Las primeras y efímeras alcaldesas « del cambio » a principios de la Segunda República: muchas maestras y una jornalera
María Domínguez Remón, Ahora, 27-10-1932

Las primeras y efímeras alcaldesas « del cambio » a principios de la Segunda República: muchas maestras y una jornalera : Por Rocío González Naranjo. Doctora en Literatura Comparada

   En un artículo del periódico Ahora, encontré una entrevista que me cautivó. Una de aquellas historias inolvidables y que te llegan al alma. La historia de la primera alcaldesa de la República, María Domínguez Remón. Después, leyendo otras entrevistas de las alcaldesas republicanas, pude comparar mejor todos los casos con el de María, ya que es completamente diferente a las otras alcaldesas. En honor a la verdad, hay que decir que no fue en realidad la primera alcaldesa elegida en elecciones, sino propuesta por una Comisión Gestora, como tantas otras mujeres que se encontraron durante tres meses a ejercer un puesto de relativa importancia. Pero eso no le quita importancia a la persona que, originaria de un medio humilde, por no decir pobre, se hizo a sí misma, tanto intelectual como personalmente. Pero recordemos antes cómo llegaron estas mujeres a una alcaldía.

   Con la República, se decidió suprimir el artículo 29 de la Ley Electoral de Maura de 1907, el cual prescindía de los comicios si solamente se contaba con un candidato. Huelga decir que el candidato debía ya tener experiencia como edil, aunque fuera en otro distrito, o aquellos propuestos por diputados, senadores y toda la camarilla política del momento. De este modo, este sistema antidemocrático facilitaba el puesto al político de turno, al cacique. Justo un mes después de las elecciones en las que se proclamó la Segunda República, estos gobiernos locales fueron anulados y se optó por una comisión que designara a una persona que iba a ejercer el cargo el tiempo de instaurar nuevas elecciones municipales.

Carmen Hornero, Dolores Aparicio y Blanco, Fructuosa Tarrero Polo, Juanita Rivera Mateos y Petra Sánchez Hernández

   De ese modo, muchas mujeres fueron propuestas por las comisiones gestoras, sobre todo maestras, ya que sólo podían acceder a estos puestos los funcionarios del estado. El periodista Eusterio B. Alario de Estampa, realizó un reportaje en el que presentaba a las nuevas alcaldesas de la zona de Palencia, que era la parte en la que quizás hubo más representación femenina: catorce alcaldesas y treinta y una vocales: Ascensión Aparicio (Hérmedes de Cerrato), Tomasa Canduela Calvo (Osorno), Juanita Rivera Mateos (Villodre), Fructuosa Tarrero Polo (Villalaco), María Sanz Soria (Espinosa de Villagonzalo), Pilar Pérez Leñero (Herrera de Pisuerga), Valentina García San Martín (Soto de Cerrato).

De iquierda a derecha, de arriba a abajo: Aurea Rico, Carmen Segura Chasserot, Eulogia Herrera, Aurea Arregui, Baldomera María García Fuentes

    Manuel Casanova, de Crónica, realizó un escueto artículo en el que presentaba a las diecisiete alcaldesas de la provincia de Zaragoza, dando una lista de las mismas, que paso a reproducir: Emilia Rodríguez (Almochuel), Concepción Cortadé (Alpartir), Antonia Bosque (Ardisa), Jerónima Sebastián (Balonchán), Cecilia Latre (Bureta), Josefina Candé (Clarés de Ribota), Estrella de las Nieves García (El Frasno), Victoriana Cereza (Gelsa), Clementina Bilbao (Lituénigo), Adelina Muñoz (Lobera de Onsella), Isabel Pemán (Magallón), Felipa Elizondo (Novillas), María Gil (Tiermas), Manuela Blasco (Torrellas), Elvira Antorán (Villanueva de Huerva). Todas maestras, excepto María Gil.

