Un soldado vasco celebra su centenario, entre Vox y la exhumación de Franco
Un soldado vasco celebra su centenario, entre Vox y la exhumación de Franco: José Moreno acaba de cumplir 100 años tras sobrevivir la Guerra Civil pese a una sentencia a muerte del franquismo. Alerta que sucesos de hoy, como la votación por un partido de ultraderecha en Andalucía y el debate sobre la tumba de Francisco Franco, le recuerdan a su pasado. Raphael Minder 

BILBAO — Cuando el soldado vasco José Moreno fue capturado en 1937 durante la guerra civil española, recibió una sentencia de muerte de parte de uno de los comandantes del ejército de Francisco Franco, quien resultó ganador del conflicto bélico.

Por razones que Moreno nunca comprendió, libró esa condena. Y en noviembre de 2018 celebró su centésimo aniversario.

“Debí haber muerto entonces, pero aquí estoy y me siento lo suficientemente bien para recordar con claridad todo lo que he pasado”, dijo Moreno, con una sonrisa de oreja a oreja. “Todavía no sé por qué no me mataron y solo me mandaron a prisión, así que me cuesta creer que he logrado vivir tanto tiempo”.

Moreno ahora se llama a sí mismo con mucho orgullo “el último gudari”. La palabra vasca para soldado hace referencia a quienes se unieron en 1936 al ejército vasco autónomo para ayudar en la defensa del gobierno republicano de España contra la revuelta militar franquista. Un año más tarde, las tropas de Franco tomaron Bilbao, la ciudad vasca más grande, con ayuda de sus aliados fascistas italianos y alemanes.


Moreno se llama a sí mismo el último "gudari”, la palabra vasca para soldado. Samuel Aranda para The New York Times

Moreno se rindió ante el ejército italiano, que a su vez lo entregó a las fuerzas de Franco. Un comandante español le dijo que lo fusilarían, recordó Moreno, pero la sentencia de muerte fue conmutada y, en cambio, estuvo en prisión durante tres años. Después de que la guerra terminó, en abril de 1939, Moreno estuvo un tiempo en un campo de trabajo forzado; ahí, junto con otros prisioneros de su derrotado batallón vasco, hacía tareas de repavimentado.

Moreno era solo un adolescente cuando estalló la Guerra Civil. Pese al paso de los años ese es un capítulo de su vida que no ha tratado de cerrar, o quizá no lo ha logrado hacer. En los últimos dieciocho meses ha estado pegado al televisor para seguir las noticias sobre el independentismo en Cataluña y los diversos cambios políticos en España.

La televisión ahora transmite a color, aunque para Moreno las imágenes y posturas están en blanco y negro, a partir de su experiencia en la guerra y su ferviente apoyo al nacionalismo vasco.


Francisco Franco (izquierda) y Benito Mussolini en 1944. Keystone vía Getty Images

Su preocupación más reciente es el resurgimiento de la extrema derecha. En diciembre, el partido nacionalista y antimigrantes Vox ganó sus primeros escaños parlamentarios, en la elección regional de Andalucía. Las encuestas de opinión sugieren que Vox sigue siendo un actor menor a nivel nacional pero, a decir de Moreno, no por ello los resultados ya obtenidos por el partido dejan de ser preocupantes. “Si dejamos que las cosas avancen, regresaremos a la dictadura”, advirtió.

Moreno solía escribir cartas y artículos de opinión para periódicos locales, en los que a menudo criticaba que España minimizaba el impacto de la era de Franco, el capítulo más doloroso de la historia moderna del país. La cuestión de cómo lidiar con ese legado ha sido retomada por la gestión socialista de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español desde junio de 2018.

Sánchez quiere darles mayor reconocimiento a las víctimas de Franco, de conformidad con la Ley de Memoria Histórica. La medida se aprobó en 2007, durante la última presidencia socialista, pero no se asignó financiamiento público para cumplirla ni se le priorizó durante el siguiente gobierno, encabezado por el conservador Mariano Rajoy. Una de las principales metas de la ley de 2007 fue facilitar la apertura de más de dos mil fosas comunes para identificar los restos, pertenecientes en su mayoría a víctimas de la Guerra Civil.

