Victoria Kent, la mujer que dignificó las cárceles españolas y apostó por la reinserción de los presos

Victoria Kent, la mujer que dignificó las cárceles españolas y apostó por la reinserción de los presos: Victoria Kent (Málaga,1891-Nueva York, 1987) fue la primera abogada española en ser colegiada, la primera mujer en actuar como defensa ante un tribunal militar y la primera en ocupar un cargo político. Su figura destaca por ser pionera en el ámbito judicial, pero también se la recuerda por posicionarse en contra del sufragio femenino durante la II República. Por su papel pionero y por sus aportaciones a la justicia, Kent es una de las irreemplazables en esta sección de la revista Verano libre, dedicada a recordar a algunas de las mujeres que han marcado la historia española del siglo XX en la política, la cultura, la ciencia o el deporte.

Su forma de ser, según explicó en 1979 durante una entrevista en el programa A fondo, se debe a la educación que le dieron sus padres, que eran católicos pero liberales. Y es que Victoria Kent no fue a la escuela, sino que su madre, María Siano González, le enseñó a leer y escribir hasta que decidieron contratar a unos profesores particulares. Más tarde, Kent acudió a la Escuela Normal, en donde estudió Magisterio, y en 1916 decidió marcharse a Madrid para ser abogada. Durante su estancia en la capital vivió en la Residencia de Señoritas, de la pedagoga María de Maeztu, una de las mujeres más influyentes de la época. Victoria Kent no sólo se licenció en Derecho sino que también se doctoró. En 1924 consiguió entrar en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, siendo la primera mujer admitida en dicha institución.

"Mis ideales estaban clavados en la reforma social. Por eso elegí Derecho, porque creía que los problemas sociales necesitaban una base jurídica y apoyarse en la ley", explicó en la mencionada entrevista. Su defensa siempre estuvo ligada a la clase trabajadora y ejemplo de ello es que fue la letrada del Sindicato Nacional Ferroviario y, un tiempo más tarde, defendió a Álvaro Albornoz, que formó parte del Comité Revolucionario que planeó la sublevación de Jaca en 1930 contra la monarquía de Alfonso XIII. Lo hizo ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina, el más alto tribunal militar de la época. Fue la primera mujer en actuar como defensa ante uno de estos juzgados especiales. En palabras de Kent, el juez le dio la enhorabuena porque consiguió la absolución de su defendido.

Fuera los grilletes y las celdas de castigo

Un mes después de la proclamación de la II República, su presidente Niceto Alcalá Zamora llamó personalmente a Victoria Kent y le comunicó que quería que fuese la directora general de Prisiones. La abogada aceptó de inmediato. "Mi conocida labor social, mis estudios y experiencias en cuestiones penales por mi profesión de abogado, movieron sin duda al Gobierno a ofrecerme el cargo", escribió la propia Kent en un artículo. Para ella, la reforma del régimen penitenciario era uno de los principales problemas que se debían acometer.

Lo que se encontró al ocupar el cargo fue la "miseria" de las prisiones españolas. La primera medida de Victoria Kent fue eliminar las celdas de castigo para los presos, que dormían con cadenas de hierro en los pies, y mandó eliminar todos los grilletes de todas las cárceles españolas. Con ellos se hizo una estatua para rendir homenaje a Concepción Arenal, una de las mujeres españolas más importantes del siglo XIX, y que se implicó en conocer la situación de los reclusos en las prisiones.
 

En su intento de reformar el sistema penitenciario, la abogada malagueña también aumentó el dinero destinado para adquirir la comida de los reclusos, compró camas nuevas y puso un buzón para que los reclusos expresaran cómo se sentían en las cárceles. La medida que más revuelo causó fue la de establecer permisos de salida de tres a cuatro días para los presos, adelantándose 40 años al sistema penitenciario de la Transición. Los reclusos que podían salir eran los que tuviesen buena conducta o los que presentasen una situación familiar delicada. Victoria Kent siempre defendió que "ni un solo recluso dejó de presentarse a prisión en la fecha en la que fue fijada".

Sin embargo, las medidas para dignificar la vida de los presos en las cárceles no quedaron ahí. La directora general de Prisiones decretó que todos los reclusos que cumpliesen los 70 años, daba igual el delito, quedarían libres. Asimismo, estableció la libertad de culto —en consonancia con lo fijado en materia religiosa en la Constitución de 1931— dentro de los penales. Es decir, dejó de ser obligatorio que los presos asistiesen a misa. En sus visitas a la cárceles, Victoria Kent también se dio cuenta de que los encarcelados pasaban frío o que en algunas no tenían ni agua. Por eso decidió cerrar aquellas en las que las condiciones eran infrahumanas y, por otro lado, poner calefacción en algunas prisiones ya que el presupuesto era limitado y no llegaba para hacer todo lo que se propuso.

