¿Una presencia marginal? Mujeres y militancia en el anarquismo español


¿Una presencia marginal? Mujeres y militancia en el anarquismo español: El propósito de este artículo es reflexionar sobre la presencia de las mujeres en el anarquismo español en diversos periodos históricos: desde sus orígenes, con la Federación Regional Española, adherida a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), hasta la Guerra civil. Su actividad y compromiso fue minoritario al inicio, pero progresivamente creciente hasta el momento de auge durante la II República, cuando se concretizó una mayor actividad femenina en la esfera pública. Gracias a la metodología utilizada, las fuentes orales, he podido recuperar la experiencia de las militantes ácratas en diversas organizaciones en este último periodo, desde el sindicato anarcosindicalista hasta los grupos específicos anarquistas y la organización anarcofeminista Mujeres Libres (MMLL). Las largas historias de vida recogidas de una docena de mujeres me han permitido rescatar del olvido la militancia femenina libertaria en los años republicanos y valorar el grado y la calidad de su compromiso.

Con el inicio del movimiento obrero español encontramos ya las primeras mujeres militantes. En las reuniones y en los Congresos de la Federación Regional Española (FRE), celebradas a partir de 1870, asistían numerosas mujeres. Sin embargo, eran minoritarias las que ocuparon cargos o destacaron como oradoras, entre ellas podemos citar la maestra gaditana Guillermina Rojas y la gerundense Isabel Vila, ambas fueron secretarias del Consejo local de la FRE, de Madrid la primera y de Llagostera (Girona) la segunda. En los años del Sexenio Democrático (1868-1874) se fundaron numerosos clubs republicanos femeninos en varias ciudades españolas como Cádiz, Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca, donde encontramos varias mujeres activas en la esfera pública. Muchas de éstas iniciaron también su militancia en otras plataformas cercanas como la FRE. Ciertamente, el republicanismo, el internacionalismo y el librepensamiento estaban íntimamente ligados, militando en algunos casos hombres y mujeres en los tres ámbitos de manera simultánea. Se puede considerar al mismo tiempo este contexto como el inicio del feminismo de tradición obrera en España. Una dura represión contra el movimiento internacionalista y también contra las asociaciones femeninas se produjo con la Restauración de la monarquía borbónica en 1874, lo que impidió la consolidación de estas organizaciones.

Hasta 1881 no se pudo reorganizar el movimiento obrero con la creación de la Federación Regional de Trabajadores Españoles (FRTE). Numerosas huelgas por la mejora de los salarios y las condiciones de trabajo fueron realizadas a partir de su constitución. Éstas se realizaron en diversos sectores productivos, también en el textil con la participación de numerosas mujeres. Uno de los conflictos más importantes por su repercusión y por su dureza fue el conocido como “la huelga de las siete semanas”. Se produjo en Sabadell el mes de julio de 1883, destacando la obrera tejedora Teresa Claramunt, que sería más adelante importante dirigente de la organización FRTE. Ésta nota anarquista, junto a otras militantes femeninas, creó en 1884 la sección de trabajadoras anarco-colectivistas, siendo elegida secretaria junto a Gertrudis Fau, mientras que la presidenta fue Federación López Montenegro.

Se puede considerar Teresa Claramunt como una pionera del feminismo obrerista de carácter anarquista y también, de alguna manera, la precursora de las ideas de la organización anarcofeminista posterior, MMLL. Anarcosindicalista y obrera textil, activista sindical y feminista, tuvo un importante papel en el compromiso de defender los intereses de las trabajadoras explotadas por los patrones y sus luchas para mejorar su situación. Denunciaba la doble explotación que sufrían las mujeres trabajadoras por su condición de mujeres y de obreras. Claramunt se dedicó a la creación del asociacionismo obrero, y de manera particular de carácter femenino, donde las mujeres podían actuar sin la tutela de los hombres. Fue una oradora “amena y vibrante”[1]. También escribió numerosos artículos y animó diversas publicaciones anarquistas, siendo una de las voces más influyentes del anarquismo catalán de finales del siglo XIX y del inicio del siglo XX.

