“Isabel II (1830-1904) – Biografía breve” de German Rueda
 

Isabel II tuvo doce hijos, ninguno de su marido

“Isabel II (1830-1904) – Biografía breve” de German Rueda:
La biografía de Isabel II es la historia de una mujer que fue reina la mitad de su vida y estuvo fuera de su sitio la otra mitad. Una vida simple, aunque escasamente sencilla. Sus primeros años fueron, cuando menos, fríos: sin padre, con una madre que cumplió un extraño papel, con una hermana que a partir de su juventud le produjo más disgustos que alegrías. Encerrada en un inmenso palacio, rodeada de personas que la halagaban, pero que no sentían por ella cariño, paso una infancia que, sin muchos reparos, podríamos calificar de triste. Adelantada en la edad de reinar, los siguientes años fueron una juventud sin protección. Antes de la revolución de 1866-1868 vivió algo más de una década en la que, a pesar de su edad adulta, se conduce con inmadurez. Su destronamiento, en 1868, la llevo a la incertidumbre sobre su futuro hasta que desde finales de los años setenta decide declarar que es la reina de ella misma y que su reino es su casa. Desde entonces, alcanzo una relativa serenidad en la que paso cerca de treinta años, hasta su muerte en 1904.

MIS IMPRESIONES

En la Librería Gil se hacían la presentación de varios libros por parte de la Dra. Carmen del Rio Diestro, Profesora de la UC y autora de Fernández de los Ríos – Biografía Breve y del Dr. German Rueda1, Profesor y amigo de la UC, que presentaba su libro Isabel II – Biografía breve, a la que asistí, pues tengo especial interés en el periódico histórico isabelino en España, por la coincidencia de momentos importantes y en especial por su repercusión en nuestra Isla. Me he leído algunos libros de esta etapa, y en especial de Isabel II, fuera del criterio de papel crochet de sus devaneos palaciegos, están sus importantes momentos desde 1851 hasta la revolución de 1868 y sus consecuencias hasta su destronamiento.

Trece embarazos con un aborto y once partos de los que dos fueron alumbramientos de niños muertos, cuatro hijos murieron en los primeros meses de vida, una murió antes de cumplir dos años y cinco sobrevivieron, precisa en las primeras páginas el Prof. Rueda.
  • Germán Rueda. Profesor y catedrático de Historia Contemporánea en las universidades Valladolid, Extremadura y Cantabria. Es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia
Benito Perez Galdós, ya lo precisa en su Memoranda2, “Hablaba doña Isabel un lenguaje claro y castizo, usando con frecuencia los modismos más fluidos y corrientes del castellano viejo, sin asomos de acento extranjero, y sin que ninguna idea exótica asomase por entre el tejido espeso de españolas ideas.

Era su lenguaje propiamente burgués y rancio, sin arcaísmo; el idioma que hablaron las señoras bien educadas en la primera mitad del siglo anterior; bien educadas digo, no aristócratas. Se formó, sin duda, el habla de la Reina en el círculo de señoras, mestizas de nobleza y servidumbre, que debieron componer su habitual tertulia y trato en la infancia y en los comienzos del reinado”.

Reseña el Prof. Rueda que el 26 de diciembre de 1841m con once años de edad, la reina preside la apertura de las Cortes en el Senado, carente aun de una educación, que algunos catalogaban de “una educación vergonzosamente descuida”, que trajo como resultado final que la reina escribía con faltas de ortografía y sus conocimientos fueron limitados y escasos.

En el Capítulo II de la primera parte: El Reinado de Isabel II, el autor aborda “Su vida sentimental y social en la juventud hasta los 21 años”.

En la propia entrevista con Pérez Galdós en el palacio de la Avenida Kleber en Paris facilitada por el embajador, León y Castillo, Isabel, ya muy mayor, le confiesa la confusa situación de estos años: “¿Qué había de hacer yo, jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freno en mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer a los necesitados, no viendo al lado mío más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían? ¿Qué había de hacer yo?… Pónganse en mi caso…” de la misma forma señala el Prof. Rueda que Fernando Fernández de Córdova3 corrobora en sus Memorias, esa impresión: “Encontrábase la Reina entonces en la edad de la vida en que todas las preocupaciones ceden ante los atractivos que la dicha, el poder y la riqueza ofrecen. Eran pocos os que se atrevían a contrariar sus deseos”.

