La historia olvidada de las prostitutas durante la Guerra Civil española



A los pocos meses después del inicio de la guerra el número de prostitutas solo en Barcelona, había incrementado un 40%.

La historia olvidada de las prostitutas durante la Guerra Civil española: La historia de las mujeres en la Guerra Civil es una historia habitualmente olvidada. Cuando no lo es, normalmente se hace a través de fetiches históricos, sobre todo el de las milicianas, que por su papel en los primeros momentos de la Guerra, su desaparición, la potencia de sus imágenes, etc., han copado la mayoría de focos. Pero la historia de las mujeres durante la Guerra Civil es mucho más compleja y se escapa a las simplificaciones de todo tipo, sobre todo cuando esas mujeres eran trabajadoras sexuales.

Francisco Martínez Hoyos, historiador que ha estudiado los prostíbulos durante la Guerra Civil, nos cuenta que el aumento de la demanda tras el estallido de la guerra propició situaciones inimaginables, como que hombres supuestamente progresistas y políticamente concienciados llegaran a saquear burdeles, como el de Alcalá de Henares, con el mero objetivo de desfogarse, demostrando que su concepto de masculinidad no distaba mucho del de sus enemigos en las tropas franquistas.

Muchas de esas mujeres habían emigrado recientemente a las grandes ciudades españolas en búsqueda de trabajo y el inicio de la guerra las dejó sin muchas posibilidades de garantizar su supervivencia económica, lo que hizo que se decantasen por la prostitución. Martínez Hoyos señala que “A los pocos meses después del inicio de la guerra el número de prostitutas solo en Barcelona, había incrementado un 40% hasta llegar a las 4000 mujeres. Algunas eran jóvenes recién llegadas de zonas como Murcia para la vendimia, pero acabaron los trabajos no tenían muchas alternativas más allá que el trabajo doméstico o la prostitución”.

“Se sabe también que se buscaron prostitutas en función de la nacionalidad de los soldados”, nos explica Fernando. “Por ejemplo mujeres marroquíes para los marroquíes que combatían con Franco. También se abrieron prostíbulos específicos para alemanes porque los miembros de la Legión Cóndor, que se encontraron con que las españolas eran inaccesibles”, nos dice.

“El número de pacientes infectados por la sífilis se triplicó durante los inicios de la guerra provocando un verdadero problema social”

Según nos cuenta Fernando, había burdeles de todo tipo. “Algunos eran casas horripilantes, otros, los destinados a clientes con dinero, resultaban mucho más aceptables. En algunos lugares las autoridades pertinentes les obligaron a realizar reformas para garantizar las condiciones higiénicas”, señala. “Las llamadas ‘pajilleras’ eran aquellas mujeres que en algunos locales como en los cines, manoseaban a los clientes por una módica cantidad de dinero. Luego estaban los burdeles que colgaban en las paredes carteles de ‘en esta casa no se hace el francés’, porque se consideraba que el sexo oral era una práctica depravada”.

Pero tal y como sigue pasando a día de hoy, “se identificaba prostitución con enfermedades venéreas y se decía en el bando republicano que estas eran ‘el fascismo de la naturaleza’ porque provocaban dolor y muerte”, nos explica Fernando. Pero las ITS no entendían de bandos y atacaban a ambos por igual. “Las enfermedades venéreas provocaron más bajas que las balas enemigas. El número de pacientes infectados por la sífilis se triplicó durante los inicios de la guerra en Hospitales como el General de Catalunya, en Barcelona, provocando un verdadero problema social”, nos explica.

Desde las instituciones de referencia se intentó concienciar a los soldados para que tomaran precauciones al realizar prácticas sexuales. A través de panfletos, artículos en prensa, cuñas de radio y carteles propagantísticos anunciaban a los soldados “que evitaran las enfermedades venéreas como las balas”. Sin embargo las distintas campañas tuvieron escasa repercusión.

“Se tendía a culpabilizar a las mujeres por la extensión de las enfermedades y se les atribuía una sexualidad pervertida. Se suponía que todas por definición estaban infectadas. En cambio a los clientes se les descargaba de responsabilidad”; explica Francisco.

