Gobierno de concentración nacional: la opción autoritaria que baraja el PP

Los populares siguen prefiriendo la parálisis institucional y unas terceras elecciones antes que dejar gobernar a Sánchez como candidato más votado

Gobierno de concentración nacional: la opción autoritaria que baraja el PP: La noche del 23F de 1981, cuando ya era evidente que el golpe de Estado había fracasado, el general Alfonso Armada propuso un Gobierno de concentración nacional al teniente coronel Antonio Tejero que supuestamente contaba con el beneplácito del rey y de todos los partidos. En aquella famosa lista que trascendió a la opinión pública estaban, además del propio general en calidad de presidente (faltaría más), Felipe González como vicepresidente; Manuel Fraga para Defensa; los comunistas Jordi Solé Tura y Ramón Tamames; y algunos representantes de las élites financieras como Carlos Ferrer Salat (presidente de la CEOE) y el empresario Antonio Garrigues Walker, entre otros.

Tal como era de esperar, aquel pintoresco gabinete fue rechazado de plano por el enfurecido Tejero, que sin duda debió preguntarse si Armada se había vuelto loco al implicar a medio Ejército en la descabellada aventura de un golpe de Estado para terminar metiendo a un hatajo de socialistas y comunistas en el Consejo de Ministros, un auténtico disparate que nunca hubiese salido bien y que solo tenía sentido en la cabeza del viejo “elefante blanco”.

Hoy, cuando la sombra de la parálisis institucional y de unas terceras elecciones vuelve a planear sobre el país, cierto sector de la derecha española representada por el Partido Popular insiste en proponer la “solución Armada”, el “Gobierno de concentración nacional” para sacar a España del grave atolladero en el que se encuentra. Voces autorizadas como la portavoz del Grupo Popular en el Congreso y diputada electa del PP por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, han llegado a defender ese estrambótico y variopinto Ejecutivo sin sentido en el que supuestamente estarían PSOE, Partido Popular y Ciudadanos. A su entender, esa sería la “alternativa” a un Gobierno de Pedro Sánchez con la “extrema izquierda de Podemos” y “los partidos sediciosos separatistas”.

Ni que decir tiene que la idea de Cayetana resulta tan extravagante y anacrónica que solo puede venir de una mente autoritaria que aún sueña con viejos pronunciamientos decimonónicos y que ni ha entendido nuestra historia más reciente ni la realidad política española contemporánea. El término “Gobierno de concentración nacional” debería producir escalofríos en cualquier demócrata que se precie, ya que supondría retroceder medio siglo en el pasado, y no deja de ser un elaborado eufemismo para tratar de camuflar lo que realmente anhela la portavoz popular: una especie de golpe de timón con fanfarria y acompañamiento militar, un Estado tutelado con derechos y libertades recortados, en definitiva el final de la democracia tal como hoy la conocemos. Lo del “Gobierno de concentración nacional” huele a tejerazo pactado y sin violencia, a pronunciamiento civil con alevosía y nocturnidad, a fraude al pueblo. Ningún secretario general del PSOE en su sano juicio (y de momento Pedro Sánchez parece que sigue teniendo la cabeza en su sitio) aceptaría caer en la trampa de participar en semejante mascarada de Gobierno junto a la derecha más reaccionaria de Europa, ya que ello supondría no solo enterrar los 140 años de digna historia del partido, sino adulterar la esencia misma del juego democrático.

De servir para algo, tal Gobierno de concentración nacional solo sería útil para “marcar” de cerca a Pedro Sánchez, para maniatarlo, amordazarlo y secuestrarlo, de tal forma que no se le ocurriera tomar ninguna medida izquierdosa por el bien del pueblo y en contra de la patronal, la banca y los intereses del Íbex35. Acto seguido se le obligaría a firmar la defunción de los partidos nacionalistas y la España de las autonomías quedaría reducida a aquella España centralista, el modelo de “una, grande y libre” que seduce no solo a Cayetana Álvarez, sino a Aznar y a sus hijos ilegítimos de Vox.

Casado también parece estar en ese discurso estéril mientras Núñez Feijóo (el supuesto moderado del partido y hombre llamado a reflotar la maltrecha nave genovesa) ha reforzado las tesis de Álvarez de Toledo al asegurar que el PSOE que dirigían Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba −“constitucional, socialdemócrata, con proyecto para toda España”−, hubiera tomado la iniciativa de llamar al PP la noche electoral para negociar esa gran coalición. Todo lo cual nos lleva a sospechar que ya no queda ni un solo demócrata de raza en ese partido donde nadie se atreve a plantear la pregunta del millón que, por patriotismo y sentido de Estado, deberían hacerse los populares en este momento trascendental: “¿Por qué no abstenernos y dejar que gobierne el candidato que ha ganado las elecciones por el bien del país?” A fin de cuentas, eso es lo que ha querido la mayoría de los españoles.


Fuente →  diario16.com

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