Con apenas trece años se empezó a negociar su matrimonio, que, según el autor, organizó una autentica polvareda y lucha de poder, pero que al final resultó un fracaso y sus repercusiones en la vida de la Reina y del país de iguales magnitudes. Francia y Gran Bretaña, las dos principales potencias del momento, jugaron su influencia para lograr que Isabel se casase con quien unos y otros le consideraban el más beneficioso a sus intereses. La solución más factible, dice el autor, pasaba por un Borbón, elección que dejaba las cosas como estaban y que no favorecía especialmente a ninguna de las dos potencias. La sugerencia de Francia, D. Francisco de Asís Borbón, fue el elegido.
  • Recogido en un artículo no leído en una velada del Ateneo de Madrid en enero de 1906.
3Fernando Fernández de Córdova y Valcárcel (Buenos Aires, 2 de septiembre de 1809 Madrid, 30 de octubre de 1883), II marqués de Mendigorría, fue un militar español, hijo del capitán de fragata de la Real Armada José María Fernández de Córdoba y Rojas y de María de la Paz Rodríguez de Valcárcel y O’Conrry, I marquesa de Mendigorría.

Fue beneficioso para España en cuanto reafirmo el apoyo francés, y negativo, porque enemistó al gobierno con su homólogo británico y creo una distancia entre las casas reales españolas e inglesa, destrozando el núcleo duro de la llamada “Cuádruple Alianza”.

La Reina se manifestó claramente en contra desde el primer momento, e incluso lloro varios días, porque le conocía bien y le horrorizaba la idea. “¡Con Paquito, no!”, decía, aunque debido a la fama de homosexual del marido, el pueblo extendió la frase con la versión de “¡Con Paquita, no!”. En todo caso, dice el autor, tenemos evidencias de que ni a Isabel le gustaba Francisco de Asís ni llevaron una vida feliz4.

Las discrepancias y desencuentros del “elegido” con Maria Cristina, la reina Madre basada en la lucha sobre quien, el marido o la madre, podría influir en la Reina. A partir de entonces y a lo largo de su vida, Francisco de Asís obtuvo mucho dinero del Estado a través de su principal arma: el chantaje.

En el libro ISABEL II del Prof. Comellas, que me lei hace algunos años, se hablan de otros aspectos de lo que el autor calificaba como “una fase de alegría de la primera Reina de España, probablemente producto de su edad y situación”5. Conocidas son las relaciones de Isabel con el joven y brillante militar, el general Francisco Serrano6, quien, efectivamente, veía a solas a Isabel, desde hacía quizás un par de años, y a quien llamaba “el general bonito” y tenía como amigo íntimo y protegido, con una demostración no suficientemente discreta, que hiere a Francisco de Asís, que se traslada al Palacio de El Pardo. Hay otros hombres en la vida de Isabel II, dice el autor, y reconoce que no es fácil distinguir los que fueron amigos de coqueteo, de mesa y mantel a lo sumo, de los amantes. El autor cita a pie de magina una nota de Carmen Llorca7: “…ninguna de las relaciones de Isabel terminó de un modo brusco, sino que se van extinguiendo. Tiene la habilidad de transformar la pasión en una cordial amistad, que mantuvo y cultivó con casi todos los antiguos amantes, a los que no olvidaba. Cuando, en 1858, se casó el general Serrano, una de las cláusulas de las capitulaciones matrimoniales era “Don Francisco Serrano y Domínguez aporta tres millones de reales que debe a la generosidad de Su Majestad la Reina Isabel”, para que se enterase su novia, la Condesa de San Antonio”.
  • Isabel cumplía 16 años y Francisco de Asís los 24 cuando se casaron el 10 de octubre de 1846
  • Ver MIS IMPRESIONES sobre el libro: ISABEL II de Jose Luis Comellas de enero de 2015.
  • Francisco  Serrano   y   Domínguez (18101885), duque   de  la   Torre y conde   consorte  de   San   Antonio,   fue un militar y político español que ocupó los puestos de regente, presidente del Consejo de Ministros y último presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española.
7  Carmen Llorca Villaplana (Alcoy, 29 de noviembre de 1921 Madrid, 29 de junio de 1998) fue una historiadora, escritora y política española.

En la primavera de 1850 Isabel II está embarazada (tendrá el hijo, Fernando, en el mes de julio), dice el autor, que en la página 62 del libro presenta una tabla que reproduzco a continuación con todos los embarazos de Isabel, y repito lo aparecido en los primeros párrafos de estas IMPRESIONES: Trece embarazos con un aborto y once partos de los que dos fueron alumbramientos de niños muertos, cuatro hijos murieron en los primeros meses de vida, una murió antes de cumplir dos años y cinco sobrevivieron. En parte, como relata Pierre Luz – el encargado de negocios francés – a la debilidad de su salud, la irregularidad de su vida, la ligereza con que trata todas las cosas y las imprudencias que no dejara de cometer”.


En el Capítulo III “Reina con los moderados (1844-1850)” el autor desgrana los principales sucesos después de la caída de Espartero en 1843, y a propuesta del general Serrano y Prim se acuerda adelantar la mayoría de edad de Isabel II y el 10 de noviembre de 1843 con 13 años prestaba juramento como reina constitucional. En los próximos años Isabel no actuó mucho en política, y sus decisiones, cuando lo hizo, fueron frecuentemente erráticas. Sus consejeros la llevaron por laberintos a oscuras: “Este me aconsejaba una cosa, aquel otra y luego venia un tercero que me decía: Ni aquello, ni esto debes hacer, sino lo de mas alla…” dijo a Pérez Galdós en la entrevista de Paris citada.

