El gran circo, los vividores y el regreso del fascismo
 

El gran circo, los vividores y el regreso del fascismo: 
 Vicent Teulera, Tortuga 

Sé que en esto, mayoritariamente, quienes me lean van a estar bastante en desacuerdo conmigo. Algunos incluso más, en este día de euforia y felicidad ante el idílico panorama que se abre tras una investidura tan exitosa. Pero, ya que uno se pone a opinar por escrito, lo mínimo, creo, es expresar lo que realmente piensa y no lo que mejor queda decir. Y lo que opino es que el Parlamento español, con sus dos pomposas "cámaras", es lo más parecido a un circo -en el mal sentido del término- que podría hallarse. Por estar compuesto a nivel humano casi en su integridad por actores y actrices, pretidigitadores, trepacistas (sic), funambulistas y mercachifles de feria que representan un perpetuo espectáculo. Todos y cada uno (o casi) de ellos y ellas, independientemente de la vestimenta y disfraz que emplean en su puesta en escena, persiguen el objetivo personal de tener un trabajo altamente remunerado que deja mucho tiempo libre y que, además, les coloca en una ventajosa situación para satisfacer sus vanidades. Esta inercia afecta, incluso, en no pocos casos, a quienes presumen de servir causas anticapitalistas o de nacionalismo no español. Verbigracia un adornado y faltón representante de un partido catalán que, imagino que con ayuda de sus asesores de mercadotecnia, se las arregla para salir diariamente en la tele haciéndole competencia al mismísimo Miguel Ángel Revilla. Y mira que es difícil.

Lo siento, pero no puedo evitar decir que me parecen (casi) (1) todos unos jetas y unos vividores. Desde el tal Abascal, que la pasaba opulentamente como político profesional, sin dar mucho palo al agua, cobrando de las mismas mamandurrias que ahora critica oportunistamente desde su nueva marca creada ex profeso para aprovechar nuevos caladeros de votos, hasta los que venían a asaltar los cielos y hoy se disponen a ocupar cómodos sillones de ministro en estrecha alianza y abrazo con la casta corrupta de siempre. Llamadme machista si queréis, pero me permito dudar de que cierta persona procedente de ese partido de "círculos ciudadanos", heredero del 15M, hubiera llegado a la antesala del consejo de ministros si no hubiera sido consorte de quien es. Y no dudo de su meritaje y de su currículum pero, al igual que ocurrió con cierta alcaldesa de una gran capital que también era consorte de otro de estos personajes, ¿seguro que en el partido no había otras personas igual o más capacitadas para ello a las que se hubiera podido colocar en el puesto sin dar pie a la sospecha del nepotismo? O ¿qué decir del sucesor de Llamazares en la tarea de liquidar Izquierda Unida y el PCE, aupado al puesto en su día por las tertulias de La Sexta, y ahora, en agradecimiento, supongo, propuesto como ministro de consumo? Tiemblan los pilares del capitalismo. Y en medio, todos los demás: Muchos no han hecho otra cosa en su vida; son profesionales del arte de trepar en un partido político. Mejor si son guapos y guapas. No importa que sus títulos los hayan sacado en una tómbola si saben hablar (mentir) bien delante de las cámaras. Han llegado quienes mejor escalaron, quienes tuvieron mejores padrinos y menos escrúpulos, los que deben más favores. De ahí el impresionante e inacabable (siempre incompleto) desfile de políticos profesionales por los tribunales de justicia que investigan chanchullos y corruptelas.


Y la gente, mucha gente, les ve por la tele, y se cree que la pantomima va realmente en serio.

Pero, amigo, sí da cierto vértigo el giro que últimamente está adoptando el guión de la comedia. Nada pasaría si las bravuconadas, las astracanadas, los zascas, las ocurrencias de estos actores no tuvieran más alcance que el escucharse unos a otros en las contadas ocasiones en que se ven las caras en el hemiciclo. Pero lo malo es que sus recurrentes escenificaciones de falsa, o exagerada, diferencia salen en la tele. Y lo hacen a todas horas; por tierra, mar y aire. Más que el fútbol. Más, casi, que las entrevistas a Miguel Ángel Revilla. Y, aunque (salvo algún que otro perturbado) ni ellos mismos -así lo creo y lo quiero creer- lleguen a suscribir los excesos discursivos que sus especialistas en la caza de votos les dictan, lo que dicen sí cala entre la gente normal y corriente que les escucha a través de los medios de comunicación. La que trabaja todos los días y cobra un sueldecito de mil y pico, de mil o de menos. Y, se crean mucho, poco o nada sus propias palabras los que, en su afán de conseguir más escaños, concejalías y diputaciones, predican los mensajes más radicales (véase, por ejemplo, algún diputado homosexual del PP), en cambio, quienes les escuchan sí acaban haciendo suyos esos discursos afirmados en el miedo. De esta manera prolifera el odio a las personas migrantes, el señalamiento y persecución de las minorías sexuales, la exacerbación del nacionalismo español y la demonización del resto de identidades nacionales del estado (2), la designación de todo lo que huela a socialismo y a activismo no institucional como, poco menos que, heredero directo de las peores tácticas de Stalin, Pol Pot y ETA. Y así sucesivamente.

Con ayuda de esta nueva generación de políticos sin escrúpulo ninguno, ha resucitado y vuelto a la palestra un discurso que, por asociarse a la dictadura de Franco y otras experiencias políticas de infausta memoria, parecía definitivamente superado. Y eso, desde luego, me parece preocupante. Y aunque ahora, también azuzados por sus redactores de discursos mediáticos, unos y otros actores de la política profesional empleen con profusión el apelativo "fascista" a la hora de señalarse entre ellos -con justicia en todos los casos- como demócratas de medio pelo, no conviene perder de vista lo que en realidad es el fascismo: una ideología y una práctica política que aúna el nacionalismo centralista extremo con el autoritarismo despiadado, el desprecio y atropello de los derechos humanos con el señalamiento y persecución violenta de toda disidencia. Por suerte, hoy por hoy, no parece haber entre "sus señorías" elementos que lleguen a tal extremo. Pero el coqueteo que algunos mantienen con ciertas ideas y propuestas no especialmente alejadas de esa frontera, desde luego, está siendo el mejor combustible para que el fascismo de verdad -no la hipérbole- prolifere en la sociedad. Veremos cómo acaba todo esto.

Notas

(1) Podéis crucificarme y, desde luego, mi opinión al respecto no me llevaría jamás a votar a esta formación (ni a ninguna otra), pero siento algún respeto por ciertos políticos del mundo abertzale vasco, por suerte hoy muy lejos de su pasado militarista, que vienen a representar a colectividades en las que me consta que hay una apuesta por la construcción y mantenimiento de realidades concretas y locales de democracia directa.

(2) A menudo, entre cierta izquierda de inspiración libertaria, o pretendidamente libertaria, se hace tábula rasa de todo nacionalismo, llegando a equiparar el nacionalismo centralista español con los nacionalismos separatistas periféricos. Y no es lo mismo. Por mucho que algunos de éstos últimos puedan estar apoyados en estructuras institucionales y, aun, coactivas, no es igual el nacionalismo minorizado que lucha por existir, por no desaparecer, que el nacionalismo dominante, cuyo objetivo es negar y lograr extinguir los demás, empleando para ello la mayor parte del poder político, judicial, policial, mediático, y hasta militar, del Estado.


Fuente → grupotortuga.com

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