¡Viva España con honra! ¡Abajo los borbones!

¡Viva España con honra! ¡Abajo los borbones!: Arturo del Villar
EL jueves 17 de setiembre de 1868 la Gaceta de Madrid anunciaba en su primera plana que “S. M. la Reina nuestra Señora (Q. D. G.), acompañada de S. M. el Rey su augusto Esposo y excelsos Hijos, ha resuelto trasladarse a San Sebastián en el día de hoy, a la una de la tarde”. La familia irreal con-tinuaba las vacaciones en sus palacios del Norte, para no sufrir los calores madrileños. No tenían otra cosa que hacer. El pueblo trabajaba para mante-ner a todos sus miembros legales, y a los ilegales que deshacían las camas de sus majestades los reyes católicos con sus respectivos amantes.

Pero aquella noche se reunieron en la bahía de Cádiz, a bordo de la fraga-ta Zaragoza, el brigadier Juan Bautista Topete, capitán de la flota, de la Unión Liberal, con el primer comandante, Rafael Malcampo, y el segundo, Francisco Castellanos, para tratar sobre un nuevo proyecto de golpe de Es-tado. A la madrugada se les unieron el general Juan Prim y los políticos Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla, los tres progresistas. Esta-ban de acuerdo en que había llegado la hora de sublevarse contra la corrup-ción en la que se hallaba hundido el reino, a causa de los escándalos sexua-les y financieros de Isabel II de Borbón, conocida popularmente por el mote de Isabelona, debido a sus gorduras.

La escuadra se componía de las fragatas Zaragoza, Villa de Madrid, Te-tuán y Libertad; las goletas Edetana, Santa Lucía, Concordia y Ligera; los vapores Ferrol, Vulcano e Isabel II, y los transportes Santa María y Torna-do. El brigadier Topete se puso al frente de la sublevación y redactó un manifiesto a los gaditanos, exponiendo los motivos para la rebelión militar, que deseaba ampliar a todo el pueblo, porque era todo el pueblo español el que sufría las consecuencias de la inadecuada conducta de la soberana, es-cándalo de las cortes europeas. En sus principales párrafos dice:

Un marino que os debe señaladas distinciones, y entre ellas la de haber lleva-do vuestra representación al Parlamento, os dirige su voz para explicaros un gravísimo suceso. Éste es la actitud de la Marina para con el malhadado Go-bierno que rige los destinos de la Nación.
No esperéis de mi pluma bellezas. Preparaos sólo a oír verdades.
Nuestro desventurado país yace sometido años ha a la más horrible dictadura; nuestra ley fundamental rasgada; los derechos del ciudadano escarnecidos; la Representación Nacional ficticiamente creada; los lazos que deben ligar al pue-blo con el trono y formar la monarquía constitucional, completamente rotos.
No es preciso proclamar estas verdades; están en la conciencia de todos. […]
Expuestos los motivos de mi proceder y el de mis compañeros, os diré nues-tras aspiraciones.
Aspiramos a que los poderes legítimos, pueblo y trono, funcionen en la órbita que la Constitución les señale restableciendo la armonía ya extinguida, el lazo ya roto entre ellos.
Aspiramos a que Cortes Constituyentes, aplicando su leal saber, y aplicando lecciones harto repetidas de una funesta experiencia, acuerden cuanto conduzca al restablecimiento de la verdadera monarquía constitucional.
Aspiramos a que los derechos del ciudadano sean profundamente respetados por los gobiernos, reconociéndoles las cualidades de sagrados que en sí tienen.
Aspiramos a que la Hacienda se rija moral e ilustradamente, modificando gravámenes, extinguiendo restricciones, dando amplitud al ejercicio de toda industria lícita y ancho campo a la actividad individual y al talento. […]
Como a los grandes acontecimientos suelen acompañar catástrofes que em-pañan su brillo, con ventaja cierta de los enemigos, creo, con mis compañeros, hacer un servicio a la causa liberal, presentándonos a defenderla conteniendo todo exceso. Libertad sin orden, sin respeto a las personas y a las cosas, no se concibe.
Correspondo, gaditanos, a vuestro afecto, colocándome a vanguardia en la lucha que hoy empieza, y sostendréis con vuestro reconocido denuedo.
Os pago explicándoos mi conducta y su fin; a vosotros me dirijo únicamente; hablen al país los que para ello tengan títulos.
Bahía de Cádiz, a bordo de la Zaragoza, 17 de Setiembre de 1868.
JUAN B. TOPETE.

Tomado de la Gaceta de Madrid del 3 de octubre de 1868, páginas 5 y siguiente, actualizando la ortografía. El diario oficial no pudo, como es ló-gico, publicar el manifiesto revolucionario hasta que triunfó plenamente el movimiento insurreccional contra la reina disoluta.
Han pasado 151 años, y esas palabras mantienen su vigencia. La dinastía borbónica está infectada por la locura heredada de su primer rey en España, el fatídico Felipe V, y cuanto han hecho sus sucesores ha resultado nefasto para la historia de España. Especialmente repulsivos fueron los reinados del criminal Fernando VII y de su hija la ninfómana Isabel II, pero no ha habi-do ni un Borbón del que pueda decir algo positivo un español a lo largo de estos tres siglos largos de permanencia, salvo dos períodos de eclipse.
UNA REVOLUCIÓN MONÁRQUICA

Por eso los militares y el pueblo se unieron el 17 de setiembre de 1868 en una Revolución conocida como la Gloriosa, porque expulsó a la reina golfa en todos los sentidos con su Corte de los milagros, y dio al pueblo español la honra que nunca tuvo, seguramente porque no la merecía. Hasta ese 17 de setiembre en que empezó a repetirse por toda la geografía nacional un doble grito de libertad y de confianza: ¡Viva España con honra! ¡Abajo los borbones!