En la vida de Palacio tuvieron influencias varios canónigos y obispos, pero en especial Sor Patrocinio, sobre la que ya anciana Isabel dice e Perez Galdós: “Era una mujer muy buena, era una santa (…). La gente desocupada inventó mil catálogos, que han corrido por toda España y por todo el mundo…”. En esta camarilla de la Reina, dice el autor, se suele incluir al confesor de Isabel II, Antonio Mª Claret8, con un puesto definido en el organigrama de Palacio por el que cobraba un sueldo: “ninguna persona de cuantas me hablan lo hacen con la claridad y franqueza que mi confesor” declaro un día Isabel. En opinión del Prof. Comellas, las “camarillas” probablemente no tuviesen una actuación política como la que se les atribuye. En todo caso, si influyeron en la actitud de la reina ante los asuntos políticos que afectaban a los eclesiásticos y a la Santa Sede: el nombramiento de obispos, la desamortización de 1855 y la actitud española respecto a la cuestión de Roma y la unidad italiana, que se plantearon como temas de conciencia, “…acompañados de insinuaciones sobre el bien de la iglesia, lo bueno para las almas y la salvación eterna”.

El periodo isabelino fue muy constructor, en especial las décadas de los años cincuenta y sesenta, dice el autor, primero porque quedaba casi todo por hacer y segundo, porque buena parte de lo que se había hecho en el siglo XVIII, caso de los puentes, se había destruido durante la Guerra de Independencia. Entre todas las obras públicas, la que más le influyo personalmente a la reina fue el ferrocarril Madrid-Aranjuez. En el primer viaje, el 9 de febrero de 1851, la Reina, acompañada de Salamanca, en su propio vagón más lujoso que el de Victoria de Inglaterra, recorre los casi cuarenta kilómetros en poco más de una hora. Entre las construcciones de finalidad cultural, los logros más espectaculares, e cuyas inauguraciones o primeras piedras estuvo presente la Reina, fueron el Teatro Real, la Biblioteca Nacional y los Museos que se albergarían en la parte trasera del mismo edificio. Pero no solo fueron estos emblemáticos edificios de Madrid, sino los miles de teatros plazas de toros, hospitales, fabricas, institutos, facultades, sedes de ayuntamientos, diputaciones, alumbrados públicos urbanos, parques, acometidas de agua, carreteras, estaciones ferroviarias, faros, puentes y puertos.


En el Capítulo IV de esta primera parte “La vida privada en su madurez, entre sus amantes, la maternidad y la vida social hasta los 38 años”, el autor de forma resumida recorre los principales hitos de la vida de la Reina: sus recorridos en las calles madrileñas, las tertulias, bailes, tanto los que organizaba en Palacio, como los que organizaban las familias nobles o su madre, especialmente animados eran los que se celebraron en el palacio de Las Rejas. Bailo con políticos y con nobles. Solía presentarse de incognito a los bailes “de máscaras” acompañada por una dama y un guardián sin uniforme.
  • San Antonio María Claret y Clará, Sallent, 23 de diciembre de 1807 Abadía de Fontfroide, 24 de octubre de 1870) fue un religioso español, arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II.
Con Carlos Marfori y Callejas, un pariente de Narváez ocupo el corazón de Isabel en sus últimos años como Reina, dice el autor. Su relación íntima tuvo lugar entre principios de 1867 y octubre de 1875. Fue nombrado gentilhombre de Cámara y termino ocupando el puesto de Francisco de Asís como intendente de Palacio. Esta relación fue la que causó más escándalo en la opinión pública, y fue el amante que estaba con Isabel en el momento del destronamiento, en septiembre de 1868, y el que cruzó la frontera con la reina y el Rey.

En el Capítulo V, “Isabel, Reina popular (1851-1868)”, el autor trata en esta primera parte, la cercanía de la reina al pueblo, lo precisa en el primer párrafo de esta forma: “A pesar de la incultura, la indolencia, el capricho y el relativo desorden, el desconocimiento y la falta de preparación política, Isabel tenía muchas virtudes y era una reina cercana al pueblo. Era generosa con su tiempo, sus cosas y su dinero”.

La reina recibía infinidad de cartas en la que gente, casi siempre desconocida para ella, le contaba hechos de su vida privada. A veces, continua el autor, peticiones de todo tipo, que con frecuencia se convertían en recomendaciones de la reina a sus ministros. Y aunque tenía fama de impuntual, defecto del que ella misma se reía, Isabel recibía en el Palacio a muchísima gente.

