente de “cerdos” a uno de los abogados supervivientes, cuando se encontraba prestando declaración, lo que motivó que el Presidente del Tribunal suspendiese momentáneamente la vista, para ordenar a la fuerza pública que se llevasen detenido al autor de esas voces.

El cuarenta aniversario de los asesinatos del despacho de abogados de Atocha 55 (1977- 2017)

Hace tres años, con motivo de la preparación del cuarenta aniversario de dicho acontecimiento, propuse por escrito a la Comisión organizadora promovida por la Fundación Abogados de Atocha, tres iniciativas muy concretas, que me parecían perfectamente viables: una de ellas, solicitar un dictamen e informe de la Real Academia de la Lengua Española, sobre la posible inadecuación de utilizar el calificativo y vocablo “matanza” para referirse a dicho múltiple crimen, ocurrido en el despacho de abogados de Atocha 55.

De acuerdo con el tenor literal de las diferentes acepciones que contenía tanto  su Diccionario, como la de otros reconocidos en el mundo hispánico como el de Julio Casares y el de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, prácticamente  en casi todas ellas referidas al sacrificio de los cerdos y aprovechamiento de todos sus restos.

Si bien es cierto, también figuraba una primera sobre la acción de matar a gran cantidad de personas, ésta iba estrechamente unida a determinadas acciones de guerra, como batallas y asaltos… por lo que entiendo debería ser descartable en este caso, ya que las circunstancias concretas en las que se cometió tal múltiple crimen nada tenían que ver con un escenario bélico, por mucho de los argumentos que intentaron utilizar los autores materiales y sus defensores, en el acto del juicio oral pretendiesen argumentar que su finalidad era “Salvar a España del comunismo…”.

La segunda de estas iniciativas, era realizar a través de la revista semanal-digital Crónica Popular, una publicación especial monográfica  sobre el tema, coordinado por la Fundación de Abogados de Atocha con  la colaboración de profesores de Historia, del Consejo General de la Abogacía y del Colegio de Abogados de Madrid; y la tercer y última, programar una magna exposición móvil e itinerante sobre el atentado del 24 de enero de 1977, situándola en su contexto, con los antecedentes de aquella situación  dramática, muertes anteriores, secuestros de Oriol  Urquijo  y Villa Escusa, y posteriores, entierro multitudinario, atentados contra  policías…con materiales diversos impresos y gráficos (fotografías, documentales, videos, películas, testimonios…) que pudiesen ser trasladados y montados con facilidad en distintas ciudades y localidades, con el doble carácter fundamentalmente “informativo” y  “formativo”, sobre todo para que las nuevas generaciones tuviesen un conocimiento real de lo ocurrido.

Desgraciadamente, ninguna de las tres propuestas prosperó formalmente en aquella ocasión, pero ello no implica, que hayan perdido virtualidad y posibilidades de llevarlas a la práctica en un futuro. De hecho, ya es un logro muy positivo que en el acto de presentación de este libro sobre Los abogados  de Atocha, La masacre que marcó la transición, se haya comenzado a utilizar la expresión “ masacre” (que, según el DRALE, significa matanza de personas, por lo general indefensas, producida por un ataque armado o parecido) mucho  más acorde con lo sucedido y dejar el anterior calificativo de “matanza”, para describir unos execrables y criminosos hechos que pudiese significar una evidente carga peyorativa.

 Dedicatoria del autor del libro Manuel  Gallego López

Con la debida autorización del mismo transcribo a continuación las cariñosas y más que generosas  palabras con las que me dedicó el ejemplar.

Para Juan José del Águila: Muchas gracias por sus aportaciones y comentarios a este libro, pues sin ellos nunca hubiera sido un libro completo. Un pedazo de este libro le pertenece. Un abrazo, Manuel Gallego”.


Fuente → cronicapopular.es

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