Alerta antifascista

Alerta antifascista:
21 septiembre, 201921 septiembre, 2019
Por Mario Martínez Zauner, miembro de La Comuna.

Hace ya varios meses, tras conocer los resultados en las elecciones andaluzas que darían lugar a la entrada de VOX en el gobierno andaluz, Pablo Iglesias lanzó públicamente una “alerta antifascista” que distintos medios de comunicación y varios representantes políticos criticaron por excesivo. Iglesias extendió algo su análisis al hablar de VOX como una fuerza de “extrema derecha, postfranquista sin complejos, neoliberal y machista”, y advirtió al resto de fuerzas del peligro de normalizar su discurso y sus propuestas.

Es cierto que la consigna sonaba con cierto tono a pie de calle y en un sentido que podría diluir las complejidades de lo que suponía la irrupción de VOX en el panorama político español, más aún cuando tendemos a utilizar el adjetivo “fascista” para referirnos a muchos fenómenos distintos en su contenido e intensidad, banalizando así su uso. Pero sabiéndolo o no, con mayor o menor profundidad de matices, Iglesias estaba cerca de acertar en su expresión.

Antes que nada, hay que aclarar que aquí no entramos a analizar el desarrollo histórico y teórico de la categoría de “fascismo”, ni a debatir sobre cuándo es adecuado o no su uso. Incluso, para diferenciar el problema presente de contextos y épocas anteriores, y comprender su particularidad actual, creemos más conveniente emplear el término “neofascismo”, que se distinguiría por entablar una singular alianza con elementos socioliberales y por emplear una expresión discursiva y simbólica ultraconservadora más que propiamente fascista. El “neofascismo” sería, por tanto, la adaptación de tendencias fascistas, totalitarias o autoritarias a tiempos actuales, mediante su normalización democrática y neoliberal, a pesar de lo aberrante que esto pueda resultar.

Poco después de la alerta lanzada por Iglesias, a VOX le fue concedida la presidencia de la comisión encargada de la memoria histórica en Andalucía, lo que supondría la paralización de proyectos de exhumación y de todo lo relativo al registro e investigación de crímenes franquistas en la región. Meses después de su llegada a la Junta de Andalucía, VOX ha solicitado una lista de quienes hayan pedido exhumaciones de víctimas del franquismo (como hizo con la violencia de género, en un gesto claramente persecutorio), mientras que uno de sus dirigentes destacados, Espinosa de los Monteros, nieto del embajador que acompañaba a Franco en sus reuniones con Hitler, se ha negado a condenar el régimen franquista.

Son suficientes datos como para poder afirmar sin temor que la formación de Abascal es, como decía Iglesias, “postfranquista”, o mejor dicho, “neofranquista sin complejos”. A partir de aquí, si quisiéramos tranquilizarnos, podríamos pensar que VOX constituye una anomalía que hasta ahora había estado encapsulada en las filas del PP y que no tendrá en el futuro mucho más recorrido electoral e institucional (y de hecho Iglesias vinculaba directamente su alarma con aquel partido). Pero entonces, más allá de que eso sea cierto, se nos estarían escapando las sutilezas y expresiones de un neofascismo, o si se prefiere, de una tendencia híper-regresiva, que van más allá de VOX y hacen del llamado de alerta una advertencia necesaria en múltiples planos de la esfera social.

En primer lugar, porque el postfranquismo extiende sus tentáculos más allá de VOX. Recientemente hemos visto cómo el Gobierno de Sánchez renovaba el ducado que Franco concedió a la familia de los Primo de Rivera, mientras la decisión de exhumar a Franco del Valle de los Caídos quedó en manos de un Tribunal Supremo que no disimula cierta añoranza o respeto por el régimen anterior. Tanto el PSOE como el poder judicial demuestran no haber roto de forma rotunda con el pasado de la dictadura, lo cual ya es de por sí algo digno de alarma.