Durante su reinado sufrió varios atentados que, dado lo escasamente organizados que estaban, se podrían haber evitado fácilmente, dice el autor. En febrero de 1852 un nuevo atentado contra la Reina, que perpetró el llamado cura Martin Merino, cuando la Reina, después de haber dado a luz a la infanta Isabel, iba a salir por primera vez de Palacio a presentar a la infanta en la iglesia de Atocha. Todavia en Palacio, antes de coger los coches, el que quiso ser redida saco un puñal y se abalanzó sobre la Reina, a la que hirió levemente. Merino adujo como razón para cometer el acto el deseo de manifestar “la necia ignorancia de los que creen  que es fidelidad aguantar la tiranía de los reyes”.

Isabel viajo por el norte y este del país, que por razones médicas i políticas había efectuado entre 1840 y 1857 y de otros que con carácter semiprivado llevara a cabo entre 1858 y 1866: Valladolid, León, Asturias, Coruña, Lugo (1858); Alicante, Baleares Barcelona, Zaragoza Guadalajara (1860); Santa Cruz de Múdela, Despeñaperros, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Granada, Málaga, Almería, Murcia (1862); Ciudad Real, Badajoz y Lisboa (1866), Se plantearon como viajes triunfales y políticos donde la Corona debía manifestar su grandeza, su tradición y modernidad. Isabel también llevo a cabo viajes que tenían como finalidad principal los baños de mar y, secundariamente, también se inauguraban edificios y obras públicas: Alicante y Valencia (1858), Santander (1861) y Vizcaya y Guipúzcoa (1865).

El Capítulo VI de esta primera parte el autor lo dedica a “Su intervención en asuntos políticos hasta el destronamiento (1868)”, recorriendo una etapa importante y trascedente de la historia de España. Fue una etapa de luchas políticas entre las vertientes de los liberados moderados  (Narváez9), un periodo progresista tras la Revolución de 185410. Posteriormente, hasta 1868, se alternaron en el gobierno la Unión Liberal y los moderados.

La corrupción de la familia real, que ella permitía. La reina Madre, Maria Cristina y su marido (Fernando Muñoz) quedaron seriamente dañados por un escándalo de concesión de ferrocarriles, precisa el autor, afectó indirectamente a la Reina, creando la situación de la expulsión mediante la violencia del gobierno a través de la revolución de 1854. El 26 de julio de 1854 tras unos días turbulentos la reina firma un manifiesto en el que se presentaba como revolucionaria y fiel a las ideas progresistas. “Españoles: Una serie de deplorables equivocaciones ha podido separarme de vosotros, introduciendo entre el pueblo y el trono absurdas desconfianzas. (…) Me entrego confiadamente y sin reservas a la lealtad nacional. Los sentimientos de los valientes son siempre sublimes. (…) No temo, pues, confiarme a vosotros. (…). El nombramiento del esforzado Duque de la Victoria11 para Presidente del Consejo de Ministros, y mi completa adhesión a sus ideas, dirigidas a la felicidad común, serán la prenda más segura del cumplimiento de nuestras nobles aspiraciones (…)”.

Los calificativos de “enemiga del pueblo y ladrona” dados a la reina Madre, Maria Cristina, que permanecía resguardada – rodeada y vigilada por la Milicia Nacional – en Palacio para salvarla de la “iras populares”, hasta que el 28 de agosto de 1854 el gobierno acepto y facilito su salida a Portugal. Desde Portugal, Maria Cristina eligió la carta personal a su hija Isabel II, no para pedirle perdón, sino justicia y explicaba su actuación política desde 1832. Entre otros aspectos, hablaba de la acusación que se refería a “Mi influencia sobre ti (…). En general, acusarme de eso sería acusarme a mí de ser madre y a ti de ser hija” Como ambas lo conocían íntimamente, dice el autor, lo empleaban como argumento de exculpación general: “Así podrás juzgar de la verdad de otros muchos cargos”. Se presenta como un perpetuo sacrificio por su hija: “Si un día el cariño de los españoles me facilito salvar tu Trono, ahora la animadversión de ciegos partidos habrá servido para que te le salve otra vez”.
  • Ramón María Narváez y Campos, I duque de Valencia (Loja, 5 de agosto de 1800Madrid, 23 de abril de 1868), fue un militar y político español, siete veces presidente del Consejo de Ministros de España entre 1844 y 1868. Conocido como El Espadón de Loja.
  • La Revolución de 1854, también conocida con el nombre de Vicalvarada -por haberse iniciado con el enfrentamiento entre las tropas sublevadas al mando del general Leopoldo O’Donnell y las tropas gubernamentales en las cercanías del pueblo madrileño de Vicálvaro– fue un pronunciamiento militar seguido de una insurrección popular, que se produjo entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854 durante el reinado de Isabel II. Se puso fin así a la década moderada (18441854) y se dio paso al bienio progresista (18541856).
  • Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro (Granátula de Calatrava, 21 de febrero de 1793-Logroño, 8 de enero de 1879), conocido generalmente como Baldomero Espartero, fue un militar español que ostentó los títulos de príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana y vizconde de Banderas, todos ellos en recompensa por su labor en el campo de batalla, en especial en la Primera Guerra Carlista, donde su dirección del Ejército isabelino o cristiano fue de vital importancia para la victoria final. Además, ejerció el cargo de virrey de Navarra (1836).
Unionistas de O’Donnell y moderados de Narváez se turnaban en el poder. En 1865 O’Donnell puso a la reina varias condiciones: la expulsión de su confesor Antonio María Claret y de Sor Patrocinio (la denominada “Monja de las llagas”) y el reconocimiento del Reino de Italia, lo que implicaba la falta de apoyo a los Estados Pontificios. Todo ello lo aceptó la Reina, aunque, dice Miraflores12, eso le produjo “la perturbación religiosa en el ánimo”.

