Queipo de Llano, asesino de masas. La carretera de la muerte. La Basilica de la Macarena.

Queipo de Llano, asesino de masas. La carretera de la muerte. La Basilica de la Macarena.“Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad. Al Arahal fue enviada una columna formada por elementos del Tercio y de Regulares, que han hecho allí una razzia espantosa”. 

“¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré”. 

“Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”

“Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar”.

Extractos de los discursos radiofónicos de Queipo de Llano en 1936.



Todo un experto en el manejo de la radio. El objetivo era crear pánico en el enemigo y en la población civil.

Fusilar a los hombres y violar a las mujeres. Ese era su estilo. Represor sanguinario, cruel y despiadado a la par que brillante militar, el general Gonzalo Queipo de Llano utilizó la radio como medio de guerra psicológica y el terror como arma de guerra. Han pasado a la historia negra sus charlas radiofónicas en los micrófonos de Unión Radio Sevilla, en las que diariamente, a las diez de la noche, intentaba minar el ánimo de los republicanos y dar fuerzas a los partidarios golpistas en zona republicana. Con un lenguaje brusco y soez, se burlaba de los dirigentes de la República y hacía alusiones a la virilidad de legionarios y regulares con comentarios tales como los mencionados más arriba.

Carruajes y automóbiles abandonados durante la “desbandá”, como llaman los malagueños a su huida hacia Almería.

De este modo, rápidamente conquistó toda Andalucía. La población huía despavorida. El terror lo precedía. Cuando tomó Málaga, sin tregua alguna, asedió por tierra, mar y aire a la población civil malagueña, que huía en masa de él y de sus tropas moras hacia Almería. La única salida posible, la carretera entre las dos ciudades, se convirtió en una ratonera.



Las habladurías populares de cómo se comportaban las tropas moras cuando tomaban una ciudad enemiga, unidas a los discursos radiados de Queipo, causaban pavor. Fueran ciertos los rumores o no (y muchas veces lo eran), nadie quería quedarse a probar suerte.


Febrero de 1937. La ciudad de Málaga está a punto de ser tomada por los fascistas. La fuerza invasora consiste en alrededor de 10.000 moros, 5.000 requetés (milicias de derechas), 5.000 italianos y plenos suministros de camiones y artillería. Sólo tienen unos pocos tanques y aviones, pero pueden utilizarlos con la máxima efectividad ante la ausencia virtual de oposición.


El crucero Canarias (en la foto), junto con el Baleares y el Cervera cañonearon continua e inmisericordemente a los refugiados apiñados en la carretera.

La ciudad está prácticamente inerme. Repleta de personal civil, la mayoría son mujeres, ancianos y niños a los que se han unido varios miles de refugiados de otras zonas de Andalucía que han huido ante el salvaje avance de las tropas facciosas. Sólo unos cientos de milicianos mal armados para defenderla. Alrededor de 100.000 personas, entre las que se encuentran los restos del ejército republicano, comienzan un desorganizado éxodo en masa a lo largo de la carretera costera hacia Almería. La carretera está bloqueada por los vehículos lentos y un incontable número de personas.


Familias enteras huían con lo poco que habían podido coger de sus hogares.

Para cortar esta retirada, Queipo ordenó ametrallar con la aviación y bombardear desde los cruceros Baleares y Canarias la carretera y a los civiles que transitaban penosamente por ella. Si los doscientos kilómetros que separaban Málaga de Almería eran ya una barrera insalvable para gran parte de estos civiles, al añadirse el bombardeo, esta evacuación se convirtió en una verdadera matanza: heridos por todas partes, enfermos y ancianos agonizantes por el hambre y el agotamiento, madres que cargaban con sus hijos muertos en brazos…


Supervivientes del crimen de la carretera Málaga-Almería declaran haber visto a mujeres que seguían aún amamantando a sus bebés moribundos, como si se negaran a aceptar su pérdida.

Decenas de miles de personas, hombres, mujeres, ancianos y niños deambulan por esa carretera sin comida ni atención médica. Europa no ha visto jamás una catástrofe humanitaria de este calibre. El sufrimiento de los refugiados supera todo lo imaginable.

Un alto en el camino. El agotamiento hacía estragos.

La vanguardia de las tropas italianas alcanza la cola de la larga caravana de refugiados. Aquellos que salieron tarde de Málaga o aquellos que llevaban ancianos o niños entre ellos, son rebasados por las tropas fascistas que reparten café y panecillos y les animan a regresar a la capital. La mayor parte de la columna de refugiados no tuvo más remedio que dar media vuelta y enfrentarse a las represalias fascistas en la ciudad tomada, y sólo unos 40.000 llegaron a Almería tras aquel infernal viaje.

