Una manada de falangistas violaron y asesinaron a tres republicanas la noche del 29 de diciembre de 1936 en Candeleda (Ávila)
Cinco mujeres fueron arrancadas de sus hogares por una cuadrilla de asesinos falangistas, mandados por otro salvaje criminal el falangista Ángel Vadillo, apodado “501” porque asesinó a 501 personas en los pueblos de la zona. Llovía y el aire helado de la sierra les calaba los huesos. En el camión donde las habían subido ellas no tenían frío. Sabían que iba camino de la muerte.
La mayor era Virtudes de la Puente Pérez: 53 años. Su delito, según los vecinos, ser protestante. A Pilar Espinosa Carrasco, de 43, la mataron por estar subscrita y leer “El Socialista” y enseñar a leer a sus vecinos. Pilar y Virtudes eran simpatizantes Republicanas. Valeriana Granada, de 26 años, estaba embarazada de varios meses. Completaban el grupo la hija de Pilar, Obdulia Camacho de 14 años, y la hija de Valeriana, Heliodora de 2. Al poco de arrancar el camión los falangistas, en medio de la locura echaron del camión a las 2 niñas de vuelta a casa que salvaron así la vida. Obdulia llevaba a su sobrina de 2 años en brazos.
El marido de Valeriana luchaba en el frente nacional, obligado por el ejército rebelde, pero una dirigente falangista estaba enamorada del marido de Valeriana, la denunció y acabó a la vez con 2 vidas que la torturaban: la de la madre y la del hijo que llevaba dentro.
Contaba el hombre al que mandaron enterrarlas en la fosa común, y que estaba presente en la matanza, que al morir Valeriana, el feto se movió en su vientre. Uno de los salvajes la abrió en canal le saco el feto y a pisotones lo mató. El enterrador desde entonces, comentaban en el pueblo, ni hablaba ni comía hasta que murió.
En la curva del Esparragal Obdulia y Heliodora, empapadas de miedo y frio fueron testigos mudos de la barbarie. Escucharon los gritos de terror de sus madres, las súplicas para que no las mataran, las risas de los salvajes al violarlas, los tiros hasta que todo quedó en silencio. Silencio que han guardado durante décadas. Pero cuando abrieron la boca, contaron y no pararon: La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) exhumó los restos de las 3 mujeres en 2002, era la primera fosa que se abría en Candeleda.
Periódicos internacionales y televisiones, captaron las imágenes y contaron al mundo la barbarie y la sin razón de este país que tiene, aún hoy, a sus muertos por millares en las cunetas. La alcaldesa de Poyales del Hoyo, la fascista DAMIANA GONZALEZ del Partido Popular, sobrina del 501, se opuso a ceder un espacio en el cementerio publico, lo que se consiguió tras la mediación de Iñaqui Gabilondo desde la Cadena Ser. Incluso el The New York Times recogió el momento.
En junio del 2010 se intentó reunir en un panteón del cementerio de Poyales del Hoyo a las 3 mujeres hoyancas, Virtudes, Pilar y Valeriana con otras 7 víctimas recuperadas en 2010 de una fosa común a un kilómetro de Candeleda: A la tumba memorializada con los nombres de las 3 una figura de la paloma de la paz, les fueron añadidos 9 años después los restos de los 7 exhumados en el 2010 en la Curva del Avión, y fueron puestos sus nombres en la misma lápida en el 2011:
Virtudes de la Puente Pérez. 53 años.
Pilar Espinosa Carrasco. 43 años.
Valeriana Granada. 26 años. Embarazada de varios meses.
Tomasa de la Peña García. 62 años.
Régulo Martín Plaza. 36 años.
Francisco Martín Vélez. 69 años.
Ceferino Gómez Díaz. 82 años.
Benjamín Gómez de la Peña. 24 años.
Tomás Retamal Sánchez. 32 años.
Emilio García Hornillos. 34 años.
Este monolito en Candeleda fue profanado la misma noche de las elecciones municipales de 2011, cuando fue elegido nuevo alcalde de Poyales del Hoyo el franquista ANTONIO CERRO VALVERDE del Partido Popular. El 30 de julio de 2011 ordenó abrir el panteón, destrozar la tumba, profanar y trasladar los restos de las personas memorializadas, homenajeadas y dignificadas a una osario común, junto a otros restos, volviendo de nuevo al olvido, sin el permiso ni la presencia de los descendientes, sin ninguna referencia a sus nombres o las fechas en las que fueron asesinadas.
Ha costado décadas comenzar a cerrar las heridas que abrió la Guerra Civil y la posterior represión. El avance es demasiado lento para permitir frenazos y retrocesos. Pero se producen. Una de esas heridas cauterizaba en 2002, en la curva del Esparragal, Ávila, gracias al trabajo de la ARMH y de otros foros: las víctimas fueron exhumadas y enterradas en una tumba del cementerio municipal de Poyales a pesar de la oposición de la fascista Damiana González, del PP. Pero otro franquista, Antonio Cerro (PP), profanando los cadáveres retiró las víctimas asesinadas por el franquismo que allí descansaban, y los arrojó a la fosa común del propio cementerio, sin el permiso ni presencia de los descendientes que tanto habían luchado para que sus seres queridos descansaran en una tumba digna. Sin ninguna referencia a sus nombres o las fechas en las que fueron asesinadas. Nadie tomó la decisión, nadie la autorizó.
Sin embargo, la canalla franquista sigue clamando profanación sacar a la bestia del valle de Cuelgamuros. Pobre España, los lacayos del franquismo están empeñados en encerrar este país en un futuro cada vez mas triste y oscuro.
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