Tenemos derecho a decidir nuestro futuro
Tenemos derecho a decidir nuestro futuro: Hace unas semanas, un grupo de estudiantes e investigadoras de la Universidad Autónoma de Madrid lanzamos una propuesta audaz que podía parecer demasiado ambiciosa: convocar un referéndum sobre la monarquía en nuestra universidad. La misma en la que estudió Felipe VI, “el preparao”.

Hoy ya se han sumado una veintena de universidades de todo el estado (la Complutense, la Politécnica y la Carlos III de Madrid, la Universidad de Zaragoza, la UAB y Pompeu Fabra de Barcelona, la de Asturias, la Universidad de Vigo, La Laguna de Canarias, la Universidad de León, la de A Coruña, también en Cantabria, la Miguel Hernández en Elche, la Universitat d'Alacant, la de Castilla-La Mancha, la UNED, la Politècnica de Valencia, la de Burgos y la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid –justicia poética–. Muchas más nos escriben todos los días para pedirnos ayuda para empezar o contarnos que ya lo están organizando en sus centros.

El debate abierto sobre la monarquía es imparable: nosotras creemos que desde las universidades y el movimiento estudiantil tenemos que hacer que se escuche nuestra voz y exigir que se abran los cauces para decidir libre y democráticamente.

Y nos sobran las razones para ello. La monarquía es una institución podrida de corrupción –podríamos enumerar una larga serie de escándalos–, y tiene una íntima amistad con regímenes autoritarios como el de Arabia Saudí. Es una corona medieval, obsoleta, patriarcal, impune, una monarquía que financiamos entre todos mientras nos condenan a la precariedad. Una institución que solo responde a los intereses de los grandes empresarios y negocios multimillonarios. 

Mientras, el propio gobierno del “progresista” Pedro Sánchez nos recuerda que la Corona es inviolable, evitando toda investigación sobre las corruptelas del emérito y recurriendo al Tribunal Constitucional la moción contra el rey aprobada por el Parlamento de Cataluña.

Pero, sobre todo, tenemos muy presente que la monarquía es heredera directa del franquismo, puesta a dedo por el dictador genocida Francisco Franco. Al contrario de lo que dicen quienes defienden a capa y espada el Régimen actual, la monarquía nunca se votó, como reconoció el propio expresidente Suárez la metieron por la ventana en el “pack” de la Constitución del 78. Una Constitución en cuya redacción participaron hace 40 años militares del franquismo y que desde entonces quedó cerrada con candado.

No olvidamos tampoco que Felipe VI salió el 3 de octubre del año pasado a avalar la brutal represión contra el pueblo catalán. Un mensaje para todos los pueblos del Estado español, dejando claro que no van a permitir ningún tipo de referéndum democrático ni cuestionamiento al Régimen.

Para los defensores del régimen monárquico, la “institucionalidad” consagrada en la Constitución del 78, incluida la monarquía, es algo inmutable. Si bien en su artículo 23 dice que “Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes”, la realidad es que cualquier iniciativa de participación popular y democrática que se proponga cuestionar la “institucionalidad” vigente es considerada casi un acto sedicioso o directamente de “rebelión”. El régimen monárquico en el que vivimos es poco menos que sagrado y su cuestionamiento es considerado un crimen, a tenor del tratamiento que sufren los presos catalanes o cantantes y raperos que se pronuncian contra los borbones.

Para nosotras esto es un absurdo evidente: ¿Por qué las nuevas generaciones debemos pagar el precio de una institucionalidad inmutable consagrada en un tiempo, un espacio y una situación política que no vivimos y sobre la que no pudimos tener opinión?

Incluso Thomas Jefferson, un terrateniente esclavista poco sospechoso de izquierdista, que fue el principal autor de la Declaración de independencia de Estados Unidos, dijo que “ninguna sociedad puede hacer una constitución perpetua o incluso una ley perpetua. La tierra pertenece siempre a la generación en vida”. Para él cualquier constitución o ley expiraba después de 19 años y si se prolongaba era “un acto de fuerza y no de pleno derecho”. Pues esta Constitución va a cumplir 40 años en pocos días.

Esta constitución del 78 es considerada hasta por los propios juristas constitucionalistas como superrígida, imposible de cambiar, con unos mecanismos de control y cortafuegos que impiden que la voz de la mayoría sea escuchada. Pero eso sí, se cambia con una rapidez pasmosa cuando se trata de supeditar los gastos sociales al pago de la deuda, como acordaron el PP y el PSOE para cambiar con nocturnidad y alevosía el artículo 135.

Por ello no cabe una reforma cosmética, no estamos dispuestas a aceptar modificaciones pactadas por arriba. De lo que se trata es de abrir procesos constituyentes democráticos, libres y soberanos, donde todos los habitantes podamos decidirlo todo, empezando por acabar con la monarquía, respetando a su vez la decisión de cada pueblo sobre la relación que quiere tener con el resto del Estado, pero también tomando en cuenta las demandas democráticas y sociales que exigimos la mayoría de la juventud, las mujeres y el pueblo trabajador. Porque queremos poder decidir también si tenemos que seguir pagando la deuda, si queremos acabar con los privilegios de la casta política y judicial, derogar las reformas laborales, atender las demandas del movimiento de mujeres o cerrar los CIEs.

En este sentido, el referéndum es un primer paso para visibilizar la opinión de quienes no nos sentimos identificados con una monarquía y una constitución que ni nosotras ni nuestros padres votaron. De hecho, menos del 20% de la población actual votó en su día a favor de la constitución que se nos impone al 80% restante. Tenemos que dejar claro que desde la juventud queremos opinar, queremos votar y queremos decidir sobre nuestro futuro.

El Referéndum en la UAM el 29N y todos los que se realizarán en otras universidades, así como las consultas en Vicálvaro, Laguna, Móstoles y los barrios de Madrid el 2D, pueden ser un gran impulso para la conformación de un movimiento democrático contra este Régimen. Porque somos conscientes de que terminar con la monarquía es una tarea que solo podremos conquistar con la lucha, en la que confluyamos todos aquellos que no estamos dispuestos a seguir siendo súbditos de este régimen impuesto: las y los estudiantes, el movimiento de mujeres, los pensionistas y la clase trabajadora. El desafío es unir esos volúmenes de fuerzas. Si lo logramos, entonces sí que podremos decidirlo todo.

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Lucía Nistal es investigadora y doctoranda en la UAM, portavoz de la Plataforma Referéndum UAM.

Fuente → ctxt.es

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