"Las abarcas desiertas" de Miguel Hernández
"Las abarcas desiertas" de Miguel Hernández
 
Este poema se publicó por primera vez el 2 de enero de 1937, unos días antes de la festividad de los Reyes Magos para apoyar la campaña de Socorro Rojo Internacional que tenía como objetivo recaudar donativos y juguetes en beneficio de la infancia necesitada. Miguel Hernández murió de tuberculosis en una cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942, a los 31 años de edad. Varios amigos del poeta escribieron al generalísimo para que  perdonara la vida al “aedo comunista”, pero el caudillo, firme como una roca, sólo sabía firmar sentencias de muerte. Hoy, cinco de enero, es tiempo de Abarcas Desiertas.

LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.


Y encontraban los días
que derribaban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.


Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.


Me vistió la pobreza
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.


Para el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.


Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.


Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.


Toda gente de trono
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.


Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.


Por el cinco de enero,
de la majada mia
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.


Y hacia el seis, mis miradas,
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.