La gran mentira de la Transición española
La gran mentira de la Transición española: “Españoles todos, sin el Rey y sin Suárez aquí no tendremos democracia”… esa es la cantinela que nos vendieron allá por el segundo lustro de la década de los 70. Es bien fácil manipular la Historia cuando se tienen herramientas para ello. Existe un aforismo popular que reza “El amanecer llegará aunque el gallo no haya cantado”. Y esa es la pura verdad, en España hubiese llegado la democracia sin que esos mal llamados salvadores de la patria hubieran participado en aquella “transición modélica”.

Detengámonos por un momento en el concepto TRANSICIÓN MODÉLICA. Nos ha fastidiado, faltaría más. Tenemos que hacer uso de memoria o consultar las hemerotecas para darnos cuenta de que las estructuras de Estado no fueron democratizadas totalmente.

La transición no fue obra ni del Rey, ni de Suarez, ni de todos esos personajes que nos vende la propaganda. No, no eran superhéroes. Hay que analizar el contexto geopolítico internacional (la caida de Salazar, los Coroneles griegos o el ejemplo de Italia) o el avance de una sociedad española pujante que desbordaba las estructuras del Franquismo. Un momento de grandes movilizaciones sociales, obreras y universitarias.

Por lo tanto nos encontramos con dos realidades políticas. La interna española y la internacional. Pero nunca la providencia divina de unos personajes míticos que de pronto irrumpen para aportar aires de libertad trayendo consigo la democracia. La clase franquista pensaría que era mejor provocar un cambio condicionado a que les derribaran el Régimen como había pasado en otros países.

Los sectores que provenian del franquismo impusieron “pequeños detallitos”. Y sin tener una buena jugada de cartas se los aceptaron. No tocar el sistema judicial, no tocar las élites de poder, no tocar las estructuras económicas que dominaban o el ejército, eran algunas de las demandas planteadas y que fueron amablemente atendidas por los “Salvadores de la patria”. La sombra de Franco era alargada…

Por otro lado, es ciertamente extraño que España no tenga un referente histórico. Francia, Gran Bretaña, Italia, Portugal… o cualquiera de los países del entorno lo tienen. Una figura o acontecimiento que aune voluntades y que simbolize el “amor” de los ciudadanos por su país, selección de Fútbol aparte. Y no me refiero a fronteras, sino a un concepto para remar en la misma dirección. Sin una victoria sobre una “Armada Invencible” o Revolución de los claveles que llevarnos a la boca hemos (han) tenido que recurrir al falso mito vendido a todo el mundo de la gran Transición Española. Y parece mentira con la Historia que tiene esta nación a cuestas.

¿Alguién puede pensar que en los 80 o 90 España hubiera seguido gobernada por Carreros Blancos, Arias Navarros y compañia? En ese gran cambio que se produjo en España lo importante fueron las personas, no tanto los personajes. Y hoy, cuarenta años después y salvo contadas excepciones, salta a la vista que en esta travesía democrática los personajes no merecen ser llevados a los altares mediáticos.


Fuente →  hdnh.es

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