La Semana Santa durante la II República Española
La Semana Santa durante la II República Española
 
Portada del Almanaque 1932 de la revista satírica La Traca publicado nada más aprobarse la Constitución de 1931 en la que se declaraba el carácter laico del Estado. Fuente: wikipedia.

La entrada de hoy está dedicada a saber cómo se vivió la Semana Santa durante los años de la II República Española. A lo largo de las siguientes líneas expondré de forma general que la política religiosa estuvo orientada hacia el laicismo. La Constitución de 1931 ya indicaba que España no tendría religión oficial alguna, declarando una separación entre los poderes religiosos y el Estado. Posteriormente, me centraré en hablar de la Semana Santa en sí y cómo la vivieron los españoles y españolas de la época. Frente a la propaganda oficial de la dictadura que se centró en la destrucción del patrimonio histórico – artístico (desde este blog condenamos la destrucción de cualquier patrimonio cultural) la realidad fue mucho más compleja, aunque podemos resumir que no fue tan negativa como la dictadura transmitió.
 

Una de las premisas con las que nació la II República Española fue, por influencia francesa, (que tenía una ley sobre laicidad desde 1904), reducir la enorme influencia de las religiones (fundamentalmente el catolicismo) en la vida política y social del país, su excesiva presencia y su alejamiento de los problemas de los españoles y españolas hizo que ya en el primer tercio del siglo XIX se produjeran episodios de anticlericalismo. Esta laicismo y la separación entre el poder político y religioso ya venía mencionada en el artículo 3 de la Constitución de 1931, que indicaba que “el Estado español no tiene religión oficial”, además, los artículos 26 y 27 profundizaban en este aspecto. Pese a que hubo tensión entre el Gobierno español y la Iglesia católica por el laicismo de España (hasta el punto que el intransigente cardenal Segura fue expulsado del país), hubo intentos de entendimiento en ambas partes. Sobre este papel ya dedicaré más adelante una entrada, mientras tanto, se puede consultar la Constitución de 1931 en este enlace: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1931/1931_cd.pdf

El laicismo de la naciente democracia española de 1931 también afectó a la Semana Santa. Desde los sectores más reaccionarios del catolicismo hispano el laicismo nunca fue entendido (a pesar de que Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura se declaraban abiertamente católicos) y se interpretó como una amenaza a su religión o incluso a las “esencias” del país (fueran lo que fueran eso), también desde sectores más radicales se vio lo laico como una excusa para atacar el patrimonio histórico y artístico tal y como ocurrió por ejemplo entre el 10 y el 13 de mayo de 1931 o después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Desde aquí me gustaría comentar que un Estado laico no va en contra de ninguna religión en concreto, e insistir nuevamente en rechazar la destrucción del patrimonio cultural independientemente que pertenezca a una confesión religiosa o a un museo. Apreciar de forma correcta este patrimonio debe ser una labor que el alumnado de institutos y universidades debe desarrollar. Comentar también que el Gobierno español de la II República nunca prohibió ninguna de las procesiones que debían celebrarse, pero dejó en manos de los ayuntamientos y diputaciones provinciales asuntos como las respectivas autorizaciones y las subvenciones que recibía cada cofradía. En general se puede comentar que durante la República no hubo tantas procesiones como en la década de 1920 – 1929, por causas tan diversas como la situación de la economía (afectada por la Crisis de 1929), la falta de recursos financieros o la reducción del número de participantes.

La Semana Santa de ese mismo año de 1931 (la última de la monarquía de Alfonso XIII), se desarrolló en plena campaña electoral por la celebración de elecciones municipales. Ésta se desarrolló con bastante normalidad en la mayor parte de las ciudades en las que celebraron, como por ejemplo Sevilla o Cuenca. Hubo un incidente destacado en Málaga, mientras procesionaba el paso de la Virgen del Rocío, alguien alertó sobre el lanzamiento de una bomba. No fue así, ya que tan sólo se trató de un petardo de gran potencia que si bien produjo una estampida entre los asistentes, no hubo que lamentar que nadie resultara herido. Sí hubo violencia anticlerical entre los días 10 y 13 de mayo, como he mencionado anteriormente. Estas protestas se produjeron en varias ciudades pero fueron especialmente fuertes en ciudades como Málaga, Granada o Madrid, donde se produjeron desgracias personajes y ardieron varios edificios. Estos actos (a pesar de que nacieron como una provocación de varios monárquicos) dañaron la imagen de la reciente República a pesar de los esfuerzos por contenerlos.

Al año siguiente, 1932, hubo expectación por ver que pasaría, ya que los sectores más intransigentes del catolicismo español de la época no aceptaron ni el advenimiento de la democracia republicana ni su política laicista, por lo que desde el principio, y a pesar que no estaban prohibidas las procesiones (de localidades como Cuenca o Campo de Criptana se conservan las autorizaciones del gobernador civil que autorizaba la salida de las imágenes religiosas), estos grupos realizaron acciones para que hubiera inestabilidad. El clima de incertidumbre fue tal que en ciudades como Málaga o San Fernando no salieron procesiones e incluso otras se celebraron a puerta cerrada. En Sevilla únicamente salió a la calle la Estrella de Triana, conocida desde entonces como La Valiente o la Virgen republicana. A esa situación por un intento de sabotaje que hubo por parte de algunos derechistas por perjudicar a la democracia republicana, pero este sabotaje fue roto por los costaleros de La Estrella (pertenecientes en su mayoría a un sindicato anarquista, lo que no les libró de sufrir algunos ataques) que decidieron salir a la calle un 24 de marzo de 1932 comunicando que:

“Esta hermandad ha acordado, ratificando lo que ya comunicara a los excelentísimos señores gobernadores y alcalde de Sevilla, que cumplirá sus Reglas, haciendo estación a la Santa Iglesia Catedral en la tarde del Domingo de Ramos, siempre que cuente con los medios económicos para ello. Esta condicionalidad no es un subterfugio, ni envuelve espíritu capcioso. Responde a la realidad de un estado económico precario, ya que estando integrada esta cofradía por personas de la más humilde condición social, sus ingresos normales han sido anulados por la crisis económica que sus cofrades vienen padeciendo. Por lo mismo que pertenece al pueblo, tiene esta cofradía fervientes deseos de no producirse de forma contraria al interés general. Procuraremos por todos los medios, con verdadero espíritu cristiano y con alta conciencia ciudadana, afrontar la situación, y tenga V.E. la seguridad absoluta que esta cofradía, que es del pueblo, al pueblo se debe, que es tanto como decir que se debe al régimen constituido legalmente”.

Ya hemos visto que a pesar del plan de la derecha más conservadora, la Estrella salió a la calle, sin embargo, durante la dictadura esto no se dijo así y se difundió la idea contraria, que fue el ayuntamiento de Sevilla el que quiso prohibir las procesiones. La Estrella salió desafiando a la decisión de las cofradías y del arzobispo. Miguel Conradi, de la Federación de Hermandades y Cofradías llegó a decir en las elecciones generales de 1933 que sacar las procesiones “sería una mascarada que significaría prestarse a hacer el juego a los enemigos de Cristo”. Para el historiador Leandro Álvarez del Rey (a pesar que Niceto Alcalá Zamora dijo que iba a la ciudad con Consejo de Ministros y todo) que las procesiones decidieran no salir:

“Fue presentada en la propaganda, los mítines y actos públicos organizados por las derechas como el ejemplo más palpable, la prueba irrefutable de hasta dónde podía llegar la política ‘sectaria’, ‘masónica’ y ‘antiespañola’ impulsada por la República”.

Una imagen de La Estrella de Triana. Fuente: radiorecuperandolamemoria.com

En 1933 se siguió con la tónica del año anterior. Sin salir de Sevilla, su ayuntamiento, gobernado por la izquierda, animó a las cofradías del Viernes Santo a salir a la calle, aunque éstas se negaron ya que la invitación venía de un “alcalde rojo”. Los creyentes tuvieron que conformarse con visitar los pasos dentro de los templos (parece ser que algo parecido pasó en Jaén y Jerez de la Frontera). Sin embargo en Melilla y en la ciudad de Cuenca (por poner un par de ejemplos), las procesiones salieron con total normalidad, solo se cambió parcialmente el itinerario y se negó la gratuidad de la banda de música. Como datos curiosos, en Cuenca se mantuvieron durante toda la etapa republicana las subvenciones a las cofradías (estudiado por Ángel Luis López Villaverde) y en Málaga, se desarrolló una campaña para declarar la Semana Santa de interés turístico para que ésta pudiera celebrarse, escribiéndose artículos en la prensa local. La política laica del Estado se puede observar en que se les exigía a las cofradías una mayor transparencia y que algunas imágenes pasaron a ser de titularidad pública. El culto religioso se mantuvo. Una novedad muy importante que trajo la celebración de la Semana Santa en España durante la República fue que ya no se cerraban ni cines ni teatros durante estos días.

Durante 1934 y 1935, durante el Bienio Conservador y en pleno proceso de “rectificación total”, según palabras de Gil Robles, hubo cambios en la celebración de Semana Santa. El nuevo Gobierno limitó el laicismo y devolvió privilegios al clero, por lo que las imágenes salieron a la calle en las distintas ciudades españolas con normalidad. Para el investigador Juan Pedro Recio Lamata se pudieron ver incluso “grandes estrenos en cuanto a bordados y orfebrería”. Como curiosidad, decir que en la ciudad de Melilla, la Semana Santa en 1934 coincidió con una festividad musulmana y ambas celebraciones se celebraron con normalidad.

Durante la celebrada en 1936 no se dieron incidentes destacables. Muchas localidades celebraron su Semana Santa sin problemas aunque en Málaga decidieron no salir a la calle. Como ya he mencionado antes, fue tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 cuando se dieron de nuevo ataques al patrimonio de iglesias y monasterios (aspecto que desarrollaré en otra entrada). El historiador Francisco Espinosa Maestre, sobre la Semana Santa hispalense dice que:

“La historia oficial oculta sin embargo que en 1936, a dos meses del triunfo del Frente Popular, hubo Semana Santa y no pasó nada. Y también deben ser revisados los ataques a iglesias y capillas, como la de San José, el Villasís o la Hiniesta, porque hubo derechistas implicados que trababan de caldear el ambiente”.

En resumen, y ya para terminar, se puede insistir en la idea en que la celebración de la Semana Santa al menos entre 1931 y 1936 fue algo complejo. De las tensiones al principio (y en los que hubo malentendidos y algunas malas ideas) se pasó a una normalidad que salvó momentos puntuales, se mantuvo hasta el 18 de julio de 1936. Desde entonces en el territorio controlado por los golpistas se volvió a una celebración religiosa si bien con el añadido de un sentimiento religioso ultraconservador. Como dato decir que en algunas cofradías españolas a día de hoy continua la presencia de simbología de la dictadura que es vista con recelo por algunos creyentes y víctimas del régimen de Franco. El gobierno republicano tras el golpe suspendió esta y otras acciones por la coyuntura de la guerra, aunque se toleró el culto privado (el general del EPR Antonio Escobar era un ferviente católico) durante la contienda. Actualmente la celebración de Semana Santa es una de las fiestas más populares de nuestro país y es una celebración turística de gran interés.
 

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