El recibimiento que tuvieron lo narra el heroico doctor Norman Bethune, testigo directo de los acontecimientos sucedidos en aquella carretera maldita: cuando ya creían haber alcanzado la salvación en Almería, la ciudad fue deliberadamente bombardeada por la aviación italiana y alemana especialmente en aquellos lugares donde dormían, apiñados y exhaustos, los refugiados de Málaga.


Escuadrilla de Messerschmit Bf-109-G6 volando sobre el Mediterráneo en 1943. Aviones como éstos bombardearon y ametrallaron a los que huían por la carretera.

“Después de que hubiesen pasado los aviones recogí en mis brazos a tres niños muertos de la calzada, justo enfrente del Comité Provincial para la Evacuación de refugiados donde habían estado esperando en una larga cola a que les dieran una taza de leche y un puñado de flan seco, el único alimento que algunos tomaban durante días. La calle parecía una verdadera carnicería, llena de muertos y de moribundos, alumbrada solamente por el resplandor anaranjado de los edificios en llamas. En la obscuridad, los lamentos de los niños heridos, los chillidos de las madres agonizantes, las maldiciones de los hombres, iban elevándose en un solo grito masivo, alcanzando un tono de intolerable intensidad”.

Extracto del libro El Crimen de la carretera Málaga-Almería, de Norman Bethune.



Norman Bethune ayudando a los refugiados a entrar en su ambulancia.

Para los desgraciados que regresaron a Málaga, la represión de Queipo fue brutal como no lo había sido en ningún otro sitio. Entre 1937 y 1940 se calcula que fueron fusiladas unas 20.000 personas de las cuales sólo una pequeña parte ha podido ser identificada y localizada, lo que convierte a la Masacre de Badajoz, cuyo eco en los medios fue, al igual que la de Guernica, mucho mayor que la de Málaga, en una “nadería “ de “sólo” 4000 y 300 muertos, respectivamente.



La carretera de la muerte, la vieja Nacional 340 que muchos han recorrido. La próxima vez que lo hagas dedica un recuerdo a quienes en 1937 tanto sufrieron para conservar la vida y la libertad.

Hasta los años 60, los conductores de camiones seguían encontrando los esqueletos de gente que había huído de Málaga en febrero del 1937.
Fuente: Fusilados.

Hª en las paredes, El Ojo del Tuerto y La Primera en el Peligro de la Libertad.


El genocida Queipo de Llano, fervoroso católico fue premiado por la Iglesia al ser enterrado en la catedral de Sevilla, ciudad donde asesinó a miles de inocentes. Aún está allí, a pesar de la Ley de Memoria histórica, ya que cuenta con el apoyo de los franquistas de hoy.

Queipo de Llano, Sevilla y la hermandad de La Macarena


Desde su muerte en 1951, Gonzalo Queipo de Llano está enterrado en la Basílica de La Macarena. Desde la hermandad defienden que está enterrado simplemente por ser macareno. En otro lado están los que no entienden cómo pueden honrar de esa manera a un genocida.

Ofrenda floral de Alternativa Republicana a los asesinados por Queipo de Llano

Queipo de Llano perpetró muchos crímenes en Sevilla. Al comienzo de la guerra, cuando tomó Sevilla, fusiló a cientos de personas al instante. La idea era reprimir de forma muy dura cualquier tipo de revuelta mediante el escarmiento y el castigo ejemplar. Se fusilaba a cualquier persona sospechosa sin miramientos. Se las acusaba verbalmente, se daban chivatazos. Podías ser fusilado por “ser votante de izquierdas”, “familia de republicanos” o “haber mirado mal al cura”. Se violaba a las mujeres y se les cortaban los genitales a los hombres. En total, más de 14.000 asesinados en Sevilla capital y provincia, miles de detenidos y muchísimas personas de las que se sigue sin saber qué pasó con ellas.

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. […] estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen.”

Los partidarios de Queipo de Llano, católico profeso, aseguran que “hizo mucho bien” por algunas hermandades de Sevilla, especialmente por La Macarena. En 1937, en pleno golpe militar, se le concedió el título de Hijo Adoptivo de Sevilla. Hubo que esperar 71 años para que el Ayuntamiento decidiese retirarle el título honorífico a este criminal de guerra. A su muerte en 1951 se enterraron sus restos con honores en la Basílica de La Macarena, donde aún siguen, a apenas unos veinte metros de distancia de las murallas, donde mando fusilar a miles de personas. Un monolito recuerda hoy a sus víctimas.


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