Ricardo Fornells, un veterano sindicalista al servicio del franquismo.

Ricardo Fornells, un veterano sindicalista al servicio del franquismo.: La vida de este prestigioso militante anarcosindicalista es un caso bien documentado de colaboracionismo con el bando ganador de la Guerra de España. Este vidriero y maestro de escuela, exiliado en Francia en 1939, fue uno de los organizadores de una trama de repatriación para todos aquellos que, para evitar las duras condiciones de vida en los campos de concentración franceses que les había “acogido”, estaban dispuestos a integrarse en la Organización Sindical franquista.

UNA VIDA DE LUCHA

Ricardo Fornells Francesch (Barcelona, 1895–1950) era hijo de Raimunda y de Miguel. Tuvo la suerte de poder estudiar y cursar algunos años de Magisterio. Inteligente y buen orador, en 1914-1915 destacaba ya como prolífico publicista de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Por aquel entonces sustituyó a Jaime Aragó como maestro y secretario del Sindicato de La Pobla de Cérvoles (Lleida), tareas que lo llevaron a la cárcel.

En agosto de 1916 era el secretario de la Sección de Vidrieros del Poblenou (Barcelona). Participó en el Congreso extraordinario de la Federación Española de Vidrieros celebrado en Barcelona en diciembre, en que fue elegido secretario permanente del Congreso. Este año también acudió a Madrid
como delegado de grupos de afinidad anarquistas para entrevistarse con el director del diario El Parlamentario, desde cuyas páginas un tal Pascual firmaba una serie de artículos donde acusaba al anarquismo, contrario a la Gran Guerra en su mayor parte, de estar al servicio del espionaje alemán. Por ello nuestro hombre le propuso organizar un acto público en que hablaran el acusador y la representación de los acusados; aceptado el reto y llegado el momento, el director le dijo que Pascual se había marchado al extranjero, por lo que Fornells sacó la conclusión de que el autor de los artículos injuriosos no era otro sino él.

De noviembre de 1917 a finales de 1919 fue redactor de Solidaridad Obrera, órgano de expresión de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña (CRTC), colaborando junto a Pestaña y otros en su reestructuración. En 1918, además, era el secretario de la Federación Local de Sindicatos de Barcelona, y acudió como delegado suyo al Congreso de Sants de la CRTC, en que presidió una sesión y habló en el mitin final junto a Seguí, Pestaña, Peiró, Àngel Pallejà, Enrique Rueda (a) Rodín, Pablo Ullod y Miquel Mestres. Intervino en numerosos actos de propaganda por Cataluña, Asturias y otras regiones. Y asistió, en 1919, al Congreso de la Comedia de la CNT en representación del Sindicato del Vidrio.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) lo encontramos ejerciendo de profesor en Alcoy (Alicante), donde escribió en la publicación local Generación Consciente. Junto a Emilio Mira y David Rey, entre otros, creó y perteneció al grupo anarquista Los Gracos, que jugó un importante papel en la organización de los tranviarios. Mientras tanto seguía colaborando en la prensa confederal, a menudo bajo el pseudónimo Estudiante Ronsard, y en 1924 formó parte de la redacción de Solidaridad Obrera, entonces dirigida por Hermoso Plaja. Más tarde fue maestro de la escuela laica Cultura y Solidaridad, fundada en 1926 por Bru Lladó en terrenos del Taulí, en Sabadell, y dirigida por el maestro argentino Edgardo Ricetti. Inmerso en una conspiración de fuerzas contrarias al régimen, se desplazó a París para corroborar la disponibilidad de armas.

Cuando se proclamó la II República española seguía escribiendo en “La Soli” y, a raíz de la conferencia de la CRTC celebrada entre el 31 de mayo y el 1 de junio, formó parte del consejo de redacción dirigido por Joan Peiró hasta septiembre de 1931, en que dimitió.

Fiel a sus postulados moderados dentro del anarcosindicalismo, asistió a las reuniones donde se gestó el Manifiesto de los Treinta y, junto a Agustí Gibanel y Progreso Alfarache, formó la ponencia que, basándose en el escrito original de Pestaña, dio forma definitiva al texto. Así, su nombre apareció entre sus firmantes del manifiesto aparecido en el diario L’ Opinió de Barcelona el 30 de agosto de 1931.


