Los crímenes del franquismo y la querella argentina
Los crímenes del franquismo y la querella argentina: Por el pasillo jurídico, la causa, conocida como “La querella Argentina”, continúa radicada en el juzgado de la Jueza María Romilda Servini de Cubría. Carlos Slepoy, quien concibió la estrategia jurídica, murió hace dos años. Como quien considera con ironía y paciencia los huecos de la justicia, permanece en esta pelea al lado de las víctimas y de los otros que no están.


El 30 de mayo se presentó en la Alianza Francesa, en el marco del 18º festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, una película documental que describe, con voces de familiares y sobrevivientes, el efecto presente de los crímenes del franquismo. La película se llama, de manera muy justa, El silencio de otros (España, 2018). La cámara recorre las caras y las voces quebradas de quienes desde hace mucho tiempo esperan por conocer el destino de sus seres queridos. Una mujer anciana, con la voz muy ronca como si hablara desde otro lugar, recuerda cuando se llevaron a su madre junto a otras dos mujeres. La anciana tenía 6 años entonces y su cara, muchos años después, es un mapa del dolor. Señala una cuneta al costado de la autopista para mostrar el lugar donde enterraron a su madre junto a otras dos mujeres jóvenes. La mujer sentada, vestida de negro, intemporal, lleva un colgante con la foto en sepia de su mamá y lleva flores que coloca en un altar improvisado. El pueblo donde vive todavía se llama Buenaventura.

El tiempo, a veces, ayuda a disolver el miedo, pero el recuerdo del miedo permanece. Un hombre con la pena dibujada en su cara y el pelo blanco sobre su cabeza, un joven estudiante en los primeros años del franquismo, padece todavía la proximidad de su torturador, que sigue viviendo en Madrid, no muy lejos del recorrido que lo lleva sus asuntos. Al hombre de pelo blanco, presente en la sala de cine y en los tribunales argentinos y españoles donde tratan de juzgar a los torturadores y a quienes los dirigían, lo llaman Chato, su nombre oficial es José María Galante. Su torturador se llama Antonio González Pacheco, alias “Billy el niño”, cara de ardilla, con rulos antes y con poco pelo engominado sobre la nuca ahora. Los directores de la película, Almudena Carracedo y Robert Bahar, colocan fechas, nombres de lugares y algunos números para ofrecer un contexto y situar los testimonios. El documental recorre una historia de los estados y sus formas represivas semejantes, con un punto de partida situado en los saludos entre Francisco Franco y Hitler, y Mussolini por supuesto, y también con el condescendiente Eisenhower, años más tarde. El circuito de los dictadores incluye Chile, Uruguay y Argentina.

El gobierno de Franco desarrolló las fosas comunes, las detenciones indiscriminadas, la tortura de tradición medieval, y también el robo de niños y la apropiación de recién nacidos, esto último bajo la doctrina eugenésica de Juan Antonio Vallejo–Nágera, el Mengele español, quien consideraba justo quitarles los hijos a los izquierdistas y a las madres solteras. En España la ley de Amnistía de 1977 bloqueó cualquier recurso legal para juzgar aquellos crímenes. Y años más tarde quitó al juez Baltazar Garzón de la escena, para evitar que su prestigio conseguido después del intento de juicio a Pinochet se extendiera sobre el dictador de su propio país. De manera difícil de creer un abogado nacido en Buenos Aires, Carlos Slepoy, que creía que los crímenes de lesa humanidad admiten una jurisdicción extranacional, propuso iniciar una querella en los tribunales argentinos.

Los directores cuentan la historia a través de personas concretas y con reportajes sobre un fondo negro, sin ningún otro foco visual. Las secuencias son breves y algunas películas, en blanco y negro de noticiero, sostienen la continuidad. Uno puede preguntar, llegado el caso, si importa más la justicia o si basta con saber la verdad, o bien, en un mundo ideal, si la justicia puede ser la consecuencia de conocer la verdad. La deportación del guardia nazi, Jakiw Palij, residente en Estados Unidos, a los 95 años, llegó 25 años después de las investigaciones acerca de su pasado durante la Segunda Guerra. La deportación fue solicitada por el gobierno alemán. La historia que cuenta la película es la de personas que no pueden olvidar, ni dejar de pensar en encontrar alguna vez a sus hijos que imaginan vivos en algún lugar, ni dejar de buscar los huesos de sus familiares o amigos. Para otras personas el olvido es una necesidad que silencia ruidos molestos. El documental, en uno de sus momentos más emocionantes, muestra la exhumación de los restos de una fosa común que concluye con la identificación de un padre, con marcas de balazos a corta distancia. Una mujer, su hija, también muy vieja, se abraza con sus hijos, y dice que ahora puede morir en paz.

En España hay alrededor de 2500 fosas comunes, algunas debajo de los edificios públicos, otras bajo las rutas. La película muestra, como signo de puntuación recurrente, el monumento a los desaparecidos, que a poco de ser inaugurado fue baleado, como una forma más de despreciar la memoria. Desde principios del 2000 se encontraron los restos de 8000 personas. Por el pasillo jurídico, la causa, conocida como “La querella Argentina”, continúa radicada en el juzgado de la Jueza María Romilda Servini de Cubría. Carlos Slepoy, quien concibió la estrategia jurídica, murió hace dos años. Como quien considera con ironía y paciencia los huecos de la justicia, permanece en esta pelea al lado de las víctimas y de los otros que no están.

Por Pablo Bari
Licenciado en Letras: pagina12.com.ar

Fuente → moscovita.org

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