El auge de la extrema derecha, el conflicto y la simpatía
 

El auge de la extrema derecha, el conflicto y la simpatía: La semana pasada, el amigo Sebastián Martín publicaba el artículo "Revolución inminente y Ley de Murphy", con el que contestaba un artículo previo mío. En su texto, Martín muestra su disconformidad con la idea de que el conflicto sea una de las estrategias posibles del independentismo para intentar lograr arrancar un referéndum. Según él, por un lado, ello perjudica a todos porque da alas a la extrema derecha. Y, por otro, tampoco sería útil al independentismo que lo que debería hacer si quiere un referéndum no es confrontar sino "sembrar simpatías" en los españoles.

Entiendo que Martín esté preocupado de que se pierda otra oportunidad de conformar un gobierno PSOE-UP y desee que ERC lo facilite. Sin duda, entre el primero y un gobierno de la derecha yo también prefiero el primero. No obstante, lo que me ha sorprendido conociendo la rigurosidad, profundidad y carácter crítico que suelen caracterizar los textos de Sebastián, es que cuando al tema catalán se refiere, pudiendo usar múltiples argumentos transformadores y críticos para defender su opción, que los hay, no sea capaz más que de reproducir lugares comunes tramposos, conservadores, construidos sobre la falacia liberal superada hace más de un siglo y "españolocentristas" acerca del movimiento republicano catalán y su estrategia. Y me detengo en ello.

Los tres argumentos sobre los que fundamenta su posición: 1. La agudización del conflicto por parte del independentismo da alas al neofascismo; 2. Pudiendo tener un gobierno "de izquierdas", defender el conflicto sería un resorte anarquista que apuesta por el "cuanto peor mejor"; y, 3. Si los catalanes quieren un referéndum, lo que deberían hacer no es confrontar sino "sembrar simpatías".

1. En primer lugar, cuando afirma que la lucha por el derecho de autodeterminación genera el auge de la extrema derecha, está convirtiendo la consecuencia en causa. Lo que dice es cierto, sí hay una relación proporcional entre agudización del conflicto catalán y popularidad del españolismo, pero esto es la consecuencia ¿Por qué no se pregunta cuál es la causa de que esto suceda?

Esta hay que buscarla en el momento fundacional del régimen del 78. Como ya he expresado en otra ocasión, podemos distinguir dos tipos de momentos fundacionales: abiertos o populares y cerrados u oligárquicos. Los momentos fundacionales abiertos o populares surgen de una Historia social y llevan asociados valores de autodeterminación social. La toma de la Bastilla en 1789 o el cuadro de 1830 de la "La libertad guiando al pueblo" son visualizaciones de momentos fundacionales asociados a valores abiertos de resistencia, libertad, etc. Por el contrario, los momentos fundacionales cerrados u oligárquicos surgen de la Historia de Estado y llevan asociados valores de sobredeterminación. La imagen del acto de 22 de noviembre de 1975 en el que Juan Carlos I presta juramento, por Dios y sobre los santos evangelios, es una visualización de estos otros momentos asociados a valores cerrados conservadores.

Los momentos fundacionales abiertos o populares y sus símbolos son disputables en beneficio de los objetivos de la izquierda, ya que, a pesar de ser usados también por la derecha, los valores de autodeterminación social que reproducen pueden ser también una herramienta discursivamente poderosa para mostrar que es el Poder y no los dominados quienes los están vulnerando. Nada de esto ocurre con los momentos fundacionales cerrados u oligárquicos y sus símbolos, como los españoles vigentes. En tanto que estos constituyen formas de unificación alrededor de valores sobredeterminados y cerrados de adhesión al régimen del 78 (Monarquía, unidad nacional, etc.), nunca de autodeterminación ni rebeldía, su utilización reafirma la lógica de unificación social en torno a valores pro régimen y reasegura el rechazo social a todo discurso que problematice con el statu quo (República, independentismo, etc.).

La causa del auge de la extrema derecha hoy en España no es el independentismo, esto es la consecuencia. La causa es que la construcción ideológica de la sociedad alrededor de un momento fundacional cerrado y oligárquico, lo que hace es que cuando se ubica en el centro del debate el cuestionamiento de la bandera española, únicamente se pueda dar una lógica de unificación social en torno a elementos derechizantes. Pero esto no es culpa del independentismo sino de la existencia del régimen vigente surgido de la Transición.

En este caso, afirmar que la culpa del auge de Vox es responsabilidad inmediata del independentismo supone convertir la consecuencia en causa, la víctima en victimario, y construir un muro o velo detrás del cual se oculta el verdadero culpable del neofascismo: el régimen. Invito a Sebastián Martín a hacer caer este velo y detenerse en las causas de las cosas, posiblemente entonces pueda compartir que lo que da alas a la extrema derecha no sea combatir el régimen sino repetir discursos que reproducen el mismo. Y, precisamente por eso, las luchas democráticas contra el régimen, como es la lucha republicana, sea española o catalana, no son las que consolidan el neofascismo sino la única vía para acabar con la causa real que posibilita su consolidación: el régimen del 78.