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Teresa Claramunt (1863-1931). Fuente: Wikipedia

Esta primera generación de mujeres militantes y anarquistas se encontraron en minoría y relativamente aisladas como género. Progresivamente la situación y el papel de la mujer en la sociedad fue cambiando. En los años veinte y treinta del siglo XX encontramos más mujeres interesadas en participar activamente en las luchas sociales y políticas. Federica Montseny fue una de las más destacadas, al ser también la primera española que llegó a ser ministra en el segundo Gobierno de Francisco Largo Caballero (noviembre de 1936). Cuando Teresa Claramunt murió pocos días antes de la proclamación de la Segunda República (11 de abril de 1931), la joven pero ya activa militante F. Montseny prometió ocupar su lugar [2].

LA SEGUNDA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL

Dos generaciones de mujeres anarquistas confluyeron en los años treinta. Las hijas “espirituales” de Teresa Claramunt, que habían nacido a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, como la ya señalada F. Montseny (1905-1994) y las nietas “espirituales” que eran las jóvenes que iniciaron su militancia en los años republicanos [3]. La generación de las hijas había iniciado su compromiso anteriormente a la República destacándose en las luchas laborales de los años de la Primera Guerra Mundial. Entre ellas podemos citar: Roser Dulcet (1881-1977), y su hermana Encarnación, Llibertat Ródenas (1891-1970) y Balbina Pi (1896-1973). Todas ellas eran como la misma Teresa Claramunt activas militantes del sector textil catalán y se distinguieron como oradoras y como luchadoras en las huelgas de 1918 contra el incremento del coste de la vida.

Durante los años republicanos existió una mayor afluencia de mujeres militantes en el movimiento anarquista, situación que no tenia ningún precedente anterior. La Segunda República fue especialmente favorable al reconocimiento de los derechos sociales e individuales femeninos, así como una mayor actividad y protagonismo en las organizaciones políticas y sindicales. Por lo que respecta al movimiento libertario, las podemos encontrar en el sindicato de la  Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en el grupo específico anarquista, la Federación Anarquista Ibérica (FAI), en las Juventudes Libertarias (JJLL), en la organización anarcofeminista Mujeres Libres (MMLL), y sobre todo en los Ateneos Libertarios, los organismos de divulgación cultural que se formaron en todas las ciudades y pueblos de España, especialmente en las zonas industriales y rurales donde existía el sindicato anarcosindicalista.

LA CNT, UN ESPACIO PRÁCTICAMENTE MASCULINO

Únicamente una minoría de mujeres militaron en el Sindicato confederal. Para entender el escaso compromiso existente con la CNT hay que tener en cuenta que éste era considerado socialmente como un espacio masculino y en consecuencia la actividad femenina fue minoritaria a lo largo de su trayectoria y aunque estuvieran afiliadas evitaban frecuentarlo. Las trabajadoras iban de manera puntual y únicamente en el caso de tener que solucionar algún problema concreto (despido, demandas de aumento salarial, etc.). También buena parte de los militantes masculinos consideraban que la asociación obrera no era una cuestión de mujeres y cuando hacían campañas de propaganda para aumentar la afiliación se dirigían a los hombres, argumentando a menudo la virilidad para activar una mayor defensa de sus intereses laborales y conseguir su adhesión al sindicato [4].

Aunque las jóvenes obreras trabajaran fuera del hogar, la familia normalmente no les permitía una mayor implicación en la esfera pública y no era bien visto que se preocuparan de las cuestiones laborales y políticas ni tampoco que asistieran al sindicato y a sus actividades. Dominaban las ideas patriarcales según las cuales las jóvenes tenían que focalizar su atención en encontrar marido y formar una familia. Por este motivo, se procuraba evitar que la hija frecuentase los ambientes anarcosindicalistas e iniciara una vida militante. Para Conxa Pérez, militante de la CNT durante la República, ésta era una de las causas de la ausencia de las obreras de los sindicatos:

“Los padres no les dejaban ir […] porque tenían miedo que las jóvenes se volvieses revolucionarias. Había un gran miedo antes ¿eh?, que se hiciesen sobretodo de la FAI. La FAI era el coco, por no decir la CNT, que no había más sindicatos. Pero que éstas se hiciesen de algún sindicato y que lucharan y esto, no les gustaba”. [5]

Conxa Pérez no tuvo nunca este problema, porque tanto su padre como su hermano mayor eran militantes cenetistas y veían con naturalidad su implicación. Ella había empezado a trabajar a los 13 años, como hacían la mayoría de las obreras, primero en una fábrica textil y después en una tipografía. Con la proclamación de la República y con la reorganización sindical de la CNT se afilió al Sindicato de las Artes Gráficas. Éste agrupaba en Barcelona 4.300 trabajadores y trabajadoras en el año 1931, aumentando hasta 8.000 durante los años posteriores. La mayoría de sus militantes eran masculinos. A pesar de ello, formó parte de la Junta del Sindicato, durante un tiempo, como vocal. Recuerda haber invitado alguna chica del trabajo para ir juntas, pero sin éxito:  “El sindicato costaba mucho, era una lucha continua. Es muy difícil esto para las personas que no tienen idea de ninguna clase de entrar en un sindicato […]Los sindicatos eran una cosa más revolucionaria. Íbamos de cara a los conflictos”.  