Desde la aparición del diario treintista Cultura Libertaria, el 6 de noviembre de 1931, figuró entre sus colaboradores más asiduos. Destaca su artículo teórico “El valor del sindicalismo”, aparecido el 24 de junio de 1932. Como propagador de la corriente moderada de la CNT, recorrió una serie de ciudades catalanas desde principios de 1932, lo que le valió el apoyo de 42 delegados para su nombramiento como director de Solidaridad Obrera frente a los 119 de Felipe Alaiz, que al fin conservó el cargo, en julio de aquel mismo año. También siguiendo la línea treintista de formar un organismo propio para divulgar sus ideas al margen de la CNT, el 12 de junio participó en la asamblea de constitución del Ateneo Sindicalista Libertario de Barcelona, institución de la cual fue elegido presidente, pronunciando el discurso inaugural el 22 de junio de 1932. Su participación en la vida del ateneo la inició con la organización de cursillos para la capacitación de los obreros, en noviembre.


Dentro del proceso de expulsión de treintistas de la CNT, se le echó ese mes noviembre de 1932, en la asamblea celebrada por el Sindicato de la Alimentación, del que aún era presidente. Desde ese año residía en Sabadell, donde dirigió el Instituto Pedagógico de Cultura en sustitución de Edgardo Ricetti, de tendencia más radical, y escribió en Vertical, vocero de la Federación Local de Sindicatos (FLS). Continuó con los mítines, tanto en Cataluña como en Cádiz, Galicia o Alicante, en favor de los postulados de los Sindicatos de Oposición escindidos, y siguió a Pestaña en la creación de la Federación Sindicalista Libertaria, colaborando en su cabecera Sindicalismo (1933-1934). También​ encontramos artículos suyos en Solidaridad Obrera de La Coruña, El Trabajo de Manresa, Luz y Fuerza de Madrid (1932-1933), Combate de Barcelona (1934) y El Combate Sindicalista de Valencia (1933-1934).

En enero de 1935, tras unos meses de dudas, se incorporó al Partido Sindicalista (PS) de Ángel Pestaña. Fue su líder en Sabadell, y poco a poco irá ocupando puestos de mayor responsabilidad tanto en la Federación catalana como en el Comité Nacional. Cuando los Sindicatos de Oposición regresen al seno de la CNT en la Conferencia de Zaragoza, en mayo de 1936, la FLS de Sabadell no reingresará y pasará en bloque a la UGT. Según algunos autores (Íñiguez, 2008), Fornells prefirió no entrar en el sindicato socialista; sin embargo, en algún momento tuvo que afiliarse, toda vez que presidió en Consejo Municipal de Sabadell (alcalde del Ayuntamiento) en representación de la UGT entre el 17 de octubre de 1936 y el 21 de febrero de 1937.

Retornó a la CNT en 1937 (“Saludo”, en Solidaridad Obrera). Y en septiembre fue elegido presidente de la Federación Catalana del PS, en cuya cabecera Hora Sindicalista escribió regularmente. Su sucesora, Mañana, será dirigida por él desde febrero de 1938 hasta el fin de la contienda, periodo en que también ostentará diversos cargos en el Comité Ejecutivo Nacional. También encontramos escritos suyos en Liberación (1937) y La Ilustración Ibérica de Barcelona (1938).


…Y UNA TRAICIÓN

En febrero de 1939, cuando las tropas facciosas entraron en Cataluña, pasó a Francia junto a otros compañeros. Según el testimonio de Eduard Pons Prades, Fornells y algunos destacados militantes de la Agrupación de Barcelona y del Comité Regional del PS (Pedro Corrons, José Marín y Celso Vallejo) pretendieron quedarse en España acogiéndose a la proclama de Franco que aseguraba que nada debían temer quienes no tuvieran las manos manchadas de sangre. Fue tal la trifulca que se formó en la localidad de Garriguella (Girona), durante la huida, que Josep Robusté, a la sazón Inspector General de Evacuación y uno de los líderes del PS, les espetó: “Si vuelvo a oír una palabra sobre este asunto, os pondré a todos de cara al paredón”(Pons Prades, 1974, p. 319).

