Por esta pintada mataron a Fernando Lizarbe: "Menos Franco y más pan blanco"
 

Por esta pintada mataron a Fernando Lizarbe: "Menos Franco y más pan blanco": La provincia de Ciudad Real fue una de las más castigadas por la represión franquista después de la guerra. También fue una de las que con más retraso se puso a investigar y sacar a la luz pública la memoria de ese trágico episodio de su reciente historia. Así era hasta hace algo más de un año en que, después de una década de trabajo como fruto de una iniciativa del Centro Internacional de Estudios de Memoria y Derechos Humanos de la Universidad a Distancia (UNED), fue presentado el libro Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939, del que recientemente se ha publicado una segunda edición.

Se trata de una investigación muy exhaustiva de casi mil páginas en la que se ha puesto nombre a 3.910 víctimas mortales de la violencia ejercida por los vencedores de la Guerra Civil en esa provincia, la segunda -después de Toledo- en la que fue mayor el número de muertos durante la posguerra, muy por encima de la represión (1.850) que se registró durante el conflicto armado. Más de un millar de personas, en su mayoría familiares de los represaliados, asistieron en su día al acto de presentación del libro que tuvo lugar en el paraninfo de la Universidad de Castilla-La Mancha con la presencia del editor, Luis F. Pizarro, y quienes han colaborado en la obra: Julián López García, María del Carmen García Alonso, Jorge Moreno Andrés, Alfonso Villalta Luna y Tomás Escudero Ballesteros.

Según López García, catedrático de Antropología Social en la UNED, este trabajo ha permitido a sus autores -aparte de sacar sobre todo de la incivilidad a varios miles de ciudadanos- identificar cómo la represión se cebó sobre todo en los tres grupos profesionales más ideologizados: los ferroviarios de Alcázar de San Juan, los mineros de Puertollano y los jornaleros repartidos por toda la provincia. Gracias al libro también se han podido cuantificar los porcentajes por ideología más altos entre los represaliados, con los socialistas y sindicalistas de la UGT (60 por ciento) muy por encima de los anarquistas (20 por ciento) y los comunistas (15 por ciento)

El título de la investigación responde al contenido de una de las cientos de cartas y documentos de varia naturaleza que los investigadores manejaron para su pormenorizado y excelente trabajo. En ella le dice una mujer joven de Puerto Lápice a su marido, preso en Alcázar de San Juan, que le quiere contar miles de cosas nuevas, entre ellas el desembarco de las tropas norteamericanas en Europa durante la segunda Guerra Mundial. Toda una esperanza de liberación para el cautivo. La misiva no llegó a su destino. Estaba en el expediente que acabó con la remitente en la cárcel en la que fallecería. A propósito de las cartas y demás mensajes enviadas por las víctimas a sus familiares, Julián López García, coordinador del libro, responde con una elocuente cita del profesor François Marcot (Vivir a muerte. La última carta de los fusilados, Francia, 1941-42) a la pregunta sobre el derecho a utilizar esa documentación: tenemos el derecho y el deber de la fraternidad humana, porque estas cartas se dirigen a nosotros.

Uno de los aspectos más destacables de esta memoria de la represión franquista en Ciudad Real es el centenar de pequeñas biografías que se rescatan del olvido, y que los autores han querido que sean las más representativas de todos aquellos que perdieron la vida por su defensa de la República. Se trata de experiencias cargadas no solo de un sufrimiento y angustia incuestionables, sino también de dignidad. Muchas de ellas discurrieron en el partido judicial de Almodóvar del Campo, que incluye la localidad de Puertollano, el partido más afectado -después del partido de Alcázar de San Juan (686)- por la violencia de los vencedores de la Guerra de España, con un total de 650 víctimas mortales.


Hay testimonios emocionales muy ilustrativos de la huella que la represión dejó en los familiares de las víctimas, como el que cuenta Vicenta Ruiz, vecina de Valdepeñas. La hermana de su madre, cuyo padre había sido ejecutado, acudió al lugar del fusilamiento para recoger su cadáver. Al no encontrarlo, se llevó unas piedras manchadas de sangre que ocultó en secreto en el fondo de un baúl. Solo cuando esa mujer iba a morir, ya anciana, se lo dijo a su hermana. "Las piedras de cuando mataron a Ángel" fueron desde ese día en el bolso del delantal de la abuela de Vicenta.