Dentro de las “causas profundas” de la revolución de 1868, el autor, señala las más evidentes de naturaleza política y social: la muerte de O`Donnell en 1867 y de Narváez en 1868 ( que Jover13 ha llamado “agotamiento biológico”) También hay que analizar, dice el autor, el factor de la crisis económica, como causante del proceso revolucionario desde 1866.

“Todos contra la Reina”, salvo los moderados, todos los demás partidos políticos: desde unionistas hasta demócratas republicanos, pasando por progresistas y demócratas monarquizantes e incluso se pactó con los carlistas, con un objetivo principal, decidido en la reunión de Bruselas: la caída de los Borbones y la formación de un gobierno provisional (dirigido por Prim). La traca final de la revolución, dice el autor, cogió a la familia Real en Guipúzcoa, donde pasaba el mes de agosto. La reina no hizo caso a los telegramas y a los que le intentaron de convencer de que regresara a Madrid, sin Carlos Marfori, pero pudo más su aspecto emocional que el racional, el intimo que el socio-político, e Isabel II solo pensaba ya en irse a Francia hacia donde salió en el tren real desde San Sebastián el 30 de septiembre de 1868.

El Prof. Germán Rueda dedica una segunda parte del libro a EL EXILIO, 1868-1904, que aborda en seis capítulos desgranando los hitos más significativos e importantes de la vida de Isabel II en Francia y Suiza y todos sus avatares e incertidumbres. Una biografía más personal, dice el autor, aunque influida por la política que cada vez cuenta menos en su vida.

En el Capítulo I de esta segunda parte, “Los primeros años de Francia y Suiza”, el recorre los vaivenes de la vida de Isabel II, ya con treinta y ocho años y doce partos, del que solo viven Isabel, Maria Pilar, Paz, Eulalia – estudiantes del Colegio-Convento del Sacre Coeur de Paris – y el infante Alfonso que en sus primeros años estudio en el Stanislas14.
  • Manuel Pando  Fernández  de  Pinedo (Madrid, 22  de  diciembre de 1792 –   id., 20   de   febrero de 1872)   fue un político, diplomático e historiador español, marqués de Miraflores y de Pontejos, conde de Villapaterna y de la Ventosa, señor de Villargarcía del Pinar y de Miraflores, caballero de la Orden del Toisón de Oro, caballero gran cruz de la Orden de Carlos III, caballero de la Legión de Honor francesa y la Orden de Cristo portuguesa.
  • José María Jover Zamora (Cartagena, 5 de junio de 1920Madrid, 14 de noviembre de 2006) fue un historiador y maestro de historiadores españo
  • El Colegio Stanislas (a menudo denominado ‘Stan’ por sus alumnos) es una institución católica privada bajo contrato de asociación con el estado, fundada en 1804 por el abad Claude Liautard (1774-1844) en el distrito de Notre-Dame-des- Champs en París.
Fueron momentos difíciles para Isabel que enfrento el proceso judicial de separación de su marido Francisco de Asís hasta la primavera de 1870. En sus Memorias la Infanta Paz15 dice que en una carta de la reina al marqués de Novaliches el 19 de abril de 1870, le dice: “Ya sabrás los disgustos que con mi Marida he tenido, […] yo me he defendido solamente como era natural, lo que ha sido verdaderamente desagradabilísimo ha sido el que mi Marido acudiera a los tribunales y mucho más estando en un país extranjero […] Tengo la satisfacción que hasta los abogados nombrados por mi Marido y que son republicanos han estado completamente a mi favor”.