   Estos militantes reacios a abandonar España –sigue Pons Prades— fueron los mismos que meses después abandonaron los campos de concentración franceses arrastrando con ellos a varias decenas de exiliados para regresar y colaborar con la Organización Sindical franquista. A Fornells se le vio, junto a otro insigne cenetista llamado Josep Corbella, alcalde de Manresa durante la guerra, recorriendo el campo de refugiados de Saint-Cyprien (Pirineos Orientales) intentando captar adeptos con el argumento de ganar con talento y astucia lo que habían perdido por las armas, por lo que se les prohibió asistir a reuniones y a hablar como miembros de la CNT (Torre-Mazas, 1985, pp. 9-10). Abel Paz (2001, p. 60) afirma que quería retornar a España porque se enamoró de una antigua alumna suya. La misma justificación se ha dado para intentar explicar el comportamiento de Corbella.

Vista de Saint-Cyprien

   Pese a ello, unas 300 personas regresaron a España mediante esta vía. Así se puede leer en el anexo de un documento firmado en Francia por Fornells en diciembre de 1940, mediante el cual delegaba en Corrons, ex secretario nacional del PS, las gestiones oportunas para llevar a cabo la repatriación de sus “amigos y antiguos correligionarios” (Paz, 2001, p. 60), los cuales aparecen divididos en cuatro categorías: entrados en España, desaparecidos, para repatriar y expulsados por indisciplina. En dicho documento, además, constan varias direcciones para contactar con los responsables de la operación en Barcelona, Perpiñán y Sabadell, una de las es la del domicilio de Fornells, el segundo piso de la calle Wad Ras, 200 (Abel Paz, pseudónimo del anarcosindicalista Diego Camacho, no da la referencia del documento; sólo dice haber obtenido copia del mismo).

   Nuestro hombre delegó sus funciones porque tenía previsto regresar a España por la frontera de Portbou, como así hizo a finales de marzo de 1941[1]. Tanto él como Vallejo y otros compañeros venían frecuentado la embajada y el consulado español en Perpiñán para solicitar documentación que les permitiera entrar en España[2]. El ministro de Agricultura, Miguel Primo de Rivera (hermano de José Antonio), en un principio apoyó la iniciativa y fue autorizado el regreso a Fornells, siempre y cuando se sometiera a los Tribunales ordinarios, igual que cualquier refugiado; pero a última hora cambió de opinión y le fue denegado el pasaporte. Con todo, es posible que entrara y saliera de España más de una vez clandestinamente.

   Las alegaciones de Fornells en Perpiñán para lograr los papeles fueron claras. Pretendía entrar a sus correligionarios en grupos, organizarse como partido político y colaborar con el Movimiento Nacional.  No pretendía, pues, que regresaran como vulgares refugiados, y para ello les aseguró que “estaban de acuerdo con los principios de F.E., después aceptados en su totalidad por F.E.T. y de las J.O.N.S.”[3].

   Algunos autores sostienen que Fornells acudió a la prisión de Valencia para visitar a Peiró durante su reclusión con el fin de lograr su cooperación(Paz, 2001, p. 60). No hace falta decir cuál fue la respuesta.

   No sabemos con certeza qué pudo suceder después. Quizá los capitostes del régimen, entre los cuales algunos autores (Íñiguez, 2008, II, pp. 1283-1284; Paz, 2001, p. 59) incluyen también a Antonio Correa Veglison, gobernador civil y jefe provincial de FET y de las JONS en la provincia de Barcelona, y a José Antonio Girón de Velasco, ministro de Trabajo desde mayo de 1941, cambiaran de opinión o recibieran instrucciones para abortar la operación. O quizá todo obedeciera al viejo método del palo y el caramelo. Sea como fuera, lo cierto es que, enteradas las autoridades de sus movimientos, el 6 de junio la Jefatura de Policía de Figueres dio orden telefónica a la Comisaría de la Frontera Oriental (Ripoll, Girona) para que detuviera a Fornells si intentaba entrar en España; y, al mes siguiente, el gobernador civil de Girona, Paulino Coll, reiteraba por escrito el mandato contra él al Comisario Delegado de Fronteras de Figueres[4].