En su intento de que las cárceles fuesen un lugar de reinserción y no de castigo, Kent estableció una paga a los presos a cambio de que trabajasen y, además, consiguió que recibiesen clases y que en algunos penales se construyesen espacios para que los reclusos pudiesen hacer deporte. En este sentido, mandó construir la cárcel de mujeres de Ventas (Madrid), creó el primer cuerpo de funcionarias de prisiones para que se encargasen de las reclusas y también estableció la primera guardería para que las madres pudiesen disfrutar de sus hijos e hijas. Todas estas medidas se eliminaron con la dictadura franquista.

El 8 de junio de 1932, Victoria Kent dimitía de su cargo de directora de Prisiones. Manuel Azaña, presidente del Gobierno en aquella época, escribió en una carta sobre su dimisión: "El Consejo de Ministros ha logrado por fin ejecutar a Victoria. (...) En su cargo de Directora General ha fracasado. Demasiado humanitaria, no ha tenido, por compensación, dotes de mando".

En contra del voto femenino

Victoria Kent fue una de las tres diputadas elegidas en las elecciones de 1931 tras la proclamación de la II República. Ella pertenecía al partido Republicano Radical Socialista, las otras dos eran Margarita Nelken, del PSOE, y Clara Campoamor, del Partido Radical. Con esta última mantendría un debate sobre el voto femenino que concluyó en la aprobación del sufragio para las mujeres el 1 de octubre de 1931.

Kent se posicionó en contra de que las mujeres pudiesen votar. En su discurso argumentó que era necesario aplazar tal derecho hasta que a las féminas se les hubiese infundado valores republicanos: "Si aplazamos el voto femenino no se comete injusticia alguna, a mi juicio. Entiendo que la mujer, para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con la República; que vean las mujeres que la República ha traído a España lo que no trajo la monarquía: esas veinte mil escuelas de las que nos hablaba esta mañana el ministro de Instrucción Pública, esos laboratorios, esas universidades populares, esos centros de cultura donde la mujer pueda depositar a sus hijos para hacerlos verdaderos ciudadanos".

Desde su partido alegaban que si las mujeres votaban, lo harían a la derecha influenciadas por los curas y, por tanto, se acabaría con la República. Aunque fue una mujer independiente y ejemplo para muchas, Kent nunca se consideró feminista. Así lo aseguró en la entrevista en el programa A fondo en 1979: "No soy feminista. Mi feminismo consiste en que la igualdad de derechos para hombres y mujeres ha de ser la misma. Hay cosas del feminismo moderno que no puedo compartir, como que la mujer tenga cuatro hijos y que a la vez trabaje. La primera obligación de una mujer casada es la familia y la casa". A pesar de estar en contra del voto femenino y de tener una definición propia del feminismo, sí que se posicionó a favor de la Ley del Divorcio.

Perseguida por la Gestapo en su exilio

Tras la sublevación de las tropas franquistas el 18 de julio de 1936 y como consecuencia del estallido de la Guerra Civil, Victoria Kent pasó a formar parte de una comisión femenina que ayudaba a los huérfanos del territorio republicano. Además, fue directora de la Junta Nacional de Protección de Huérfanos de los Combatientes muertos por la República durante la guerra civil española, y en junio de 1937 fue nombrada secretaria de la embajada española en París. En el año 39 se quedó a vivir en el país galo y una vez allí supo que formaba parte de una lista negra de la Gestapo, la policía de la Alemania nazi, que colaboraba con el franquismo. Un diplomático español le informó de su presencia en dicha lista y Kent consiguió salvar su vida. Se refugió en la embajada mexicana durante diez meses y adoptó otro nombre. "En la etapa final salía a la calle disfrazada de sirvienta para que no me reconociesen", relató en A fondo.

Victoria Kent contó su exilio en la capital francesa en el libro autobiográfico Cuatro años en París 1940-1944. Sin embargo, el protagonista del relato era un chico llamado Plácido, ya que no se atrevía a revelar su identidad por miedo, otra vez, a represalias. "En esta realidad de acero de la vida actual puede parecer que el exilio es lo de menos para el hombre; nada de eso. El exilio sigue siendo una fuente inagotable de sufrimiento", escribió en la citada obra.

Una vez finalizó la Segunda Guerra Mundial, Victoria Kent se trasladó a México, en donde impartió clases de Derecho Penal y fundó y dirigió la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones. En 1952 se instaló en Nueva York, donde falleció a los 90 años el 25 de septiembre de 1987. En Estados Unidos convivió con la intelectual Louise Crane, de quien fue pareja sentimental. Ambas fundaron la revista Ibérica, en donde difundían el ideario de la República. Una vez establecida la democracia, Kent visitó España para presentar su libro. Además iba y venía junto con Crane, pero su residencia habitual siguió siendo Nueva York.


Fuente → infolibre.es

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