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Conxa Pérez (1915-2014). Fuente de la foto: CNT Puerto Real.

El escaso interés ante las cuestiones sindicales y laborales explica también la presencia marginal de las mujeres en los sindicatos. Se puede afirmar que las mujeres militantes que lograron superar los obstáculos sociales que tenían la mayoría de afiliadas, lo hicieron gracias al apoyo de los familiares también cenetistas o simpatizantes con el anarquismo. Para cambiar esta situación fue creada la Agrupación Cultural Femenina en Barcelona y otros lugares de España en 1935. Se potenciaba la participación de las mujeres en la CNT y se practicaba la ayuda mutua entre las asociadas tanto de las tareas domésticas como del cuidado de los hijos cuando tenían compromisos con el sindicato (asistencia a reuniones, mítines, conflictos laborales, etc.).

La participación femenina en el sindicato anarcosindicalista tuvo varios grados de intensidad: un primer nivel, incluye las que militaron ocupando diversos cargos y participando incluso en la Junta del Sindicato. También como oradoras en mítines y asambleas. Un segundo sector, fueron las militantes de empresa, las delegadas sindicales que normalmente recogían las cotizaciones entre los afiliados de su lugar de trabajo. En ambos sectores éstas fueron una minoría. Finalmente, el último grupo, el de las afiliadas, formaban parte las que se limitaban a cotizar y no tenían más relación con el Sindicato. Eran la mayoría de las mujeres obreras, con una escasa presencia en la CNT.

EL ATENEO LIBERTARIO, UN ESPACIO DE SOCIABILIDAD

Las mujeres demostraron un interés mayor por las actividades culturales del Ateneo Libertario. Mientras el Sindicato era frecuentado únicamente por una minoría femenina, el Ateneo contaba con una presencia de jóvenes de ambos sexos y de enteras familias. Eran muchas las obreras que participaban activamente en las múltiples propuestas que se ofertaban en en las diversas secciones: desde el excursionismo al cuadro escénico, de las clases de alfabetización a las conferencias, de las clases de esperanto a las lecturas comentadas hechas a partir de los libros de la biblioteca. Los socios podían socializar, formarse, discutir, participar como actores y actrices en obras de teatro y hacer salidas al aire libre por un módico precio. Las lecturas comentadas y las conferencias abrían la mente de las jóvenes que no habían tenido prácticamente ninguna formación en las escuelas, donde sólo habían aprendido a leer y escribir. La ideología anarquista y anarcosindicalista impulsaba la formación cultural como elemento imprescindible para poder participar en la revolución futura. Esta no podía ser hecha por analfabetos. Por este motivo, promovió a lo largo de toda su trayectoria los ateneos libertarios y las escuelas racionalistas como plataformas necesarias para llenar las lagunas de formación intelectual existentes en la clase trabajadora.

Durante la República existió una gran proliferación de Ateneos. Solamente en Catalunya se habla de la existencia de más de doscientos centros culturales de carácter diverso: racionalista, libertario, naturista, excursionista, sindicalista, etc. Y de éstos, setenta se encontraban en Barcelona y en L’Hospitalet del Llobregat [6]. No todos tuvieron una vida larga, por la represión gubernamental que sufrieron a partir de 1933, cuando  el Estado republicano endureció su posición respecto a la CNT [7]. A pesar de esta trayectoria intermitente, el papel de los Ateneos Libertarios fue fundamental para la formación de las jóvenes que los frecuentaron  durante aquellos años de relativa libertad política. Este es el caso de Conxa Pérez que siguió intensamente las actividades del Ateneo Faros, uno de los más importantes de Barcelona [8]: “El ateneo fue una verdadera escuela para mí, aquí es dónde aprendí casi todo lo poco que sé y, socialmente, pues muchas cosas”.

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Ateneo Libertario del Clot, Barcelona. Años 30. Fuente: Portal OACA.

