Salvaje y criminal. La “matanza africanista” que se vivió en Arahal el verano de 1936 fue uno de los episodios más cruentos de la Guerra Civil. Cuando los sublevados entraron en el pueblo asesinaron directamente a más de 200 Republicanos en los 2 primeros días bajo el tableteo de la ametralladora, situada en la plaza del pueblo conocida como La Corredera. Fue una salvaje represalia, sabiendo que entre ellas no estaban ninguno de los culpables de los hechos de la cárcel. Desde la calle Felipe Ramírez, los militares ponían en fila a hombres y mujeres que las autoridades franquistas señalaron, por haber pertenecido a algún sindicato, un partido, o por el simple hecho de haber formado parte de una manifestación”. Empujados, casi como animales, salían a la plaza en grupos, mientras a plena luz del día eran acribillados por las balas.
No fue una represión de contestación o venganza, en los siguientes días y semanas se siguió asesinando y otros 200 vecinos fueron eliminados. La represión franquista acabó con la vida como mínimo de 426 Republicanos, aunque ninguno de ellos fue responsable de la muerte de los derechistas, los autores de aquella atrocidad huyeron del pueblo cuando entraron los fascistas. En el artículo de Carmen Muñoz, (Interviu, Feb. 1978), Juan Hurtado, testigo directo aquellos días comentó: «La izquierda no tuvo nada que ver con esas muertes, todo pudo ser preparado por las derechas para provocar una fuerte represión, como ocurrió efectivamente. Aparecieron 4 coches procedentes de Sevilla, pararon delante del Ayuntamiento donde estaban los detenidos, a los pocos minutos se produjo el incendio. Los ocupantes eran forasteros y estaban armados«. Dos meses más tarde las víctimas Republicanas llegaron a 700, según los cómputos más recientes.
En el libro “Una razia espantosa. Arahal, 1936”, el autor, José María García Márquez, se pregunta por qué se llamaba Nacionales a uno de los bandos. “No eran nacionales, eran bandas armadas, bandidos con algunos falangistas a los que le pagaban 5 pesetas para venir a Arahal…ni Queipo de Llano ni Franco eran generales, estaban expulsados del Ejército”. Para el escritor, no existe “rigor histórico” porque el lenguaje utilizado “está intoxicado” y han construido la historia en función de los intereses y visión del vencedor.
Sólo se conoce una fosa en Arahal en el antiguo cementerio donde muchos serían fusilados, actualmente es un parque municipal. Otros fueron fusilados en un eucaliptal junto al puente del Arroyo Salado a 5 km desde Mairena en la carretera que va de Mairena del Alcor a la Autovía A-92. Allí se fusiló masivamente a gente de todos los pueblos del alrededor, que posteriormente fueron enterrados en el cementerio de Arahal. Los restos deben seguir allí. El Eucaliptar de la Sangre o la Fuente Molinilla podrían ser otra de las zonas donde se hallarán restos óseos de aquella matanza.
María y Valle Alcaide Martín tenían solo 5 años de edad: “Recuerdo cómo mi madre nos llevó al campo cuando empezaron a caer bombas para que estuviéramos a salvo”, recuerda María. Con la madre, Pastora Martín Sotillo se encontraban sus 11 hermanos. “Como no llevábamos comida, mi madre bajó a recoger algo a mi casa y en aquel momento la cogió la guardia para preguntarle por 2 de sus hijos, José y Manuel”. Pastora sabía que estaban en el frente republicano luchando como milicianos.
“Les dijo a la guardia que no sabía dónde estaban y que si lo supiera tampoco se los diría”. Con 47 años, fue trasladada a la cárcel que habían improvisado cerca del ayuntamiento. Su vida estaba centrada en la crianza de sus hijos y nunca había participado en política. María y Valle, acompañaban a una de las hermanas mayores, Rafaela, a llevarle comida a la madre, “..hasta que un día un guardia dijo que no fuéramos más..”.
El 9 de agosto, Pastora fue fusilada en las tapias del cementerio de Paradas. La vida de las Alcaide cambió para siempre. El hambre, la tragedia, el destierro y el sufrimiento se apoderaron de esta familia. El padre, Joaquín murió poco tiempo después, sin poder soportar aquella situación y sin conocer el paradero de sus 2 hijos. A veces acompañaba a su hermana Carmelita con canastos de comida a sus hermanos prisioneros esclavos que trabajaban en la construcción del Canal de los Presos, cerca de Bellavista. José Alcaide saldría de la cárcel en 1944. Manuel murió fusilado, con apenas 20 años, en mayo de 1940.
Las Alcaide vivieron durante largos años el desprecio de las autoridades en el pueblo. María recuerda cuando no dejaban a ninguno de sus hermanos comer en los comedores sociales. “Sabían que éramos hijas de rojos y no nos dejaban entrar. Tampoco pudimos tener el subsidio de los niños que puso Franco porque teníamos que decir que mi madre había muerto y yo cómo iba a poner eso, si la habían matado”...
Documentos: Todos los nombres (María Serrano). Webs fosas (Junta de Andalucía, Todos los nombres). Una razia espantosa (C. González). De un olivo a otro. Imagen de La guerra civil en color.
Fuente → documentalismomemorialistayrepublicano
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