La (otra) última imagen de Franco

La (otra) última imagen de Franco: Isabel Cadenas Cañón /  Sombra de la cruz del Valle de los Caídos. SANTI DONAIRE

"¿Nos interesa, más allá del morbo, la imagen que certifique el estado de conservación del cuerpo del dictador? ¿Es esa, realmente, la imagen 'políticamente' importante?", escribe la autora.

Cuando se supo que el Gobierno iba, al fin, a sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos, entre los muchos debates, estaba el de la imagen: si debía haber prensa o si no, si tenía que hacerse de noche y en una fecha secreta o de día, con luz y taquígrafos. Si necesitábamos una imagen que certificara que se había sacado su cuerpo, o si la imagen más poderosa era, precisamente, que no la hubiera. El debate de la imagen era, claro, el debate del relato.

Poco a poco hemos ido conociendo los planes del Gobierno para llevar a cabo el traslado. Y hemos ido sabiendo que todo estaba pensado: que llevan días peinando la zona para que no se les cuele ninguna cámara oculta, ninguna grabadora; que habrá un estricto control de seguridad para los 22 familiares de Franco, cargos del Gobierno y operarios que vayan a estar presentes en el proceso, para que nadie pueda meter un móvil en la basílica; que una carpa rodeará el lugar exacto del enterramiento donde solo podrán entrar dos familiares de Franco, algunos cargos del Gobierno y los operarios. Todo sin móvil, ni cámaras, ni grabadoras.

El Gobierno ha decidido que no habrá imágenes de la tumba de Franco en el Valle de los Caídos y lo ha organizado con pulcritud extrema. Como si esa fuera la imagen principal, la imagen trascendente. ¿Nos interesa, más allá del morbo, la imagen que certifique el estado de conservación del cuerpo del dictador? ¿Es esa, realmente, la imagen políticamente importante?

Me pregunto estas cosas porque, en esta sociedad de lo espectacular en la que vivimos y nos informamos, a la ausencia de una imagen le sigue, automáticamente, la búsqueda de otra que pueda llenar ese vacío. El celo que el Gobierno ha puesto para que esa imagen no exista contrasta con lo poco que parece haber pensado (o en lo extrañamente que parece haber pensado) en la imagen que va a existir: la de los 300 metros que hay entre la puerta de la basílica del Valle y el coche fúnebre que esperará al ataúd en la explanada. Mañana, cuando los medios de comunicación de todo el mundo se conecten en directo a la señal de TVE, la primera imagen que tendremos de Franco desde 1975 será la de su familia sacándolo de la basílica a hombros. La imagen de la España moderna que se atreve a lidiar con su pasado que quiere dar el Gobierno es la misma imagen de la España que en 1975 velaba –obligada o no– el cadáver de Franco: la del ataúd de un dictador portado a hombros, retransmitida por la cadena pública de televisión. El NO-DO rebobinado.

Solo esta imagen es, ya, para mí, una derrota: la derrota del tuvimos una oportunidad de hacer las cosas bien, pero no nos atrevimos.

Pero hay más: el Gobierno se ha encargado de repetirnos estos días que no habrá honores, ni banderas, en el Valle de los Caídos. Que la familia los solicitó, pero se los denegaron. Salvo que: el cuerpo de Franco va a ser bendecido por el Prior Cantera, allí, en un acto de Estado. Y salvo que no sabemos lo que puede pasar en esos 300 metros entre la salida de la basílica y la explanada: como si el Gobierno confiara en la buena fe de una familia que, hasta el último minuto, sigue boicoteando activamente el traslado de los restos de Franco. Y escribo “el último minuto” de manera literal: hasta ese minuto de oro en la televisión pública, en directo y en hora de máxima audiencia, que les estamos regalando.

Mientras escribo esto pienso en una realidad alternativa en la que el Gobierno decide exactamente lo contrario: difundir una imagen sola del desenterramiento de Franco –no una imagen morbosa, ni una imagen sensacionalista: una imagen documento, una imagen que certifique– y, después, corta todas las emisiones: deja a la familia que haga con Franco lo que quiera, sin hacernos vivir en directo el cortejo fúnebre, las manifestaciones ultras, sus caras compungidas. Una realidad alternativa en la que lo que el Gobierno considera de interés público es la ejecución de una orden que ha tardado 44 años en llegar, y no las decisiones de la familia Franco.


Fuente →  lamarea.com

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