Los revolucionarios no eran republicanos, sino antiborbónicos, porque la dinastía había colmado la paciencia de todos cuantos la soportaban. A nin-guno de ellos se le ocurría proponer una solución republicana para cubrir la vacante en el trono. Rechazaban a la monarca que no supo reinar con dig-nidad, y por su causa a toda la dinastía con ella. El apellido Borbón debía ser borrado del futuro español, se pensaba entonces. El plan consistía en expulsar a la indeseable bribona borbona, y buscar después un recambio a título de rey con garantías de idoneidad y honestidad.

El hijo que podía ser su sucesor conforme a la Constitución era adulteri-no, porque el rey consorte gustaba también de los soldados, hasta que co-noció al que sería su amante final, llamado por los historiadores el fiel Me-neses. Al presunto sucesor, Alfonso, que llevaba falsamente más de ocho veces el apellido Borbón, dada la endogamia característica de la dinastía, se le apodaba el Puigmoltejo, a semejanza de Juana la Beltraneja, por ser hijo putativo del teniente de Ingenieros Enrique Puig Moltó, creado vizconde de Miranda por los servicios prestados a su lujuriosa majestad. Era muy guapo y tuberculoso, y el hijo heredó la enfermedad, ya que no la guapura.

Repárese en que Topete proponía un “restablecimiento de la verdadera monarquía constitucional”, y así se hizo, con la instauración de una nueva dinastía, la de Saboya, importada de Italia, así como la de Borbón lo fue de Francia, palabra que rima con desgracia, y así lo era en verdad.

El rey Amadeo I de Saboya era un hombre instruido, no padecía ninguna enfermedad mental, se mostraba amable con todos, pero en dos años se har-tó de soportar a unos cortesanos añorantes de la borbonidad que les permi-tía hacer cuanto querían, y a una clerigalla feroz enemiga de la Casa de Sa-boya, por haber privado al papa de sus dominios civiles, los llamados Estados Pontificios, y convertido a Roma en capital del reino de Italia. Las dos fuerzas opositoras influían sobre el pueblo analfabeto para que demos-trase despego por el nuevo monarca, tildándole de extranjero, como si los borbones descendiesen de don Pelayo, y ni siquiera del oso que se comió al rey Favila. Por breve tiempo el trono español estuvo ocupado por un mo-narca más culto, sensato y mejor gobernante que todos los borbones juntos, Amadeo I.

EL FIN DE LA CORRUPCIÓN

En la mañana del viernes día 18 la fragata Zaragoza disparó 21 cañonazos en señal de la insurrección. Se situó en la bahía, frente a San Felipe, y a las 13 horas la oficialidad se alineó en el puente de mando, con toda la marine-ría formada. Topete dio los gritos de ordenanza, seguidos por los de  Prim de “¡Viva la soberanía nacional! ¡Viva la libertad!”, coreados por todos los marinos y por los gaditanos agolpados jubilosamente en los muelles, mien-tras sonaba el Himno de Riego, como homenaje al heroico general que de-rrotó al tirano Fernando VII (inicialmente). Se sublevaron San Fernando y la Carraca, así como varias guarniciones provinciales. La Gaceta de Ma-drid publicaba en primera página como principal noticia del día esta repul-siva crónica cortesana:

S. M. la Reina nuestra Señora (Q. D. G.), acompañada de S. M. el Rey su au-gusto Esposo y excelsos Hijos, se embarcaron en Lequeitio a la una de la tarde de ayer en el vapor Colón, siendo despedidos por las Autoridades, corporacio-nes y toda la población con entusiastas y repetidos vivas.
A las seis desembarcaron en San Sebastián sin la menor novedad, siendo re-cibidos con los honores correspondientes y vitoreados con extraordinario entu-siasmo por la población entera.

No lo sería tanto, porque el fantasma de la revolución social recorría toda España, y de expandía por el mundo, dando cuenta de cómo el pueblo había decidido poner fin a la corrupción borbónica y comenzaba a gozar de su libertad. Después de tantas informaciones lamentables acerca de la vida en la España isabelera, se distribuía una demostrativa de que el pueblo recla-maba la oportunidad de vivir con honra, para lo que resultaba imprescindi-ble expulsar a la mujer más corrupta de Europa.

Se exilió en París con el amante de turno, Carlos Marfori, creado marqués de Loja por sus buenos servicios, y mantuvo su Corte de los milagros, ya que tenía bien situado el dinero robado al pueblo, y además los revolucio-narios permitieron que se llevara las joyas de la Corona, que como su pro-pio nombre dice pertenecía a la Corona de España, y no a una persona. La Gloriosa Revolución se hizo a la española, sin tomar como modelo la Fran-cesa; es el motivo de que no se completara.
Lo asombroso es comprobar que 151 años después los manifiestos lanza-dos por los revolucionarios conservan su actualidad. Por eso debemos cele-brar ese aniversario repitiendo como entonces: ¡Viva España con honra! ¡Abajo los borbones!   

ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO


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