El franquismo: un periodo tétrico


El franquismo: un periodo tétrico:
@ellibelaresc
La exhumación del genocida Franco nos da pie a comentar por tercera vez en menos de un año las excelencias genocidas de tamaño personaje. Porque no cabe la menor duda de que la dictadura de Franco supuso retrasar más de cincuenta años el reencuentro de España consigo misma, aplazando la resolución de todos los problemas que el país arrastraba desde las guerras carlistas y el enquistamiento de muchos de ellos. Además de los cientos de miles de personas que vieron truncadas sus vidas por la muerte, la tortura, la cárcel, el exilio, el robo de sus hijos o de sus bienes, los cuarenta años franquistas crearon un tipo de súbdito, que hoy parece resurgir al oír los comentarios de Abascal, Rivera, Casado y sus seguidores, orgulloso de su ignorancia, feliz de sus cadenas, satisfecho de su castración ética y cultural. En los brazos de curas y monjas, de futbolistas y toreros, de charlatanes de feria y defensores del Imperio, de cupletistas y copleros de medio pelo España vivió anestesiada por el terror y la propaganda, la doctrina incesante y la necedad de unos personajes mediocres y patéticos que nos convirtieron en la “reserva espiritual de Occidente”, un lugar al que venían los turistas como quienes hoy van al zoológico a ver animales extraños. Nada quedó en pie, nada limpio, auténtico, sincero, se sobrevivía con lo que había, en silencio, a hurtadillas, de soslayo, como no queriendo hacer ruido, dar la nota, sobresalir, destacar, disentir, cualquier cosa podía tener consecuencias irreparables, por lo tanto, era mejor seguir la corriente mientras una minoría se la jugaba luchando contra la tiranía sin ayuda de nadie, absolutamente de nadie. Fue un periodo tétrico, espantoso, temible, turbador, truculento al que muchos intentaron adaptarse con sus juguetes rotos, con la resignación cristiana que tanto ayudó al régimen a sobrevivir durante décadas.

El 24 de septiembre pasado ha sido un gran día, el día que permitirá poner fin a la dictadura al entregar los restos del peor español de la historia a sus familiares para que lo disfruten y veneren mientras miles de sus víctimas siguen todavía en las cunetas y las tapias de los cementerios esperando a que alguna vez la luz se abra sobre sus restos y puedan descansar definitivamente en paz.

No es la solución que uno habría deseado, tal vez el Valle de los Caídos debería haberse convertido en un juego de escape del terror presidido por el máximo causante del mismo, pero no cabe duda de que la decisión del Tribunal Supremo comienza a poner punto y final al franquismo, a sus panegiristas y aduladores. Ahora sólo falta que esa ideología criminal sea condenada y expulsada de entre nosotros para siempre jamás, que sus seguidores, justificadores y condescendientes sean considerados fuera de la Ley e incapacitados para cualquier cargo público. Entonces, como sucedió en Alemania tras la derrota nazi, habremos comenzado a estar en paz con nosotros mismos y con la Libertad. Fuente: Pedro Luis Angosto.


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