La extrema derecha en España

La extrema derecha en España: En las últimas décadas los partidos de extrema derecha en Europa han experimentado un rápido crecimiento que los sitúa como posibles partidos de gobierno. Son partidos políticos que se caracterizan por explotar sin complejos el discurso de la inmigración, del racismo o el de la “indignación social” para incrementar su perfil electoral y que, en algunos casos, pueden llegar a ser definidos como formaciones antisistema con rasgos antidemocráticos. En países como Francia, Holanda, Polonia o Hungría estos partidos políticos han alcanzado un alto apoyo popular, mientras que en España apenas han tenido espacio político hasta la irrupción de VOX en 2018 que ha modificado sustancialmente el tablero político español.

En los primeros tiempos de democracia, la extrema derecha española fue incapaz de adaptarse a la nueva realidad democrática y a una sociedad que se alejaba de los valores del franquismo. Formaciones como Falange de las Jons o Fuerza Nueva fueron incapaces de competir electoralmente con la Alianza Popular de Fraga Iribarne (AP) que, entre 1977 y 1979, consiguió atraer el voto conservador más reacio al cambio democrático. A partir de 1982, la desaparición de UCD acelera el proceso de concentración de la derecha política bajo las siglas de AP, sin dar la más mínima oportunidad a que la derecha radical consolide un mínimo espacio político. En los años noventa, los partidos de extrema derecha en España tampoco supieron aprovechar la creciente crítica social hacia los sistemas democráticos europeos donde la corrupción de los partidos tradicionales, los primeros efectos económicos de la globalización y el aumento del fervor nacionalista favorece el crecimiento de la extrema derecha. Con la excepción del Grupo Independiente Liberal (GIL), que obtiene algunas alcaldías en Andalucía, la derecha populista apenas tiene protagonismo en un contexto político donde la corrupción golpea casi exclusivamente al PSOE y apenas tiene incidencia en el gran partido de la derecha española (PP). La tercera y última intentona, en un contexto de crisis económica y de creciente corrupción del PP, se produce entrado el nuevo siglo con denominaciones como España 2000, Plataforma per Catalunya o VOX. Estos partidos obtienen algún concejal utilizando un discurso muy duro contra la corrupción y la inmigración, pero su peso político es irrelevante hasta las elecciones autonómicas andaluzas (2018) donde VOX obtiene un 10,9%. Este cambio de ciclo se consolida en las elecciones generales de abril de 2019 (VOX, 10,26%) y tiene continuidad en las elecciones europeas de mayo de 2019 (VOX, 6,2%).

Durante años, la polarización del discurso migratorio ha tenido poca incidencia en la sociedad española, puesto que la acción de gobierno de PSOE y PP ha actuado de barrera de contención. La escasa politización del tema migratorio, el gran peso de la inmigración de América Latina y la continuidad en las políticas migratorias de PSOE y PP ha dejado poco espacio político a los partidos que han hecho bandera del discurso anti-inmigratorio. No obstante, la acción de la gran crisis financiera (2008-2015) y sus consecuencias (incremento del desempleo y de la pobreza de los hogares) ha fortalecido el discurso anti-inmigratorio y ultranacionalista de VOX y ha permitido que la extrema derecha alcance, por primera vez, cotas electorales importantes en determinados territorios españoles. En este sentido, los datos sobre las últimas elecciones andaluzas de 2018 son elocuentes. Como se puede observar en la tabla I, en los municipios con mayor población extranjera VOX tiene una proporción de voto mucho mayor (19-30%) a la obtenida en el conjunto de Andalucía (10,97%), mientras que poblaciones como Sevilla, Dos Hermanas o Carmona donde la proporción de extranjeros es baja el voto de VOX también es mucho más reducido y se asemeja a la media andaluza.

Otra de las hipótesis explicativas más relevantes para comprender este largo periodo sin la presencia de la extrema derecha consiste en la volatilidad de un clivaje clave en el mapa político español; el “centro–periferia”, cuya polarización ha sido una constante en la historia de la democracia española. El conflicto con los partidos nacionalistas vascos y catalanes ha sido un permanente campo de batalla que ha dejado muy poco espacio al debate público. Esta polarización que divide a la población española (un 23,1% pide mayor autonomía mientras que un 30,9% reivindica mayor centralización, CIS 2018), ha sido durante muchos años un potente instrumento electoral que ha favorecido a la derecha tradicional y que, en parte, explica la dificultad que ha tenido la extrema derecha para entrar en el sistema, puesto que el espacio de los valores tradicionales, la defensa de la nación española y el centralismo político ha estado muy sólidamente ocupado por el Partido Popular.

Sin embargo, el recrudecimiento del conflicto territorial catalán, que culmina con la declaración “virtual” de la independencia de Cataluña en octubre de 2017 y con la posterior “judialización” del proceso independentista, es un factor importante a tener en cuenta para explicar la emergencia electoral de la extrema derecha en España. En este contexto, el discurso de extremo centralismo o radical nacionalismo de VOX, en contraposición a la debilidad “percibida” por la respuesta de Rajoy al problema territorial, sí que ha abierto un importante hueco electoral que ha ocupado VOX y que ha contribuido a radicalizar, aún más, el discurso territorial del PP y de Ciudadanos. En este sentido, la extrema polarización del debate “España-Cataluña”, junto con los numerosos casos de corrupción del PP han sido, sin lugar a dudas, factores principales que han permitido que VOX haya podido tener cabida en un espacio político que tradicionalmente ha estado ocupado por el PP.

Como conclusión final solo cabe constatar que la “excepción española” que, durante décadas, había afianzado una acción de gobierno que había actuado de barrera de contención para impedir la irrupción de partidos populistas de derecha, ha dejado de existir. VOX es un fenómeno político en pleno proceso de “normalización” que, sin duda, lo convertirá en un actor más de la política española.


Fuente →  blogs.publico.es

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