2. En segundo lugar, señala que pudiendo tener un gobierno "de izquierdas", defender el conflicto sería un resorte anarquista que apuesta por el "cuanto peor mejor". Sobre esto, no puedo discutir su afirmación de que repetir elecciones implicaría la victoria electoral del PP y Vox. Yo no lo creo, esta última vez no ha sucedido, pero como me parecería absurdo discutir sobre futuribles que ni él ni yo podemos saber de antemano, no entraré. Lo único en que puedo entrar es en su visión pesimista del conflicto. En concreto, viene a plantear una defensa sólo coyuntural del mismo, queriendo decir que cuando gobierna la derecha este es positivo y permite avanzar, sin embargo, cuando gobierna la izquierda el conflicto no es recomendable y hace retroceder. No estoy de acuerdo.

Poulantzas lo explica muy bien. Una ocupación del gobierno por la izquierda no significa, automáticamente, que controle los aparatos de Estado ni el Poder. Tanto más cuanto la compleja organización institucional del Estado permite a la derecha, en el caso de que los primeros se hagan con determinados cargos, desplazar los lugares de poder real hacia otros aparatos o ramas, convirtiendo los espacios ocupados por la izquierda en espacios de poder formal. Al igual que la sociedad civil, los aparatos de Estado están también atravesados por la lucha de clases. Ahora bien, por otro lado, ello tampoco significa que debamos renunciar al Estado ni que este no pueda usarse jamás para aplicar políticas transformadoras. Pero la única manera de hacerlo es existiendo fuertes y combativas luchas populares en el ámbito de lo civil que otorguen una relación de fuerza suficiente capaz de permitir a la izquierda en el interior de los aparatos de Estado imponer su voluntad por encima de la derecha. Las victorias en las luchas que atraviesan lo civil repercute directamente en las posibilidades de imponer la voluntad del bloque democrático en la lucha que atraviesa lo institucional. Incluso cuando gobierna la izquierda, el conflicto nunca genera retroceso, siempre avance. ¿De verdad cree que en un gobierno PSOE-UP, los segundos tienen alguna posibilidad de convencer a los primeros para activar una constituyente, reconocer un referéndum o el carácter plurinacional, federal, confederal, etc. para resolver el conflicto catalán, si no existe una fuerte conflictividad al respecto?

3. Y, en tercer lugar, afirma que si los catalanes quieren un referéndum, lo que deberían hacer no es confrontar sino "sembrar simpatías" en los españoles para promover actitudes para su reconocimiento. Este es un argumento construido sobre la falacia liberal decimonónica ya superada según la cual, en su relación intersubjetiva, dos partes se encontrarían en una posición de plena igualdad y libertad para poder debatir, intercambiar opiniones, ganar las simpatías y convencer al otro, sin otro límite que su libre autonomía de la voluntad. Y que si los catalanes no se ganan la simpatía es porque no tienen voluntad para ello. Se trata de una manera de entender la relación entre ambas partes que elude, por completo, que esta es una relación atravesada por la criminalización que los medios de comunicación, los montajes policiales y de Estado mediante la fiscalía, etc. hacen del movimiento republicano catalán como "terrorista", construyendo unos códigos de enunciación en la población española de odio y animadversión hacia los primeros. La relación entre ambas partes no es de plena igualdad y libertad. Pero de ello tampoco encontramos ni una sola palabra en el texto de Martín donde la culpa es de los catalanes que no son lo bastante "simpáticos".

Curiosa manera la de pedir simpatía a los otros cuando se escribe desde el "españolocentrismo" y la falta de empatía absoluta hacia los compañeros y amigos republicanos represaliados en Catalunya. Su discurso se basa en una supuesta concepción utilitarista según la cual el bien-objetivo final: la mayor felicidad del mayor número, esto es de la Nación entera, que presuntamente derivaría de manera automática de un gobierno PSOE-UP, en tanto produce un máximo balance neto de satisfacción, debe pasar por encima de las violaciones de derechos de unos pocos que, a pesar de ser objeto de represión, brutalidad y montajes policiales, encarcelamiento, exilio, etc. (también por parte del PSOE), lo que deberían hacer para no despertar al neofascismo ni provocar un escenario regresivo, es no entrar en conflicto, callar e intentar hacerse los simpáticos. España siempre lo primero, lo demás, minucias.

No quiero terminar el artículo sin agradecer a Sebastián Martín, amigo y compañero del Grupo Ruptura, quien, a pesar de no estar de acuerdo en este tema, es una de las personas a quien más quiero y respeto intelectualmente en la academia española, por leerme y querer debatir conmigo. Habiendo expresado esto, por mi parte daré por cerrado este debate, deseando poder abrir con él muchos otros, por aquí o con una cerveza delante.


Fuente →  eldiario.es

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