Los REPUBLICANOS ASESINADOS por el franquismo, y arrojados a FOSAS después cubiertas por los pantanos, están DESAPARECIDOS para siempre

Los REPUBLICANOS ASESINADOS por el franquismo, y arrojados a FOSAS después cubiertas por los pantanos, están DESAPARECIDOS para siempre: A mi padre lo sacaron de casa a las cinco de la mañana a punta de pistola. Le ordenaron cavar una fosa para 7 jóvenes Republicanos que iban a fusilar. Cuando volvió se metió en la cama helado de frío y lleno de miedo. Creyó que le iban a matar a él. No volvió a salir en 3 meses”. En noviembre de 1937, tras ser sometidos por los franquistas a torturas y vejaciones, mataron a los 7 al lado del antiguo puente de San Lorenzo, cubierto hoy por las aguas del embalse de Barrios de Luna. Sobre sus restos echaron primero tierra y después agua. Sus restos son ilocalizables, desaparecidos como tantos Republicanos cuyos huesos se amontonan bajo los embalses que franco ordenó construir.

Son fantasmas bajo el pantano. “Es imposible, todo se ha perdido. Esa gente está enterrada ahí para toda la vida”, explica el historiador Arcángel Bedmar, que encontró una historia similar, confirmada por el historiador Francisco Espinosa Maestre, sepultada bajo las aguas del pantano de Iznájar (Córdoba). Tras el golpe del 18 de julio, Iznájar quedó en el lado sublevado. Los franquistas ” utilizaron técnicas bárbaras vistas en las guerras coloniales en Marruecos: Abusos sexuales contra las mujeres, amputaciones de partes del cuerpo y fusilamientos extrajudiciales..”. Muchos asesinados reposan hoy bajo el embalse de Iznájar, inaugurado por franco en 1969.

Bajo el embalse de Guadalcacín, en San José del Valle (Cádiz), existe una fosa con restos de víctimas de la represión, estudiados en época de estiaje, cuando el nivel del pantano baja. En Arija (Burgos), bajo las aguas del embalse del Ebro los administradores del blog Crónicas a pie de fosa y voluntarios Jesús Pablo Domínguez Varona y Aiyoa Arroita Lafuente, localizaron otra fosa común. Continúa sin investigarse las fosas comunes bajo las aguas de los cientos de pantanos inaugurados durante la dictadura, contrariamente a la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, suscrita por España en 2011. “Ningún gobierno ha querido encargarse de esto”, lamenta Emilio Silva, presidente de la ARMH.

La construcción de muchos de estos embalses sepultó el trabajo anterior impulsado durante la II República, y condenó a trabajos forzados a miles de presos políticos. Todo comenzó con el regeneracionismo de Joaquín Costa, la Escuela de Ingenieros durante la dictadura de Primo de Rivera y finalmente el Plan Hidrológico Nacional Republicano. Franco vivió a expensas de todo eso, el franquismo se apropió de la obra de la II República. El Plan de Obras Hidráulicas de 1933 se lo llevó por delante el golpe fascista.

Las obras franquistas se hicieron bajo una represión cruel y horrible, miles de presos políticos Republicanos fueron utilizados como mano de obra esclava en batallones de trabajadores para la construcción de aeropuertos, pantanos, ferrocarriles, minas, puertos, canales y en monumentalismo fascista como el Valle de los Caídos. Muchas fosas comunes franquistas quedaron bajo millones de metros cúbicos de agua. Los presos políticos estaban custodiados por la guardia civil, apenas tenían contacto con el resto de obreros, pues los trabajos que realizaban eran los más penosos y siempre separados del resto.

El embalse del Cenajo en Murcia se convirtió en una auténtica “tumba”. Casi 80 años después del golpe de fascista, las obras en la Alpujarra granadina para impulsar una presa amenazaban el lugar donde fueron fusiladas y enterradas en cal viva más de 5.000 personas. La declaración de lugar de memoria histórica por parte de la Junta de Andalucía en 2014 ha evitado que el agua cubriese el barranco de la gran fosa de Órgiva.

Rescatar la memoria del agua, tanto de los fusilados y presos represaliados, como de las ideas que sepultó la maquinaria y la publicidad franquista, es fundamental para lograr un debate sosegado sobre la política hidráulica en España. En caso contrario, los fantasmas del pasado seguirán vagando a la espera de que se cierre la herida que comenzó a sangrar aquel 18 julio.


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