Francisco recibió una renta de Isabel, durante años, y siempre prefirió el “dinero de la reina” a devolver, dice el autor, la imagen a la Familia Real, o la posible restauración de la monarquía en la persona de Alfonso. La reina recibió el consejo de algunos de sus allegados para volver a unirse formalmente porque así lo exigía su imagen pública como reyes y padres legales de Alfonso. Así se lo pide el papa varias veces a través de sus intermediarios. Isabel pide ayuda al marqués de Novaliches16: “No podrías hacer tu hacer algo, a ti que mi Marido escucha, para que nos volviéramos a reunir, porque debe ser y por nuestros hijos y por España”. En ese mismo sentido, dice el autor, hay que interpretar las palabras que le escribe Alfonso a su madre: “Si crees que si yo escribiese a papá algo sobre la cuestión ole rogase como hijo, por el bien de la familia, puede tener alguna utilidad, dime en que termino y lo hare enseguida”. Francisco de Asís no tomo en consideración ninguna propuesta que no satisficiese su egoísmo. Sus chantajes, normalmente para obtener dinero, se habían repetido y se volvieron a repetir durante décadas.

La infanta Isabel, que sería conocida como “La Chata”17, fue princesa de Asturias hasta que “paso” el título a su hermano Alfonso el 28 de noviembre de 1857. Se casó a los dieciséis años, el 13 de mayo de 1868, en el Palacio Real de Madrid con Cayetano de Borbón, conde de Girgenti, hijo de Fernando II de las Dos Sicilias y la Archiduquesa Teresa de Austria. Tras la muerte por suicidio de su marido en 1871, paso a vivir en el Palacio de Castilla en Paris con su madre y hermanas hasta 1875.

Por su parte, en 1877 y 1878, cuando Isabel es princesa de Asturias y heredera al trono, Cánovas llevó a cabo complicadas negociaciones en las cancillerías europeas para un matrimonio de estado que finalmente no se llevó a cabo.
  • María de la Paz de Borbón y Borbón cuyo nombre completo es (María de la Paz Juana Amelia Adalberta Francisca de Paula  Juana  Bautista  Isabel  Francisca  de  Asís)   (Palacio   Real   de   Madrid, Madrid, España, 23   de junio de 1862 Palacio de Nymphenburg, Múnich, Alemania, 4 de diciembre de 1946) fue una Infanta de España por nacimiento y princesa de Baviera por su matrimonio con el príncipe Luis Fernando de Baviera.
  • Manuel Pavía y Lacy (Granada, 6 de julio de 1814 Madrid, 22 de octubre de 1896) fue un general español y primer marqués de Novaliches
  • La Chata por su nariz respingona y su pícara sonrisa
Alfonso, el segundo hijo de Isabel II, al comenzar el exilio tiene once años, y una esmerada formación18, no solo en el Colegio Stanislas de Paris, sino en Ginebra con un profesor particular bajo la dirección del brigadier O’ Ryan y asistió al Instituto público y después iría al Theresianum de Viena en 1872 y durante todo el curso 1873-1874, donde estudio alemán, y a la Academia Militar de Sandhurst en Inglaterra, acompañado del coronel Juan de Velasco, (“aquel país clásico de los reyes constitucionales” según el decir de Isabel II) donde tuvo la oportunidad de perfeccionar inglés que ya había estudiado en años anteriores, dice el autor. Las relaciones entre madre e hijo en estos años fueron normales, lo que corresponde a unas relaciones filiales.

Su principal defecto, según sus biógrafos, fue la falta de voluntad. Según confesó él mismo el día antes de morir, lo que le llevo a la tumba fue su exceso de confianza en el potencial de una juventud que tenía todo y todo quiso vivirlo: “He quemado la vela por los dos extremos. He descubierto demasiado tarde que no es posible trabajar durante todo el día y divertirse toda la noche”.

Maria del Pilar tenía siete años cuando llegó a Francia en compañía de su madre. Todavía viviría algunos años más con ella hasta 1877, en que contaba con dieciséis. Poco después moriría en España.

Las infantas Paz y Eulalia eran dos niñas al comenzar el exilio. Contaban con seis y cuatro años respectivamente. Cuando se quedaron en España por acuerdo con el gobierno de Cánovas, en 1877, tenían quince y trece años. Aún hubieran necesitado mucho de su madre. La historia volvió a repetirse.

La madre de Isabel II, Maria Cristina, aunque habitualmente vivía en Francia, pasaba temporadas veraniegas en España. Precisamente en 1868 se encontraba en Gijón. Napoleón III ordenó a la fragata francesa Terrible que la recogiese en ese puerto para trasladarla a Francia. Se estableció en Paris, en un palacete de la avenida de los Campos Elíseos.