Pero es que además hace poco hemos podido ver cómo RTVE, con el apoyo del Banco Santander y la publicidad de un medio como The Guardian, lanzaba el proyecto “Cartas vivas”, para promocionar figuras femeninas con un impacto social y cultural destacable durante el siglo XX, en el que se incluía ni más ni menos que a Pilar Primo de Rivera, fundadora y dirigente de la Sección Femenina, admiradora de la Alemania de Hitler y autora de una obra como “La mujer ideal”, en la que exponía los valores y actitudes imprescindibles para la esposa sumisa y complaciente. Como no podía ser de otra forma, varias voces de alarma se alzaron para denunciar una operación mediática de blanqueamiento acrítico de una figura absolutamente condenable, precisamente por el impacto social y cultural negativo que tuvo en su momento. Pero de momento no se ha retirado del proyecto de la directora Paula Ortiz y la catedrática y escritora Nuria Capdevila-Argüelles.

Por otro lado, en un ámbito diferente y como efecto de una voluntad de promoción de la “marca España”, se presentaba en Madrid el proyecto España Global, una campaña de la secretaría de Estado presidida por Irene Lozano dedicada a promocionar la imagen de la democracia española en el mundo. En principio nada extraño (incluso en ella participaba la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena), salvo porque como parte fundamental de ese proyecto se incidía en la idea de combatir la “leyenda negra” forjada por el relato de “los enemigos de España”. Demasiados tintes nacionalcatólicos e imperiales para un proyecto dedicado a la libertad de expresión y los valores democráticos.

Es aquí donde la alerta cobra un aspecto singular, referida a tendencias regresivas y neofascistas que se promocionan desde medios de comunicación e instituciones públicas de impacto social y global. Ya no estamos ante una anomalía como la de VOX, sino ante la inclusión en la esfera democrática de figuras y mensajes de corte fascista o autoritario. Lo peligroso reside en el carácter aparentemente neutral o aséptico de esos mensajes, que asumen acríticamente un imaginario derechista presentándolo con ínfulas modernas y sofisticadas. El círculo se completa con formaciones políticas como Ciudadanos, que promueven políticas neoliberales y del IBEX-35 (conformado por empresas que se enriquecieron durante el franquismo) y abogan por medidas coercitivas para la defensa de la unidad de España. Es esta monstruosa combinación la que define los términos de una tecnopolítica neofascista: autoritaria en lo político, ultraliberal en lo económico y regresiva en todo caso, aunque haga uso de un aparato audiovisual vanguardista.

Por si no fuera suficiente, en el plano intelectual autoras conservadoras como María Elvira Roca Barea han obtenido atención y reconocimiento (prologada por Arcadi Espada y recientemente premiada por Espasa); en el plano comunitario han aflorado grupos del tipo Hogar Social en Madrid o patrullas de seguridad ciudadana en Barcelona (disfrazadas con boinas rojas), mientras se refuerza la presencia policial en las calles; y en el plano internacional la actitud de dirigentes socialistas como Carmen Calvo o José Luis Ábalos respecto a la crisis de inmigrantes en el Mediterráneo ha resultado bochornosa y criminal. Elementos aparentemente inconexos, pero que apuntan a una ola reaccionaria, patriota y ultraconservadora que se expresa en las esferas intelectual, institucional, mediática y comunitaria.

Todo ello nos obliga a repensar la alerta antifascista lanzada por Iglesias. Por un lado, se ha de alzar una voz de alarma, pero por otro, no se puede hacer de manera simplista, puesto que se trata de un fenómeno sutil, disimulado y muchas veces implícito que aúna aspectos ultraconservadores con otros socioliberales. En todo caso, la ola regresiva requiere de una respuesta en los mismos planos (intelectual, institucional, mediático y comunitario) en que se manifiesta, no solo emitiendo alarmas, sino ofreciendo alternativas políticas, sociales y culturales que impidan la extensión del virus reaccionario. En ese sentido, la conservación de una memoria antifranquista (gracias, Ascensión Mendieta), así como la formulación de discursos e imaginarios de emancipación y solidaridad comunitaria, constituyen el mejor antídoto para el futuro. Porque no solo se trata de recordar para no repetir; se trata también, como dice una buena amiga, de hacer antifascismo.


Fuente →  blogs.publico.es

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