“Se tendía a culpabilizar a las mujeres por la extensión de las enfermedades y se les atribuía una sexualidad pervertida”

Había combatientes que se infectaban por imprudencia, pero según apunta el historiador otros lo hacían a propósito como pretexto para escapar del servicio de trincheras. También se daba el caso de personas que prolongaban su baja deliberadamente para estar más tiempos convalecientes. Incluso había quienes fingían tener la infección para escaquearse y no volver al frente.

Curiosamente poco antes de la batalla del Ebro, cuenta Francisco en una de sus publicaciones, parecía que las tropas republicanas padecían una epidemia de ITS bastante representativa. “Los mandos no tuvieron más remedio que intervenir, decididos a cortar algo que amenazaba con disminuir significativamente su número de hombres. Se inspeccionaron burdeles y cerraron los que abrían de forma ilegal, a los infectados se les amenazó con medidas disciplinarias que iban desde un mes de arresto a veinte años de cárcel o incluso la ejecución en el caso de ser reincidentes”, explica el historiador.

En el bando franquista se propuso aislar a aquellas prostitutas que tuvieran sífilis y gonorrea. “Se implantaron controles para garantizar que las prostitutas no estuvieran infectadas”, explica Fernando. En éste bando la influencia de la moral cristiana era crucial para entender su posición. Paradójicamente, la moral católica exigía reprimir cualquier forma de transgresión sexual, pero por otro se tendía a justificar a las “perdidas”, terminología usada por la Iglesia para designar a aquellas mujeres que se dedicaban a la prostitución, y se las consideraba un mal menor que en tiempos de guerra garantizaba la dignidad de las “decentes”, las mujeres vírgenes, para que así pudieran preservar la virginidad antes del matrimonio.

Por el otro lado, en el bando republicano, algunos grupos feministas y anarquistas ya eran contrarias a la prostitución porque consideraban que el proyecto emancipador que defendían era incompatible con esta práctica.

“El régimen toleró en la práctica el ‘sexo mercenario’ por más que insistiera en la naturaleza de las mujeres como madres y esposas”

La concienciación social fue una de las herramientas utilizadas por organizaciones como Mujeres Libres para acabar de una vez por todas con lo que consideraban una plaga contraria a la dignidad de la mujer. Así pues, a través de la reinserción social intentaban que dejaran de una vez por todas la actividad, ofreciéndoles apoyo moral y económico.

De hecho la que por aquel entonces fue Ministra de Sanidad, la anarquista Federica Montseny, fracasó en su empeño de eliminar la prostitución porque entre otras cosas una prohibición así requería un cambio también en la educación y los valores sexuales. Según tiene documentado Francisco, por cada mujer que logró insertarse en un puesto de oficina o trabajando en un taller, diez volvieron a su antigua profesión, o de forma autónoma o en prostíbulos. Además era sabido que algunos libertarios sí defendían a las “mujeres públicas”, como las llamaban, por “la función social” que desempeñaban.

Después de la abolición de la prostitución en 1935, esta fue de nuevo reglamentada tras la Guerra Civil. “Tras el triunfo de Franco, la prostitución aumentó porque el país pasaba por una situación penosa. Eran los años del hambre y el régimen toleró en la práctica el ‘sexo mercenario’ por más que insistiera en la naturaleza de las mujeres como madres y esposas. Como ha señalado el hispanista Paul Preston, los hombres franquistas se vieron doblemente beneficiados. Tenían una válvula de escape para satisfacer la lujuria y veían confirmados sus prejuicios, que identificaban a las “rojas” como fuente de corrupción”, nos explica Francisco Martínez Hoyos.

Éstos no fueron los únicos retrocesos sociales en clave feminista tras la imposición del régimen franquista: El nuevo proyecto de “regeneración social”, impulsado con la ayuda de la Iglesia Católica, también supuso la anulación del divorcio, el matrimonio civil y la restricción del acceso a que la mujer tuviera profesiones consideradas prestigiosas y cualificadas.

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Por Alba Carreres


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