El trauma de los bebés robados: De cuando la cultura derrota(rá) al silencio:
Alzar la voz
Un runrún no es una voz. Y el runrún lo había, lo hubo. Pero para que la voz se enuncie se necesita un canal de transmisión. Y, más aun, un público receptor. Sin eso, no hay Historia, solo rumores. Sospechas a media voz. Suposiciones. Miedo, angustia y silencio.
Esa es una de las más importantes razones (la otra es el tan cacareado –y magnificado- “pacto de silencio”) por las que no es sino hasta 2011 que el tema de los bebés robados durante el franquismo y los primeros años de la democracia explota públicamente: se presenta una demanda conjunta ante la Fiscalía General del Estado. 261 casos de adopciones irregulares, pero también de madres y padres que pensaban que les habían robado a sus niños. Una demanda que, desgraciadamente, no prospera.
Hay que considerar, empero, dos fechas –previas- muy significativas y que ayudan a entender todo este dilatado proceso: 1987, año en que la adopción deja de ser privada y pasa a manos del estado español. Y 1999: se elimina el parto anónimo (a partir de ese momento los datos de la madre biológica deben quedar siempre registrados) y –muy importante- se concede el derecho a los adoptados a conocer (y buscar) a sus madres biológicas.
Hasta el día de hoy se han presentado unas tres mil demandas. Sin embargo, la demanda de Inés Madrigal ha sido la única que ha conseguido sentar en el banquillo de los acusados a alguien relacionado con la trama de bebés robados y que se le juzgue: al doctor Vela, el cual -este mismo año- ha sido encontrado culpable de robar a la bebé en 1969, en la clínica San Ramón, de Madrid, pero absuelto, por encontrar el juez que los tres delitos habían prescrito (detención ilegal, suposición de parto cometidos por facultativo y falsedad en documento oficial).
Imagen vía Ático de los libros.
Ante tamaña inefectividad judicial (prácticamente todas las demandas han sido archivadas hasta el momento, bien porque el juez no sabe a quién imputar, no encuentra documentos sobre los que investigar o, sencillamente, se aferra a la prescripción del delito), la sociedad civil (formada por 19 asociaciones de bebés robados) propuso un Pacto de Estado y presentó este mismo año la propuesta de Ley de Bebés Robados, que fue admitida a trámite (por unanimidad) en el Parlamento este pasado 20 de noviembre y solicitada a la Mesa del Congreso de los Diputados (este pasado viernes 30 de noviembre) que se tramite por procedimiento de urgencia, con lo que todas las enmiendas deberán quedar resueltas antes de final de año. “Un triunfo sin precedentes para las asociaciones de bebés robados”, confiesa esperanzada Soledad Luque, presidenta de la asociación Todos los niños robados son también mis niños.
Un adecuado marco legal
Escribía de manera premonitoria a finales de este verano en el prólogo del ensayo de Neus Roig, No llores que vas a ser feliz (Ático de los libros, 2018) el Profesor Titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Rovira i Virgili y director de la tesis de la autora en la que se basa este libro, Santiago Castellà, que “quizá, aunque todo es muy volátil, la aparición de este libro coincida con un momento político adecuado para dar una solución política definitiva a esta cuestión”. Y es que el propósito final de Roig, para cuya investigación seleccionó 476 casos de bebés robados para estudiarlos en profundidad, es el de proporcionar argumentos históricos para dar un tratamiento jurídico único para los casos de los niños robados. “Se trata de buscar una ley plural, una ley que defienda los derechos humanos”, nos cuenta Enrique Vila, presidente de la asociación SOS Bebés Robados y quien busca a sus padres desde 1988.
A Vila le preocupa el excesivo tono memorialístico e indemnizatorio de la ley que se va a tramitar ahora de manera urgente en el Parlamento y le gustaría que se aprovechara “para, sobre todo, dotar de medios reales para los reencuentros, sobre todo porque son posibles. Me da miedo –nos dice- que esta ley quiera cerrar determinadas investigaciones o determinados capítulos muy dramáticos con una indemnización que puede ser simbólica (mayor o menor) y esto justifique el cese de las investigaciones”, cuenta el abogado valenciano a The Objective.
La cultura como (re)creadora de la realidad
Decía Edward W. Said que ninguna identidad cultural aparece de la nada, sino que se construyen de modo colectivo, que todas son construidas sobre las bases de la experiencia, la memoria y tradición y una enorme variedad de prácticas y expresiones culturales, políticas y sociales. A este efecto sirven a la causa las manifestaciones artísticas que hablan del tema de los bebés robados (y cuantas más mejor).
Imagen via Editorial Funambulista.
Una de las primeras obras que se ocuparon de este asunto fue Mala gente que camina (Alfaguara, 2006), de Benjamín Prado. Algunos años después se publicó Bastardos, siete casos de madres que entregaron en adopción (Almuzara, 2010), de Enrique Vila, a la que le siguieron Historias robadas (Temas de hoy, 2011), que posteriormente Antena 3 adaptó para la pequeña pantalla y Mientras duró tu ausencia (Temas de hoy, 2012).