La hermana, Luisa Fernanda, con la que recuperó un cierto acercamiento, a partir de la abdicación en su hijo Alfonso hasta que terminaron mal en su estancia sevillana (1876- 1877). Cuando todavía estaba en Ginebra, en julio de 1871, le escribe al marqués de Novaliches: “mi bondadosa madre, ha tomado la iniciativa para que me reconcilie con mi hermana y he acudido gustosa a sus indicaciones bajo la base de que Montpensier ha de reconocer el incuestionable derecho de mi hijo al trono de mis Mayores. Las gestiones de mi Madre se encuentran en muy buen estado: mi hermana y su Marido están en Francia, y
  • Un plan de Cánovas para lograr la entronización de Alfon El tutor de Alfonso, Guillermo Morphy, aceptó el plan, pero dilatándolo un año.
espero que pronto nos abrazaremos los unos y los otros”. En realidad, no los soportaba. Es muy significativo que el 26 de mayo de 1872, cuando vuelve a escribir al marqués de Novaliches, le diga: “Mi hermana y Montpensier siguen muy cariñosos conmigo y estamos en buena19 armonía. ¡Dios haga que él pueda hacer algo por Alfonso como desea!

El Capítulo II de esta segunda parte, el autor lo dedica a “Un temprano retiro, 1868-1877 (De los 38 a los 47 años)”. Isabel II paso la mayor parte de su vida destronada. “¡Yo no puedo más!”, exclamo apenas atravesó el puente de Bidasoa y cruzar la frontera española. Se desplomo en el asiento y rompió a llorar, dice el autor.

El sequito de Isabel llegó a Biarritz, donde le esperaban los emperadores de Francia. Desde este lugar, precisa el autor, acompañado por el duque de Sesto, se encamino a Pau, y se alojó en el Castillo Real de Enrique IV, que Napoleón III había cedido a los reyes. El mismo dia Isabel II escribía “A los españoles” y justificaba su actitud por “el deber en que estoy de transmitir ilesos a mi hijo mis derechos, amparados por la ley, reconocidos y jurados por la nación, robustecidos al calor de treinta cinco años de sacrificios, de vicisitudes y de cariño”.

La reina, ya separada por mutuo acuerdo de Francisco de Asís, se instaló en Paris en el Palacio de Castilla de la Avenida Kleber20, que distaba apenas diez minutos a pie – dice el autor – del piso de Francisco de Asís, aunque apenas se volvieron a ver.

El autor relata los “vaivenes y sucesos” de la Corte de Isabel y funcionarios de la Real Casa (Palacio de Castilla) hasta 1877, unos primeros años que fueron todavía de cierto esplendor. Reconocida por los franceses, precisa el Prof. Rueda, que la consideraban como la extranjera de mayor rango y condición que habitaba el país. Con frecuencia, aparecían noticias de ella en la prensa y era identificada en sus diarios paseos por la ciudad. Isabel pensó que su situación era provisional y que, por lo tanto, pronto volvería a España. No omite el autor, las tensas consecuencias de su relación con Carlos Marfori hasta octubre de 1875, cuando por exigencias de Cánovas, sale del Palacio de Castilla. Isabel, que entonces es una mujer de solo 45 años, le tiene un grandísimos “cariño” y “eterna gratitud”, así lo manifiesta por escrito en un documento público de despedida. Desde finales del verano de 1875 la reina se siente sin el calor afectivo de un hombre que al mismo tiempo le sirva de apoyo y ayuda en sus actividades. En noviembre de 1875, cubre esa función un joven de treinta años, Ramiro de la Puente y Gonzalez Nandin, que se convierte en el nuevo hombre de Isabel.
  • Aparece así tachado en el original contenido en el P.R., Isabel II, Caja 360 Exp. 12. Carta de Isabel II al marqués de Novaliches, desde Paris.
  • Treinta y seis años estuvo Isabel II en el Palacio de Castilla, que después se convirtió en el legendario Hotel Majestic de Paris, hasta que en 2007 se autorizó su venta por el estado francé Allí se celebró la reunión de Picasso, Joyce y Proust, genios tutelares de la literatura y el arte del siglo XX. Primera sede oficial de la UNESCO y otras historias del antiguo Majestic.
En el Capítulo III de esta segunda parte, “Abdicar o no abdicar”, el autor recorre las diferentes peripecias (circunstancias) que obligaban a la abdicación de Isabel II y que han estudiado con maestría, D. Manuel Espadas Burgos21 (1975) y D. Carlos Dardé Morales22 (2001). Ya desde 1869 Isabel II llevo a cabo una consulta sobre la abdicación a un conjunto de personas y personalidades23. Algunos le aconsejaban no abdicar hasta que Alfonso tenga más edad. La reina le pide consejos al marqués de Novaliches, con estas palabras: “Resignada a soportar mis propias desgracias, no lo estoy ni puedo estarlo para ver impasible las desventuras de mi amada España (…) dispuesta me hallo, con tal de que tan altos fines se logren, a reinar o abdicar como más convenga”. La recomendación de Novaliches, es que no abdique “sin contar con las seguridades inequívocas de que el sacrificio que V.M. hiciera en renunciar la Corona tenia por compensación el que al ceñirla su Augusto hijo, el público lo proclamaba Rey (…) hay ocasiones en que el no hacer nada es hacer mucho”.