Otros Ateneos importantes de Barcelona se ubicaron en diversos barrios, como Gràcia, El Clot, La Torrassa y Sants. El Ateneo del Clot se fundó en junio de 1931 [9]. Era el heredero del Ateneo Naturista Ecléctico creado en el barrio en la década de los años veinte. Este centro había sido muy activo en la difusión de las corrientes naturalistas e individualistas que se habían introducido en el anarquismo por influencia de los pensadores franceses, especialmente de Émile Armand y Han Ryner. El grupo “Sol y Vida” había sido el promotor de esta iniciativa, así como de la publicación de las revistas “Ética” e “Iniciales” [10]. Al comienzo el Ateneo contaba con una cincuentena de socios, casi todos jóvenes, pero muy pronto aumentó su número. Se constituyeron diversas secciones: la de esperanto, la excursionista, la de cultura y la de arte [11]. Posteriormente, se formó también una sección femenina que agrupaba específicamente a las afiliadas llegando a ser más de cincuenta. En esta sección es hablaba de las relaciones entre ambos sexos y la manera de conseguir la hermandad de la humanidad.

Concha Liaño había conocido el Ateneo Libertario del Clot, siendo todavía una adolescente, gracias a la invitación de su vecino Palmiro Aranda [12]. Allá encontró la identidad que tanto buscaba: “Cuando llegué al Ateneo vi que pensaban exactamente igual que yo, sobre la religión, sobre la familia, sobre el estado actual. Y eso para mí fue una bendición”. Descubrió el anarquismo, ideología de la que ya no se separó nunca más y junto a otros jóvenes libertarios del Ateneo un nuevo mundo, donde se sintió acogida y reconocida y además, un lugar donde poder participar de manera entusiasta a las diferentes actividades.

La sección de excursionismo era una de las más activas y, seguramente, la más popular ya que tenia una gran participación de las familias del barrio y también de otras zonas indistintamente de la edad y del género. Organizaba salidas semanales. Concha esperaba tota la semana a que llegara el domingo para ir  con ellos de excursión:

“Todo el Ateneo iba de excursión. […] Todos los domingos iban familias enteras, nos juntábamos muchos en esas playas -Y era muy bonito- los abuelos, los tíos, los niños. Y también hacían grupos que discutían siempre sobre las ideas. […] Fue una época muy bella y la gente muy sana. ¡Yo tengo unos recuerdos tan bonitos de eso!”.

LOS GRUPOS ANARQUISTAS: LAS JUVENTUDES LIBERTARIAS Y LA FAI

Mediante la implicación en las actividades de los Ateneos y los Sindicatos, algunas jóvenes se pusieron en contacto con los grupos de afinidad anarquista y comenzaron su militancia en las JJLL y en la FAI. La constitución de un grupo se hacía a veces con el grupo de amigos que se tenía previamente o con los nuevos que se encontraban en el Ateneo o en el Sindicato. Las amistades infantiles de las escuelas racionalistas eran también otro plataforma de conexión y de afinidad que servía para crear un grupo. Estaba formado entre doce y quince personas y se caracterizaba por un mayor compromiso e identificación con los ideales anarquistas que el que existía entre los miembros del Sindicato confederal. Los temas que unían al grupo eran los ideológicos y no los laborales y profesionales.

Un grupo podía formarse con el objetivo de llevar a cabo alguna actividad concreta, como la organización de un Ateneo, la creación de una escuela racionalista o la edición de un periódico. También podían preparar alguna acción concreta, como por ejemplo una protesta o un atentado. Cuando se quería crear un grupo lo único que se necesitaba era reunirse los interesados y de común acuerdo buscaban un nombre y solicitaban la entrada en la FAI. En los grupos, las mujeres tenían una presencia minoritaria, a menudo eran las hermanas y compañeras de alguno de los miembros masculinos.

La creación de grupos anarquistas fue importante durante los primeros años de la República, reduciendo su influencia en los años posteriores también por la persecución sistemática y la represión que sufrieron a partir del año 1933 en toda España. En el Pleno Nacional de Regionales de la FAI, reunido a finales de enero de 1936 en Madrid, había una representación de 225 grupos anarquistas catalanes, de los cuales 27 pertenecían a la ciudad de Barcelona [13].

