En las FOSAS comunes del Cementerio de Ciriego (Santander) yacen mas de 1.200 REPUBLICANOS ASESINADOS por los franquistas
En las FOSAS comunes del Cementerio de Ciriego (Santander) yacen mas de 1.200 REPUBLICANOS ASESINADOS por los franquistas: El investigador Antonio Ontañón, presidente de la ‘Asociación Héroes de la República y la Libertad’, ha estado más de 20 años investigando, por sus propios medios, la historia de los republicanos desaparecidos en Cantabria entre los años 1937 y 1948: La cifra de republicanos enterrados identificados en el cementerio de Ciriego es de 1.207, entre ellos 809 fusilados, 21 muertos a garrote vil, 90 ‘paseados’, 3 ahorcados, y 284 muertos procedentes del penal santoñés de El Dueso y de otras cárceles santanderinas.

La represión franquista contra dirigentes políticos y sindicales, maestros, periodistas o simples ciudadanos republicanos pudo superar los 8.000 muertos.Todos estos datos, junto con las historias personales de cientos de familias cántabras están recogidos en su libro ‘Rescatados del olvido’ (2003). Los franquistas dejaron un reguero de fosas comunes y de personas desaparecidas. Un vacío que se empieza a llenar, de momento, con cerca de 150 fosas localizadas.

Entre los identificados como enterrados en la gran fosa de Ciriego figuran un niño de 10 años, 7 chicos de entre 11 y 20 años y 77 jóvenes de menos de 30. También hay tres ancianos de entre 71 y 80 años. Según Ontañón hay otros 355 ejecutados más repartidos en distintas fosas comúnes por toda Cantabria: Solares, Castro Urdiales. En los registros de entrada al cementerio de Ciriego los difuntos ‘desconocidos’ aparecían en «cantidades de 15 o 16 por día, los que cabían en un camión». Generalmente, las fosas comunes albergan «5 o 6 difuntos…Durante 11 años los fusilados republicanos fueron enterrados unos sobre otros en fosas que cavaban los presos de Corbán. Les ejecutaban y les echaban a la zanja con una carretilla. Son muchos y están mezclados unos con otros. Rectángulos enormes para cien fusilados, no eran fosas comunes eran ‘zanjas comunes’».

Cuando Ontañón comenzó su investigación comprobó que los más de 800 hombres y mujeres que fueron fusilados en la tapia del cementerio aparecían en el registro de Ciriego como ‘desconocidos’. Estas personas fueron intencionadamente desaparecidas de la vida civil, condenadas al olvido, no dignas de ser recordadas ni por sus familias a las que se las intimidó para que no rindieran homenaje a sus muertos. Adquieren sentido las palabras que un policía dirigió a la viuda de Antonio Cagigas en 1945 cuando visitaba la fosa en la que estaba enterrado su esposo: “Señora, váyase a otra parte a llorar, no me obligue a detenerla”.

Ontañón realizó un exahustivo trabajo de cotejo entre los archivos de la prisión provincial de Santander con los del cementerio de Ciriego; los partes de salida de los presos republicanos condenados a muerte con el parte diario de entrada de “desconocidos” en el cementerio municipal. Cruzando los datos consiguió poner nombre a los 807 fusilados, que aparecen en su libro. “Era tremendamente injusto. Como si los hubieran matado 2 veces. La primera, con una bala, y la segunda, quitándoles su identidad. Estoy muy satisfecho de que por fin puedan figurar en el registro”, explica.

El 14 de abril de 2001 en el acto de homenaje que todos los años se celebra en el cementerio civil, la Asociación “Héroes de la República” inauguró siete monolitos en los que figura el nombre de las mujeres y los hombres ejecutados que allí yacen. “Sé que es imposible recuperar el cuerpo de mi abuelo y además creo que con quien mejor está es con sus compañeros”, concluye Dolores Puente. Lo mismo piensa Carmen Zapata, sobrina de Matilde Zapata, periodista republicana, fusilada el 28 de junio de 1936 a los 32 años, aunque Julio Vázquez, también preso y años más tarde fundador de Comisiones Obreras de Cantabria, contó que Matilde fue encerrada en una celda aislada de la Prisión Provincial y asesinada a garrote vil después de sufrir torturas reiteradas.

Las fosas de Ciriego son un símbolo contra el olvido. Un lugar de memoria que nos interpela por aquellas personas que por sus ideas fueron eliminadas. Son un lugar donde la memoria colectiva ha permanecido viva, resistiendo al olvido del paso del tiempo, al silencio con que el franquismo sometió a los vencidos, y a la necesidad que se expresaba en la Transición de hacer borrón y cuenta nueva para poder mantener una “convivencia pacífica”. A pesar de todo esto, el dolor que contenía ese espacio era tan grande que se convirtió en uno de los símbolos de los desaparecidos republicanos españoles, víctimas de la represión franquista, y en uno de los espacios donde las familias pudieron llorar a sus desaparecidos, eso sí, con discreción.

Los familiares de los ejecutados pueden ir ahora al cementerio a leer los nombres de sus parientes, agradecen tener un lugar. “Mi abuela se emocionó mucho el día que levantaron el monolito con el nombre de mi abuelo. Saber el sitio donde estaba enterrado fue como un sueño para ella. Siempre temió que estuviera aquí, y solía tirar flores por encima de la tapia”, recuerda la nieta de Ángel Martínez. “Tenía poco más de 2 años cuando mi madre fue a llevarle a mi padre una tortilla a la cárcel y le dijeron que lo habían matado. Cuando Antonio Ontañón me dijo que sabía dónde estaba, me emocioné, ha sido la alegría de mi vida”, asegura Carmina Abelleira.


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