Por ahora, Sánchez tiene como prioridad reubicar los restos de Franco, ubicados en la basílica del Valle de los Caídos, la cual el general mandó construir para honrar a aquellos que “cayeron por Dios y España” durante la Guerra Civil. Sin embargo, el plan está detenido debido a una controversia jurídica con los familiares de Franco, quienes argumentan que solo puede ser vuelto a enterrar en la Catedral de la Almudena, en Madrid. Los políticos también debaten qué hacer con el actual sitio donde se encuentra enterrado Franco una vez que sus restos cambien de lugar.

Moreno dijo que no solo es necesario que los restos de Franco se retiren del Valle de los Caídos, sino también que cambie la interpretación que se le da en los libros de historia española para que reciba “el mismo tratamiento que Hitler y Mussolini, los otros criminales de la guerra fascista”.

Moreno afirma haber atestiguado la purga franquista de los derrotados. “He visto cómo sacaron a rastras de las celdas de prisión a algunos y luego los fusilaron”, dijo. “Nadie me puede decir que Franco no violó las leyes marciales”.


Moreno en una fotografía de cuando era joven. Estaba en su adolescencia cuando estalló la Guerra Civil. Samuel Aranda para The New York Times

Cuando Moreno fue liberado del campo de trabajo forzado, intentó reincorporarse a la marina mercante en la que se había enlistado a los 14 años, antes de la guerra. Dijo que fue mientras su carguero de carbón estaba anclado en los puertos italianos que descubrió de pleno “la fealdad del fascismo”.

“Mussolini prometió hacer grandiosa a Italia, pero en cambio vi cómo esa promesa solo era para aquellos que compartían sus ideas”, dijo Moreno. “Vi a mucha gente temerosa, miserable e incluso padeciendo hambre. Algunos se acercaban a nuestro barco para pedir ayuda y alimentos, pero la policía italiana nos prohibió brindarles cualquier tipo de asistencia”.

Moreno fue tildado de “separatista rojo” por el régimen de Franco, por lo cual se le negó la posibilidad de regresar al mar y tuvo que conformarse con un trabajo en los astilleros de Bilbao. Se retiró de ese oficio hace más de treinta años, después de ayudar a dirigir uno de los sindicatos locales.

“Franco no perdonó, así que no nos pidan ahora ni perdonar ni olvidar”, manifestó.

Cada año en el mes de junio, Moreno hace un pronunciamiento durante el evento conmemorativo en la escultura Aterpe 1936, ubicada en el monte de Artxanda, desde donde se ve toda la ciudad de Bilbao. Moreno fue una de las personas que abogó por erigir el monumento, en forma de una huella y que honra a los soldados vascos que lucharon contra Franco.

Esa huella sirve como recordatorio de que “nunca debemos olvidarnos de aquellos que lucharon por la democracia”, comentó Moreno durante la entrevista, en la cual traía puesta su boina vasca y saco militar, con una insignia pegada a la solapa.


Un área de Portugalete cercana a los astilleros donde trabajó Moreno. Samuel Aranda para The New York Times

En la actualidad, Moreno vive con su hija, Manuela, en un apartamento ubicado en el suburbio de Portugalete, cercano al astillero donde alguna vez trabajó. El apartamento está lleno de recuerdos vascos, como fotos de Moreno en reuniones con políticos locales y un ruidoso reloj en un plato de cerámica grabado con emblemas vascos. Su hijo Ricardo también vive cerca.

Cuando le pregunté a su hija qué mantenía saludable a su padre, dijo, en tono de broma: “Su obstinación y mal genio”. Añadió que “también disfruta de comer y divertirse”.

Hasta hace poco, Moreno era parte de una asociación de bailarines tradicionales vascos. Asocia su pasión por el baile con la Guerra Civil; cuando escuchó las noticias de la revuelta franquista, en julio de 1936, estaba en un baile. “Tenía 17 y pensaba en a cuál chica invitar a bailar, pero entonces supe que esto era demasiado importante y que me iba a enlistar como voluntario”, recordó.

Ahora Moreno, más que bailar, camina por el pasillo de su departamento. Su hija comentó que esperaba que su padre pudiera asistir a la ceremonia en el monumento de Artxanda en junio próximo, razón por la cual se quedaba en casa por ahora. “No queremos comprometer su salud llevándolo a la calle en el invierno”, comentó.

Fuente → nytimes.com

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