Las tres obras del abogado valenciano son ficciones que tocan la problemática de los bebés robados y/o dados en adopción, pero están basados en historias reales. Opina Vila, quien también ha escrito ensayos sobre el tema y ha participado en obras colectivas aportando sus conocimientos técnicos judiciales, que “creo que la ficción es más amena para el público en general”.
De igual manera opina Soledad Luque, para quien el olvido que se ha dado en la sociedad española “es fruto de una falta de educación cultural, de conocimiento de nuestra historia real, pero eso está cambiando por muchas cuestiones; por ejemplo, desde la cultura y el arte”.
Cita Soledad Luque el reciente libro de Eugenia Tusquets, Ladrones de vidas (Funambulista, 2018), un libro que –igual que el reciente documental El silencio de otros, dirigido por Almudena Carracero y Robert Bahar y que trata sobre la lucha silenciada de las víctimas del franquismo- “traspasa esa línea que es muy difícil filtrar donde acaba el activismo, los ciudadanos activistas con sus acciones, y donde empieza la sociedad, la ciudadanía no activista, donde teníamos siempre una frontera”.
La propia autora del libro, Eugenia Tusquets, fue asesorada por Luque y su asociación para contextualizar la historia (real, pero que Tusquets ficcionaliza) de su libro, en el que una hija adoptada, que vive en Estados Unidos, debe regresar a España a buscar a su madre biológica porque a su hijo le han detectado la enfermedad de Menkes. Tusquets es de idéntica opinión sobre las manifestaciones artísticas que sirven para hacer llegar una causa al gran público, pues, dice que “la novela te permite introducir las emociones de los personajes y que los lectores vibren con ellos. Pero eso no sucede en un ensayo”.
Mostrar –y nombrar- lo oculto
Nos cuenta Eugenia Tusquets, sentados en una mesa de la librería +Bernat de Barcelona, que todas las víctimas que han leído su libro y con las que ha podido conversar están muy agradecidas, porque después de sentirse tremendamente ignoradas durante tantos años en los que no salían sus protestas en la prensa, ahora gracias a libros como el suyo, su búsqueda puede llegar al gran público. Y lo llamativo –y emocionante- es ver cómo, en muchos casos, son ya los hermanos y hermanas de las madres, los que continúan con la lucha.
Así, el libro de Tusquets viene afortunadamente a sumarse a una lista, no demasiado abundante pero sin duda importante, en la que destacan algunos títulos de ficción y no ficción (siempre más o menos inspirados por casos reales) como Entra en mi vida, de Clara Sánchez (Destino, 2012), Niños robados, de la represión franquista al negocio (Diagonal, 2012) Mientras pueda pensarte, de Inma Chacón (Planeta, 2013), Los bebés robados de sor María, de Soledad Arroyo (RBA, 2013), Lo que no me quisiste contar, de Cristina Gutiérrez Meurs (Ediciones Cívicas, 2016), Tuyo es el mañana, de Pablo Martín Sánchez (Acantilado, 2016), Palos de ciego, de David Torres (Círculo de Tiza, 2017), Latidos, de Franck Thilliez (Planeta, 2017) o la novela gráfica Atado y bien atado. La transición golpe a golpe (1969-1981), de Rubén Uceda (Akal, 2018). Se ha de destacar en el ámbito documental los trabajos de Montse Armengou y Ricard Belis para Tv3 Els nens perduts del franquisme (2002), ¡Torneu-me el fill! (2012) y Els internats de la por (2015), así como el film de Miguel Hernández, Ladrones de vidas, niños robados en la Comunidad Valenciana (2016). Respecto a las obras de teatro, destacan Una vida robada (2014), de Antonio Muñoz de Mesa, El sueño de Laura (2017), de Chus Gómez y CINE (2018), de la compañía de teatro La Tristura. Lo que comparten muchas de ellas, según la investigadora Luz Souto, es que “aunque se presentan como ficciones, mantienen un vínculo con la Historia; impregnan sus textos de un deber de memoria, revitalizado por la necesidad de actuar ante la falta de justicia”.
Intervención en los muros de la Cárcel Modelo. | Foto cedida por Paula Bonet.
El tema de los bebés robados ha sido también tratado en la creación contemporánea por parte de la ilustradora y pintora Paula Bonet, quien este pasado mes de octubre, y enmarcada en el festival Ús Barcelona, realizó una intervención en los muros de la Cárcel Modelo para denunciar el robo de bebés durante el franquismo a las presas republicanas.
Bonet, que quedó impresionada por la carta que abre el ensayo de Neus Roig (unas cartas que presuntamente obligaban a firmar a las madres para darles a sus hijos que eran entregados ilegalmente en adopción), nos cuenta que quería “enfrentarme a otra de las dolencias de ser mujer. A la barbaridad y al abuso. Trabajar los quince metros con los rostros de las mujeres republicanas torturadas y los bebés robados fue doloroso. Me dejó en un estado frágil a nivel emocional”. Su trabajo quiere denunciar ese uso de la maternidad como modo de control de las mujeres, y es que piensa Bonet que el arte “a veces consigue nombrar y otras veces también cura”.
Fuente → theobjective.com
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