Muchas veces, las iniciativas culturales y de propaganda provenían de los miembros más jóvenes, ya fuesen de los Sindicatos confederales o de los Ateneos. Este hecho hizo que existiera una cierta “especialización” de tareas. El trabajo de las JJLL se reducía sobretodo al ámbito cultural y de propaganda a diferencia de los adultos que se dedicaban a cuestiones organizativas relacionadas con la lucha económica y revolucionaria. Las JJLL fueron constituidas en el Congreso Nacional de Madrid el año 1932, cuando se  impulsó la creación de una organización peninsular.

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Concha Liaño comenzó a militar a las JJLL durante la República. Se integró al grupo anarquista “Sol y Vida”. Nunca estuvo sindicada a la CNT. El grupo participaba activamente en todos los actos que desde el Ateneo del Clot se organizaban. Para nuestra protagonista lo que perseguían las JJLL era:

“Un instinto de superación, un deseo de que hubiera justicia social. Pero sobre todo un instinto de superación. Un sentimiento muy grande de solidaridad con el resto de los mortales. Muchos deseos de hacer algo para que la situación que se vivía, de tanta desigualdad social, de tanta injusticia social, mejorara. El estar dispuestos a dar la vida para que esto se realizara. Eso eran las Juventudes Libertarias. Todos eran seres muy puros. Ya no hay muchachos como ellos”.

Otros grupos anarquistas tenían propósitos revolucionarios y estuvieron implicados en los acontecimientos sociales de los años republicanos. Éste era el caso del grupo de la FAI “Sacco y Vanzetti”, al que pertenecía Conxa Pérez.  Ella participó en los diversos movimientos revolucionarios que se organizaron en Barcelona en enero y diciembre de 1933.

Durante la insurrección del 8 de enero recibieron las órdenes del Comité de Defensa de Cataluña, coordinado por Joan García Oliver, de poner en marcha la táctica de la “gimnasia revolucionaria”. El ejército y la policía conociendo lo que se preparaba  ocuparon posiciones estratégicas en todas los barrios de la ciudad de Barcelona donde se preveían las acciones. El grupo de Conxa Pérez tenia que asaltar el cuartel de Sant Agustí en el centro de la ciudad:

“Y, a nosotros, aquel día 8 de enero nos tocó ir a asaltar un cuartel, que estaba en el centro de Barcelona. Y primero se prepararon unas bombas caseras, que no sabemos donde se hicieron […]. Las bombas no valían nada, y nos explotaban antes de tirarlas, algunas casi en las manos. No nos matamos entre nosotros por pura casualidad. Bueno, fue un fracaso”.

La mayoría de las militantes de los grupos anarquistas sufrieron la represión y la cárcel durante la República, siendo detenidas en los diferentes intentos revolucionarios que se realizaron en aquellos años. Conxa Pérez también fue detenida y hecha prisionera durante unos meses por su participación en estas acciones.

MUJERES LIBRES, LA ORGANITZACIÓ ANARCOFEMINISTA.

La última plataforma donde encontramos a las militantes anarquistas es Mujeres Libres, de carácter específicamente femenina, fundada en la primavera de 1936 [14]. Supuso la culminación de un proceso de reafirmación y de lucha de las mujeres anarquistas para conseguir un espacio propio en el movimiento libertario español. Fue la primera organización que se expresó claramente a favor de un doble objetivo de acción: la emancipación de la explotación capitalista y de la opresión patriarcal. Per este motivo, se distinguió de otras organizaciones femeninas de la época, como por ejemplo de la comunista Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA).  Se puede afirmar que fueron las pioneras del feminismo actual per su insistencia en que la lucha de la mujer no finalizaría con la desaparición del capitalismo sino cuando fuese suprimido el patriarcado y la subordinación femenina. La modernidad y la actualidad de sus principios no fueron comprendidos en la época ni por sus compañeros ni tampoco por muchas militantes libertarias, entre las cuales Federica Montseny. Esta última colaboró en alguna ocasión, pero no veía necesaria la creación de una organización de emancipación femenina, porque consideraba que hombres y mujeres tenían que luchar juntos en las organizaciones ya existentes del movimiento libertario.

Fuente de la imagen: Público.