   Finalmente, Fornells fue detenido por la autoridad civil el 2 de diciembre de 1941, en Ripoll. Quizá no viniera de Francia, sino de Barcelona, donde intentó vivir dando clases particulares y fue repudiado por su familia. Llevaba consigo varios salvoconductos, uno de ellos avalado por Agustín Comenges Llobet, republicano federal no depurado por el franquismo que ejercía de maestro nacional y de director de la academia Abad Oliva de Ripoll, a la que pensaba incorporarse Fornells. También le requisaron el resto documentación que tenía encima: una carpeta con toda la información de la Agrupación barcelonesa del PS y un listado de sus afiliados residentes en Francia. Fue encerrado en la prisión de Girona y denunciado posteriormente por la Falange de Sabadell, por lo que fue derivado a la jurisdicción militar y condenado por un delito de rebelión militar, permaneciendo allí durante seis meses hasta que fue trasladado a la Modelo de Barcelona. Obtuvo la libertad atenuada el 20 de agosto de 1942 y la condicional en diciembre del año siguiente[5].

   Como Fornells, el carpintero Celso Vallejo había sido detenido al entrar en Cataluña desde Francia por la frontera de Portbou, el 2 de agosto de 1941. Portaba salvoconducto expedido pocos días antes por el Cónsul español en Perpiñán y debía presentarse a las autoridades. Permaneció encerrado en la Prisión Celular de Figueres hasta finales de septiembre, cuando pasó a la Modelo de Barcelona[6].    

   En cuanto al ferroviario Pedro Corrons Cortés, ex secretario nacional del PS, sabemos que fue avisado por compañeros de que la red de repatriación era una patraña. Aun así, confió en Fornells y regresó a Cataluña a comprobar lo que sucedía. Pasó la frontera con un pasaporte emitido por el consulado español en Perpiñán, pese a lo cual fue arrestado por la policía nada más llegar a Barcelona, en la Estación de Francia, y encerrado en los sótanos de la Jefatura de Policía de Barcelona. Murió al poco tiempo, en la cárcel, a causa una tuberculosis avanzada[7].

   Otros fueron detenidos y encarcelados en la prisión de Figueres (Girona). Allí recibían la visita de una mujer que les daba noticias proporcionadas directamente por Sebastián Clará, histórico cenetista que probablemente se afiliara al PS durante la guerra. Entre dichas noticias circulaba una que aseguraba que el final de su cautiverio dependía de las negociaciones de Fornells en Madrid, donde se presentó ante el mismísimo Ramón Serrano Súñer con una carta de presentación firmada por Luys Santa Marina, falangista camisa vieja de Barcelona, y a la sazón director del diario Solidaridad Nacional, para ultimar los detalles conducentes al regreso a España de los camaradas que aún estaban en el extranjero[8].   

   Ahora bien, ¿eran todos los repatriados integrantes del PS? Algunos autores así lo dan a entender. Es el caso de los anarcosindicalistas Juan Manuel Molina, (a) Juanel (1976, p. 270), y B. Torre-Mazas, pseudónimo de Miguel Celma Martín (1985, p. 39); otros abren algo el abanico y consideran que muchos eran antiguos treintistas (Herrerín, 2004, p. 27; Martínez Lorenzo, 1972, p. 274). Sin embargo, unos y otros citan a Josep Corbella Sunyer como otro de los cabecillas de la trama, quien no fue treintista ni pestañista, sino todo lo contrario: faísta y secretario de la CRTC en junio de 1933, cuando se consumó la escisión en la CNT. Así pues, y a pesar de la presencia de un núcleo importante de sindicalistas de Pestaña, lo más sensato es pensar es que hubiera repatriados de todo pelaje.

Fornells y compañía lograron convencer a decenas de personas de que su estrategia era preferible a otro baño de sangre. Además, El ambiente irrespirable de la inmediata posguerra hizo muy sugestiva la oferta de colaboración con el régimen a cambio de su salida de los campos de concentración franceses o de las prisiones españolas, así como del sobreseimiento de causas, la ayuda a compañeros y otras prebendas. Lo más probable es que hubiera desde auténticos colaboracionistas que buscaran beneficios personales hasta sindicalistas que fueron coaccionados por el régimen o bien actuaron por obligación moral desde los Sindicatos del Estado para ayudar a compañeros y compañeras en apuros, e incluso para ser los representantes de sectores explotados por la patronal o la Administración. Es más; muchos de sus adherentes fueron anarcosindicalistas engañados a quienes se les prometió cierta libertad dentro del régimen para desarrollar una labor  sindicalista dentro de la CNT. 