Por esas y otras similares incidencias de la intrahistoria popular sepultadas en el miedo y en el silencio, Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939 tuvo una gran acogida nada más publicarse la primera edición. Para muchos familiares descendientes de las víctimas, el hecho de ver sus nombres plasmados en el libro -aunque fuera más de cuarenta años después del fallecimiento del dictador y ya fallecida la mayoría de los hijos de las víctimas- supuso una cierta reparación por el mucho tiempo de difamación, silencio y ocultamiento transcurrido. En el prólogo a esas casi mil páginas (Ciudad Real, 1939 Posguerra y silencio), López García detalla que hubo en la provincia un total de 2.795 fusilamientos (el mayor número de todo el país en la posguerra en relación con la población, el 6 por ciento de los registrados en toda España), 125 asesinatos extrajudiciales, 76 muertes por emboscada, 104 en campos de concentración, 13 por garrote vil y 3 por otras causas. La cifra más altas, después de las ocasionadas por ejecuciones, es la de fallecidos en prisión: 766.

Las condiciones de internamiento en las cárceles fueron en extremo adversas para los presos, como en todo el país, pero sobre todo en las de Ciudad Real y Almodóvar del Campo. En esta última se encontraba un recluso llamado Fernando Lizarbe Estruch, un joven que en compañía de un número indeterminado de compañeros de presidio intentó fugarse la última noche del año 1939. El intento no cuajó, pues como escribe Julián López "en la memoria de los más viejos de Almodóvar del Campo está grabada una imagen imborrable del día siguiente, 1 de enero de 1940, y es el reguero de sangre que salía de la prisión del partido y que desembocaba en la que ya entonces se llamaba Plaza de los Mártires", en honor a las víctimas de los sublevados.

Siempre según la información que se publica en el citado libro, la noche anterior habían sido eliminados 24 de los presos que intentaron evadirse, 5 murieron después a consecuencia de las heridas y palizas y 33 fueron fusilados a lo largo del mes de enero. Se detalla el tipo de armas incautadas a las víctimas en su evasión frustrada: una aguja costalera, una cuchilla engarzada en una vaina de bala, un trozo de hoja de lata con filo y una barra de hierro cuadrada de unos 80 centímetros de largo por uno de grueso. Entre los que fueron eliminados la noche del intento de fuga se encontraba Fernado Lizarbe Estruch, de 18 años de edad, supuestamente por haberse enfrentado a los guardias. Quizá, como consecuencia de ese intento de fuga, fue fusilado poco después el director de la cárcel, José Calvo.

Lizarbe esperaba sentencia por el proceso que se le seguía como consecuencia de haber escrito una pintada en la localidad de Puertollano unos meses antes, justo cuando acababa de cumplir esa edad. Fernando Lizarbe se dedicaba a la venta de naranjas y entre la correspondencia dirigida a sus padres, que guarda su sobrino nieto Fernando Lizarbe, en la que se felicitaba por el sabor dulce y bueno de las mandarinas, aludía al precio más barato de las naranjas, mostraba su grata sorpresa porque su hermano menor Gorín (Gregorio) hubiera mejorado en sus estudios escolares, y se preocupaba también de la cabra que estaba a punto de criar, aconsejando por eso a sus progenitores que no la vendieran.

A Fernando lo encerraron en la cárcel por haber escrito en un muro: Menos Franco y más pan blanco. "Si alguien quiere comprobar el peligro de muchos presos así marcados -leemos en el libro-, basta leer las cartas de Fernando y observar el recordatorio fúnebre con el que sus padres dieron la noticia de su muerte", sin especificar por supuesto en qué circunstancias, ni tampoco por qué motivo había sido encarcelado. Para saber esto han tenido que pasar ocho décadas, cuatro de las cuales discurrieron durante la democracia coronada.

Hasta 2011, Francisco Franco fue alcalde de honor de Puertollano. En la sesión plenaria que tuvo lugar para retirarle ese título 36 años después del fallecimiento del dictador, el 24 de noviembre de ese año, no se contó con los votos favorables del Partido Popular, que por entonces no estaba aliado como en la actualidad con la extrema derecha neofranquista en ayuntamientos y gobiernos autónomos como los de Andalucía, Murcia y Madrid.


Fuente →  elsaltodiario.com

banner distribuidora