La reina decidió abdicar efectivamente en su hijo. Según un testimonio del amigo de Alfonso, Julio Cañaveral, dice el autor, fue un día de primavera, en el que la reina esperaba la vuelta del colegio de su hijo en una terraza que daba al jardín con el marqués de Alcañices24. Al dar un beso a su madre, ésta le dijo: “Alfonso, dale la mano a Pepe, que ha conseguido, por fin, hacerte rey”. El 25 de junio de 1870 le traspaso a su hijo la responsabilidad de la Corona a una edad temprana, cuando todavía no había cumplido trece años. “He venido en abdicar libre y espontáneamente, sin ningún género de coacción y de violencia, llevada únicamente por mi amor a España”. Alfonso XII de hijo de la reina había pasado a ser hijo de Isabel de Borbón (condesa de Toledo25).

En el Capítulo IV de esta segunda parte “Las residencias “provisionales”, 1868-1877” el autor describe las diferentes instalaciones en las que estuvo la reina en su destierro: el Castillo Real de Pau, conocido como de Enrique IV; el Palacio de Castilla, en Paris; una mansión en Houlgate, en Normandía durante la Guerra Franco-Prusiana (1869); Ginebra, que según el decir de la reina “único punto que (…) he podido elegir, ya que las circunstancias actuales harían de todo punto imposible mi permanencia en Francia”.
  • Alfonso XII y los orígenes de la Restauración. Manuel Espadas Burgo Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 1975 reeditado en 1990. ISBN 84-00-07060-7. Obra por la que obtuvo el premio Menendez Pelayo en 1976. 22 Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UC.
  • El Comité de Moderados de Madrid, por iniciativa de Juan Bravo Murillo, le pide a Isabel II que se separe de Marfori y los políticos que le rodeaban desde 1866.
  • José Osorio y Silva (Madrid, 4 de abril de 1825 Madrid, 30 de diciembre de 1909),  XVII marqués  de Alcañices y grande de España, también conocido por el título de duque de Sesto que llevó en vida de su padre y familiarmente como Pepe Osorio o Pepe Alcañices, fue un aristócrata, político y militar español, destacado por el papel que jugó en la Restauración borbónica que tuvo como desenlace el ascenso al trono de Alfonso XII de España, empresa en la que gastó gran parte de su fortuna familiar.
  • La reina empezó a utilizar el título de condesa de Toledo después de abdicar en su hijo, en 1870, y lo empleo con mucha frecuencia en sus viajes.
El autor relata con detalles abreviados los múltiples viajes de Isabel por Europa: Alemania (1872), Roma (1873), y sus intentos reiterados de acudir a Madrid, tras la entrada de su hijo Alfonso en enero de 1875. Continuó una relación epistolar con su hijo, muy frecuente y cordial, pero, al menos en sus cartas, sin ninguna intención política, dice el autor. Le pregunta mucho por las cosas de España y a su vez le cuenta su vida en Paris.

El 25 de junio de 1876, desde Paris, escribe al marqués de Novaliches: “En cuanto a mi próximo regreso a España, te diré que todo cuanto tengo decidido es de acuerdo con el Rey mi amado hijo y con su Gobierno (…) se ha decidido mi ida a Santander, a donde irá a recibirme el Rey y el Gobierno, allí tomaré los baños de mar y de Ontaneda con mis hijas pequeñas y desde allí nos iremos a Madrid unos pocos días y después a Sevilla al Alcázar que mi hijo ha mandado preparar, para que allí fije mi residencia, con sus hermanas Pilar, Paz y Eulalia, ya ves mi leal amigo, que todo lo tengo decidido, es completamente lo que desea el Rey y bien puedes estar persuadido, que en todo obraré de acuerdo con él, pues no deseo más que la gloria del reinado de Alfonso XII que se afiance su Trono, sobre bases muy sólidas y que mi amadísimo hijo pueda traer la felicidad a España”. El 30 de julio de 1876, con cuarenta y cinco años, llega a Santander Isabel después del destronamiento. EN una casa frente a la playa de EL Sardinero, el palacete de los Pombo y después otros días en un Palacio de Ontaneda donde toma las aguas.

En Sevilla, los diferentes actos y fiestas con las “buenas familias” sevillanas se puso de manifiesto en los bailes que organizaban en El Alcázar. Incluso Isabel arrendo una finca (La Rinconada) para poder organizar cacerías y fiestas campestres. Las disputas y desencuentros con Antonio de Orleans, y las relaciones de su hijo con Mercedes de Orleans, hacen una situación tensa entre los miembros de la Familia Real, y con el gobierno de Cánovas. El 11 de noviembre de 1877 hace viaje a Paris.

Jorge A. Capote Abreu


Fuente →  elportaluco.com

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