Pons Prades fue cambiando de opinión respecto a ellos. En el informe que elaboró durante una visita clandestina a España, a finales de 1944, para el Comité Nacional del PS, instalado en Toulouse, se puede leer:


En Cataluña (Barcelona, Sabadell, Mataró, Gerona) me entrevisté con Fornells, Clará, Vallejo, Marín, Corrons (…) Aquí, como ya es sabido, varios compañeros se prestaron a colaborar con los Sindicatos Verticales –sin sacar provecho de ello personal, me consta— y la experiencia fue casi nula. Con lo de la colaboración consiguieron sacar de las cárceles a varios compañeros y esto es lo único positivo, que pagaron con el estigma de traidores. Fornells, Corrons y Vallejo volvieron a dar con sus huesos en la cárcel, ya que algunos de los soltados de la cárcel aprovecharon la ocasión para marcharse a Francia. Y otros se camuflaron… Porque en la cárcel, aunque no estuvieses condenado a muerte, se corre el peligro de que una madrugada se presente una patrulla de falangistas y te lleve al campo de la Bota.[9]

   En cambio, años más tarde vinculará la trama con su negativa a abandonar España al caer Cataluña, dando a entender que por entonces ya habrían traicionado sus principios al contactar con el enemigo (1974, pp. 319-320).

   Ni que decir tiene que el grueso de la militancia del PS oficial rechazó las gestiones, y los implicados en la trama fueron expulsados por su Comité Nacional establecido en Francia,[10] viviendo el resto de su vida con el sambenito de traidores.

    Lo que algunos sectores del régimen buscaban con estos movimientos era, por un lado, la incorporación al Vertical de veteranos sindicalistas capaces de organizar e insuflar vida a la inerte Organización Sindical franquista; y, por otro, la sumisión de históricos militantes al dictado de las autoridades una vez transcurridos los primeros tiempos de brutal represión, dando así la impresión de que gozaban de una total independencia de criterio. Por todo ello mandaron agentes a visitar los campos franceses y las cárceles españolas para hacer propuestas de libertad y ofrecer altos cargos sindicales bien remunerados, al tiempo que destacados dirigentes eran entregados por la Gestapo o por la policía del régimen de Vichy (Martínez Lorenzo, 1972, p. 275).

   Curiosamente, hemos encontrado documentación perteneciente a otro Partido Sindicalista posterior,entre 1947 y 1948. Se trata de varios programas políticos y de tres ejemplares de El Sindicalista editados en España clandestinamente por la Dirección Nacional del partido[11]. Parece que los programas no proceden de militantes del interior adscritos al partido oficial, pues ni siquiera el sello utilizado, tres anillos entrelazados en una estrella de cuatro puntas, se corresponde con el tradicional que representa a Prometeo portando una antorcha. En cuanto a su contenido político, el ideario, aparentemente pestañista, deriva ya a un corporativismo de corte franco-falangista en que a la Cámara Sindicalista se suma otra denominada de la Propiedad, en un intento de conciliar capital y trabajo, y donde el derecho de huelga queda restringido al mínimo para asegurar los intereses de la economía nacional. El poder legislativo recaería en una Cámara Ciudadana, cuyos miembros serían elegidos de las candidaturas de los únicos dos partidos legales que baraja la propuesta: el Partido Popular Cristiano y el Partido Sindicalista. Para no entrar en detalles, baste destacar que este esquema constitucional fue comentado en el diario Arriba de 6 de septiembre de 1947[12].


   
Más dudas nos surgen con los ejemplares del diario, pues no podemos asegurar que fueran editados por este segundo pseudo PS. Hablan mucho de los Estados Unidos y se reiteran contrarios al comunismo, en una coyuntura internacional de comienzo de la Guerra Fría y el Plan Marshall (concesión de créditos estadounidenses para la reconstrucción de la Europa de postguerra, a los que Franco aspiraba).

   En cualquier caso, el ejemplar del diario de febrero de 1948 cierra con una nota que informa de otra nueva expulsión Fornells por su “identidad manifiesta con los enemigos del proletariado y de España”[13]

   Desconocemos las circunstancias de su muerte, acontecida el 4 de abril de 1950, aunque muchas fuentes refieren que murió en la miseria y en la más absoluta soledad.

Escrito con la colaboración de Arnau Berenguer.

Agradecimientos a Juan Cruz, de la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, por la documentación aportada.


Fuente → serhistorico.net

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