Ascensión Aparicio, María Iciar Arana, Carmen Almandoz, Tomasa Canduela Calvo y María Rodríguez Carreño

   La lista continúa, y si al lector no le pesa, me gustaría poder nombrarlas, pues cuando nombramos las cosas o a alguien, es cuando realmente existen. Y estas mujeres han pasado desapercibidas de la historia de nuestra República. Cierto que tuvieron estos puestos por un tiempo muy breve, pero esto supuso un reconocimiento del régimen a favor de la integración de la mujer en la vida pública. Y ellas hicieron lo que pudieron: mantener la paz (que no era poco en aquellos tiempos), creación de escuelas y política social. Por ello, paso a continuación a nombrar aquellas de las que tengo conocimiento gracias a la prensa de la época:

Maximina Jiménez, Purificación Gil, María del Carmen Pérez Lejárraga, María Sanz Soriano y María Toves

~ Del País Vasco: Carmen Almandoz (Segura), Aurea Arregui (Albistur), María Icíar Arana (Legazpia), Purificación Gil (Cestona), Maximina Jiménez (Berrobí).
~ De Madrid: María del Carmen Pérez Lejárraga (Alcorcón), Eulogia Herrera (Robledillo de la Jara), María Rodríguez Carreño (Cobeña), Petra Sánchez Hernández (Coslada), Dolores Aparicio y Blanco (Boadilla del Monte).
~ De Castilla y la Mancha: Carmen Hornero (Fernancaballero), Aurea Rico (Poblete).
~ De Asturias: María Martínez (Peñamellera Alta).
~ Otras: María Toves (Las Torres, Salamanca); Carmen Segura Chasserot (Beniel, Murcia); Baldomera María García Fuentes (Sauzal, Islas Canarias).

Las diecisiete alcaldesas de Zaragoza, María Martínez, Valentina García San Martín y Pilar Pérez Leñero

   Pero como explicaba al principio de este artículo, es la alcaldesa de Gallur la que me cautivó con su historia, ya que pienso, es ejemplo de cómo puede una mujer hacerse a sí misma y lo que llamamos, hoy en día, empoderarse.

   De Pozuelo de Alarcón, María era hija de padres jornaleros del campo. No tardaron en ponerla a trabajar, pues los jornales de los padres no daba para alimentar a la familia. Aun así, comenzó a leer todo lo que le caía en las manos, algo que su madre no veía con buenos ojos. De este modo, María aprendió a leer sola, como sola aprendió muchísimas cosas.

   Como era costumbre en la época, siendo bastante joven, la casaron obligada con un hombre que resultó ser un maltratador, y María aguantó este ambiente hasta que un día, tras ocho años de martirio, lo abandonó, yéndose con un dinero prestado por una amiga y a pie por el monte hasta llegar a Navarra. Recuerden que les estoy hablando de 1910 aproximadamente, época en la que la mujer casada era equiparada, según el Código Civil, a un menor, un demente o un sordomudo. De allí tomó el tren hasta Barcelona, donde se encontró con la sorpresa de una denuncia de su marido por abandono de hogar para irse con otro hombre y hacer lo que se decía en aquel momento “mala vida”. Hay que decir que la mujer, según el Código Civil de 1889, debía obediencia a su marido, según el artículo 57. Si no era así, la esposa podía ser castigada según lo considerase su marido, y en el caso de un adulterio, recordemos que, a parte del uxoricidio por honor, es decir, matar a su esposa de manera “legítima”, se podía castigar a la mujer por infidelidad: el esposo podía solicitar
la separación en todos los casos. Aun así, María no dudó en arriesgarse. A partir de ese momento, se vio acosada por la policía constantemente hasta que en un día, los agentes se dieron cuenta de la vida normal que llevaba. En vez de detenerla, la ayudaron.

   Durante un año trabajó sirviendo en una casa en la ciudad condal, hasta que su padre fue a buscarla, volviéndose con él a Pozuelo. Fue lo peor que hizo, pues la obligaron a volver con su marido, el cual fue más violento que antes. Esta vez, María lo soportó únicamente siete días, dejándolo de nuevo para irse a trabajar en una casa del pueblo. Durante un tiempo, fue acosada constantemente por su marido, hasta que por fin éste dejo su empeño al haber encontrado otra pobre infeliz a la que maltratar.