Así pues, no todas las militantes se comprometieron con MMLL. La heterogeneidad de sus experiencias se plasmaron en una diversidad de opciones. Algunas anarcosindicalistas, que pertenecían también a las JJLL y a la FAI, vieron con recelo la creación de la organización anarcofeminista, compartiendo los puntos de vista de sus compañeros de militancia respecto a MMLL. “Quizás hoy cambiase de opinión pero entonces les hice frente y allí no se abrió ninguna secretaria de MMLL. Soledad Estorach me quiso convencer todavía fuera de la asamblea y yo le dije: ‘No, no insistas, que aquí luchamos juntos mujeres y hombres’. Quizás no la comprendí bien. Allí en el [barrio del] Pueblo Seco, MMLL no hicieron nada” [15]

Concha Liaño, fundadora de MMLL en Cataluña, explicaba sus objetivos:

“Nosotras lo que queríamos era que la mujer comprendiera que tenía que liberarse. Y que los compañeros y los hombres comprendieran también que las mujeres tenían derecho a tener derechos, no a ser menores de edad, adultas menores de edad. Y teníamos muy bien claras nuestras metas, patria potestad repartida, igual trabajo igual salario, derecho de la mujer de disponer de sus bienes. Teníamos todo el esquema muy bien preparado en qué consistía la liberación de la mujer” [16].

La organización tuvo una importante expansión durante los años de la Guerra, reuniendo alrededor de 20.000 afiliadas con 170 agrupaciones locales. Durante aquel tiempo, desplegaron una gran actividad en la formación de las trabajadoras y en la participación a la lucha antifascista y revolucionaria.

CONCLUSIONES

Hemos distinguido tres generaciones de libertarias, que actuaron en diversas plataformas des del inicio del movimiento obrero hasta la Guerra civil: en los Sindicatos, en los Ateneos Libertarios y en diversas agrupaciones específicas (desde las JJLL y la FAI hasta la anarcofeminista MMLL). Gracias a la metodología de la historia oral, hemos podido individuar a las militantes protagonistas de aquellos años y conocer su experiencia en la CNT y las causas de la minoritaria presencia de las mujeres, así como su preferencia por los Ateneos Libertarios. También es importante el hecho de que se pusieron en contacto con las ideas anarquistas, adhiriéndose algunas de ellas a las JJLL, a la FAI y a MMLL, gracias a su implicación en las diversas plataformas laborales, culturales y de socialización existentes, como fueron los sindicatos cenetistas y los ateneos libertarios.

Colectividad General de Amposta durante la Guerra Civil (1937). Autoría: Pérez de Rozas. Fuente: Gràfica Obrera i Anarquista.

En general, podemos decir que aunque la presencia femenina fue marginal numéricamente en las agrupaciones anarquistas y anarcosindicalistas, su acción fue relevante cualitativamente por romper moldes, respecto al papel de subordinación que tenían las mujeres desde el inicio de la época contemporánea y por poner énfasis en la necesaria superación del patriarcado para la liberación femenina. En aquel momento histórico, éstas se encontraban marginadas de la esfera pública, de los puestos directivos de la economía, la política y la sociedad. Per este motivo, únicamente las más decididas e independientes iniciaron su actividad en formaciones sociales y políticas  conquistando un importante papel en la esfera pública. La militancia minoritaria de las libertarias tiene que ser comprendida en este contexto patriarcal, de exclusiva responsabilidad femenina en la esfera privada, con el cuidado de la familia y de los hijos. La dificultad de las mujeres de integrarse en el movimiento obrero y anarquista en términos de igualdad con sus compañeros fue subrayado, entre otras, per la activista catalana de MMLL, Soledad Estorach:

“Para la mayoría de los hombres, […] la situación ideal era la de tener una compañera que no se opusiera a sus ideas pero que en la vida privada fuera más o menos como las demás. Querían ser militantes las veinticuatro horas del día, y en esas condiciones, desde luego, era imposible que se diera la igualdad. Los hombres estaban tan comprometidos que las mujeres se quedaron atrás casi por necesidad. Por ejemplo, cuando encarcelaban a los hombres, las mujeres debían ocuparse de los hijos, trabajar para sacar adelante a la familia, visitarles en la prisión. En eso las compañeras eran muy buenas, pero para nosotras no era suficiente. Eso no era militancia”.

La presencia femenina en el movimiento obrero español no fue fácil desde su inicio, por tener que superar diversas dificultades: la desconfianza y la oposición de las sociedades obreras a su trabajo y a su sindicación, así como los diversos obstáculos sociales y familiares a su actividad. Sin embargo, y a pesar de todas las trabas, su  militancia fue creciendo en las diversas etapas históricas y su papel fue progresivamente más decisivo, destacándose su papel activo especialmente durante la Guerra civil y la revolución de 1936.

Fuente →  serhistorico.net

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