Las heroínas olvidadas de la represión franquista

Las heroínas olvidadas de la represión franquista: Al menos el 80 por ciento de la población penal en las cárceles de España después de la guerra eran presos políticos; cientos de miles de personas que dejaron a sus familias huérfanas. Muchas mujeres, madres y esposas, tuvieron que librar una batalla igual o más dura que la de ellos.

El documental ‘Sueños de libertad’ (2019), no sólo inmortaliza fílmicamente la memoria del poeta Marcos Ana y su palabra, sino que ofrece un valioso y necesario testimonio colectivo a través del cual otros ex presos políticos y varios historiadores e historiadoras nos descubren el importante papel que jugó la mujer en ese período negro y sepultado de la historia de España.

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Según el historiador Julián Vadillo Muñoz, la derrota de la mujer fue doble, la de la mujer republicana y la derrota como mujer: "El período de conquista social que las mujeres venían fraguándose desde el siglo XIX con la creación de organizaciones que le dieron esa posibilidad, así como el divorcio o la ley del voto, pero no solo eso, los espacios de sociabilidad en los ateneos libertarios, en las organizaciones socialistas... esa igualdad de la mujer que había conquistado durante mucho tiempo, se ve completamente fulminada durante el Franquismo. Eran las mujeres de los rojos o las rojas, las que recibían un trato peor, como el caso de las rapadas o las mujeres a las que les robaban los niños, que también se produjo por políticas eugenésicas cercanas a lo que el nazismo había establecido a partir de personajes como Vallejo Nájera, que decía que había que separar a las mujeres rojas, pues portaban el gen rojo que podía transmitirse de generación en generación. Todo esto lo sufrieron las mujeres".


Fernando Macarro (nombre auténtico de Marcos Ana) narra que la familia fue lo más duro para los presos políticos, porque ellos tenían fuerzas suficientes para aguantar la cárcel y el maltrato de los guardias: "las familias eran el centro de nuestro drama, de nuestras mujeres, que muchas veces, bajo la lluvia o bajo el sol, en horas intempestivas, tenían que estar esperando con sus paquetes y acceder a la ventanilla, para en muchas ocasiones escuchar que no podían entregarlo porque ya lo habían fusilado; esto era lo más tremendo".

Este hondo y excepcional trabajo documental nos deja historias tan escalofriantes como la de Ana Faucha, que deberían estudiarse en los libros de texto como referentes de lucha en las dictaduras. Fernando cuenta el relato de forma estremecedora: "La señora Faucha era una mujer que vivía en Málaga. Su marido había muerto en la guerra y lo único que le quedaba era su hijo, que estaba preso en la prisión de Valdenoceda (Burgos), en la otra punta del país. Vivía sin recursos como la mayor parte de España en la posguerra  y un día decidió, con toda su voluntad y su corazón, lanzarse a un largo viaje para ver a su hijo, haciendo autostop en la carretera y muchas veces andando. Cruzó todo el país para nada y lo peor fue que, cuando llegó a prisión, le dijeron que no podían comunicarla con su hijo porque estaba en una celda de castigo. Ana Faucha, que había  incluso pedido limosna durante el trayecto, pero no para ella, sino para hacerle un paquete a su hijo, no le permitieron ni siquiera entregarle algo tan fundamental como la comida porque estaba castigado. A pesar de eso no se marchó. Estuvo merodeando por la cárcel varios días hasta que se la encontraron muerta junto a los muros de la cárcel, cubierta de nieve y al lado de un pájaro oscuro. Fue un símbolo del sacrificio de todas aquellas mujeres que resistieron ante la represión franquista".

Asimismo, el poeta recuerda sonriente una anécdota a colación del compromiso político de las mujeres: "Me estuvieron torturando en la DGS y muchos compañeros sabían que yo había resistido sin delatar a nadie. Recuerdo que en un momento que nos juntábamos en los lavabos, se acercó una mujer que también estaba presa y era como la jefecilla del expediente de las mujeres; me dio un abrazo y me dijo, ‘muy bien muchacho, te has portado como una mujer’ “.

Matías Esteban, ex preso político, señala en el documental que la mujer española libró una batalla seria porque los presos vivieran lo mejor posible, no solo en el sacrificio de la comida, ya que se quedaban sin comer muchas veces cuando llevaban el paquete, pues era una época de hambruna, sino porque lucharon como las activistas más aguerridas para evitar que pasara lo que ocurrió en los campos de concentración alemanes.

Sueños de Libertad’ también rescata la figura de Las Madrinas, que consistía en mujeres que amadrinaban a aquellos presos políticos que estaban completamente solos, sin familia ni amigos, para darles todo el apoyo del mundo. Se trata de otro hecho poco difundido, el de esas heroínas olvidadas que entregaron tanto y a cambio fueron arrumbadas por la memoria colectiva, como suele ocurrir en la historia de los vencidos y vencidas; estas últimas siempre se llevaron la peor parte.

Natividad Apolina fue una de esas madrinas. Su testimonio es breve y desgarrador a la vez: "Yo era muy joven, tenía 17 años cuando iba a verles, con miedo para no decírselo a mi abuelo, porque él siempre tenía miedo. El miedo no se le quitó nunca, porque les daban cada paliza... Pasaban mucha hambre. Les llevábamos comida, pero muchas veces no se la pasaban".

En palabras de Marcos Ana, "las madrinas eran normalmente mujeres de nuestras propias familias o vecinas que amadrinaban a un preso y se encargaban de ir a verle, pero siempre tenían que decir que eran hermanas o algo así, aunque no fuesen familiares, y ya se encargaban de hacer comidas y cosas así. Era sobre todo una forma de que hubiera una comunicación con la calle, porque suponía un aire fresco para nosotros. Llegaron a jugar un papel fundamental en nuestra supervivencia".

Luis Berlinches, otro ex preso político, relata que "se creaban comunas para aliviar la falta de comida que había en las cárceles, porque a veces hacíamos protestas por la escasez de alimentación y las malas comidas que nos ponían. Con los paquetes que nos llegaban, nos aliviábamos un poco".

En relación a las comidas de aquellos penales tenebrosos, Marcos Ana se retrotrae para contar uno de los episodios más angustiosos de sus 20 años entre rejas, el del hambre: "Te daban un caldo, pero con el cazo a veces te podían caer trocitos de tocino, que cuando los veías estabas deseando que cayeran en tu plato y cuando sentías las puertas de las celdas, que se abrían y se cerraban, significaba que ya llegaba la gaveta y acto seguido empezabas a salivar. Te daban un pan que te arañaba el paladar y soñabas que si te caía tocino podías untarlo con él. Un día, estando en esa situación, abrieron la puerta y me echaron con el cazo dos trozos de tocino. Yo ya estaba ya feliz con todo aquello cuando el preso que venía detrás del guardián con la gaveta, me chivó en voz baja y sin levantar la cabeza, que había huelga de hambre general. Así que yo ipso facto volqué el rancho. El guardia me dijo que porqué hacía eso y le respondí que había huelga de hambre general en el patio. Él me preguntó qué tenía que ver eso conmigo y yo le contesté que éramos una misma familia. Y me quedé sin comer".


Fuente →  kamchatka.es

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