   Sin trabajo y con ganas de independencia, se convirtió en una emprendedora. Decidió comprarse una maquina de hacer medias para sobrevivir sin tener que soportar vejaciones. Al mismo tiempo, devoraba libros y escribía poemas e historias. Un día, decidió enviar uno de esos escritos a Roberto Castrovido, de El País, y su articulo fue publicado. De ese modo empezó a escribir para “El ideal de Aragón”, “Vida nueva” y “Avante”. Comenzaba así su carrera de escritora.

   No muy convencida por su falta de formación y gracias a su amigo maestro Pedro Rubio, obtuvo un puesto de maestra en Mendiola, un caserío cerca del pueblo de Almando. Y aquí me pararé en una anécdota que explica la determinación de esta mujer: su amigo le enseñaba cada día las lecciones que ella debía transmitir a los niños por la mañana y por la tarde, amigo que vivía a una hora a pie de Mendiola, en Almando. Y así, María cerraba la escuela, yéndose a pie a Almando dos veces al día buscando la formación que necesitaba para impartir unas clases de calidad. Al mismo tiempo, comenzó a estudiar para poder ingresar en la Escuela Normal de Pamplona. A pesar de conseguir la plaza, tuvo que regresar a Zaragoza por salud y volvió a la fabricación de medias.

   No cejó en su empeño de ser maestra y, por las noches asistía a las clases de la Escuela de Artes y Oficios, pero una enfermedad la dejó postrada en cama durante un año. Gracias a los compañeros de El Ideal, pudo curarse, pero se le cerró para siempre la vía de maestra, ya que el médico le prohibió cualquier trabajo intelectual.

   María volvió al campo y a hacer medias para poder sobrevivir. Se vio en el encargo de dirigir una pequeña escuela en Caparroso, durante un periodo muy breve. Al cerrar ésta, tuvo que volver de nuevo al campo y a las medias. Y en 1926 se casó, estableciéndose en Gallur. Fue allí donde comenzó a participar activamente en política: en 1927 organizó la sección local de la UGT y aún en monarquía, realizó varias campañas por la república. No es de extrañar que terminara siendo alcaldesa republicana.

María con su familia, Crónica, 30-10-1932

En diciembre de 1930 se levantó contra la monarquía en la sublevación de Jaca. Con la llegada de la república, gobierno socialista. En 1932 fue destituido y el gobernador nombró una comisión gestora, en la que María Domínguez Remón fue propuesta como presidenta y alcaldesa.

   Hasta aquí lo que pude leer de su propia voz, en la entrevista que le hicieron en Estampa. Después he hecho algunas búsqueda y he visto que María consiguió imponerse en su puesto y que, además, introdujo muchas mejoras para el pueblo de Gallur:

– Redujo el desempleo gracias al trabajo rural.
– Creó una escuela inclusiva, es decir, mixta, con la misma educación para niños y niñas.
– Se basó en la legislación del momento en lo que a trabajo se refiere, consiguiendo buenos resultados.
– Contrató a personas para que limpiaran las aulas de la escuela, creando puestos y quitando esa responsabilidad a los niños.

   Y todo esto en un tiempo récord: desde el 29 de julio de 1932 al 6 de febrero de 1933, cuando dimitió de su cargo para unas elecciones democráticas. Se dedicó después a la enseñanza y al periodismo, firmando sus artículos con el pseudónimo “María la tonta”, defendiendo la igualdad de la mujer, el voto femenino, la cultura y enseñanza como cambio en la sociedad, la lucha de los pueblos. Fue fusilada el 7 de septiembre de 1936.

    No he buscado la suerte que les reservó la vida a las otras alcaldesas del cambio, pero prometo hacerlo en próximos artículos. María merecía que nos paráramos en su trayectoria vital. Pues su ejemplo debería estar presente en todos los rincones de esta España que parece olvidar todos los días a sus luchadores por la libertad y la democracia, por los maestros e intelectuales que quisieron un mundo mejor, por todas las mujeres que se hicieron a sí mismas y que consiguieron que la dignidad fuera el motor de sus vidas. A todos, a todas, gracias.


Fuente →   losojosdehipatia.com.es

banner distribuidora