Memoria histórica y justicia transicional: España y Portugal
Memoria histórica y justicia transicional: España y Portugal

Por María Sánchez Arias | Ilustración de Iñaki y Frenchy
En los últimos meses, debido a la posible exhumación de Franco, ha vuelto el debate sobre la memoria histórica, que ya se había iniciado con la ley de memoria histórica impulsada y aprobada por Zapatero. En Portugal esta discusión quedó cerrada durante su transición, pero ¿por qué estos procesos fueron diferentes en un país y en otro?

Para entender la memoria histórica y los conflictos al respecto que se viven actualmente en España y que no se dan en Portugal, salvo excepciones, es necesario rescatar el concepto de justicia transicional. Esta es definida por las Naciones Unidas como «toda la variedad de procesos y mecanismos asociados con los intentos de una sociedad por resolver los problemas derivados de un pasado de abusos a gran escala, a fin de que los responsables rindan cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la reconciliación». Normalmente, esta se ha de promover en el proceso de Transición, pero, a veces, no sucede de esta manera o solo se centra en algunos aspectos.
Solís (2012), en relación con ello, define tres tipos de política: de reparación, simbólica y de justicia. Las de reparación intentan paliar el sufrimiento, normalmente de manera económica, de las víctimas. Las simbólicas, por su parte, pretenden recordar, honrar y construir un relato en el que se tengan en consideración a las víctimas mediante actos institucionales, exposiciones o construcciones varias. Por último, las políticas de justicia se relacionan con juzgar a los culpables y depurarlos de sus cargos. Apliquemos, pues, estos conceptos a España y Portugal.

España y Portugal vivieron un S.XX marcado por las dictaduras. En España, primero llegó Primo de Rivera y después, Guerra Civil mediante, Franco, quien dirigiría el país durante 40 años. Franco murió el 20 de noviembre de 1975 y con ello se inició un proceso de transición hacia la democracia cuestionable.

En Portugal, tras la República, llegó una dictadura militar, que en 1932 permitiría que Salazar se convirtiese en Primer Ministro. Salazar enfermó en 1968 y fue sustituido, sin que el dictador lo supiera, por Marcelo Caetano. Este estableció una política continuista, lo que, sumado al clima de tensión por el mantenimiento de las colonias, hizo que gran parte del ejército se organizase y crease el MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas). Tras varias tentativas fallidas, el 25 de abril de 1974 comenzaba la Revolución de los Claveles. Esta consiguió deponer la dictadura. Caetano se exilió a Brasil para no volver. La Transición política fue turbulenta y se sucedieron gobiernos e intentos de golpes de estado para restituir el Estado Novo de Salazar.

Como se observa, la transición al estado democrático vino en parte determinada por la forma en la que cayó la dictadura. De igual modo, la forma de afrontar esta transición varió. Según Benchili (2014) en España se dio una transición por consenso mientras que en Portugal la transición fue rupturista. Esto implica que, en España, sobre todo mediante la Ley de Amnistía de 1977, se intentó llegar a un consenso entre las fuerzas democráticas y franquistas, al contrario que en Portugal, que hizo una depuración de todos los miembros que estuviesen asociados al salazarismo. Este periodo se dio a conocer como “periodo revolucionario” y en él se intentó reparar los daños ocasionados por la dictadura, así como reconstruir la memoria de esa época. Por ello, se crearon monumentos, museos y otras iniciativas para recordar a las personas que combatieron el salazarismo. Un ejemplo de ello es el museo del Aljube situado en la capital, cuyo deber es «de gratitud y de memoria de la ciudad de Lisboa y del país a las víctimas de la cárcel y de la tortura que, con sacrificio de su propia vida, combatieron por la Libertad y por la Democracia durante el largo periodo de la dictadura».

En Portugal no se reclama una ley de memoria histórica, ya que esas medidas se tomaron durante la Transición y, en consecuencia, las víctimas del salazarismo y de la dictadura fueron honradas

En consecuencia, Portugal aplicó políticas de restauración, pues otorgó dinero a las víctimas y a los familiares; de justicia, puesto que destituyó a los funcionarios y a los cargos relacionados con la dictadura, así como realizó algunos juicios, como en el caso del asesinato de Humberto Delgado y simbólicas. España, al contrario, solo realizó pequeños esfuerzos durante la Transición, como políticas de restauración, se otorgaron cuantías económicas a las víctimas del Franquismo y de la Guerra Civil. También, algunas simbólicas, por ejemplo, el bando republicano fue reconocido. Aunque, fueron escasas, ya que se mantuvieron monumentos, véase el Valle de los Caídos, que honraban a la figura del dictador. Sin embargo, no hubo juicios ni depuración de cargos, ya que la ley de amnistía lo imposibilitaba.

La ley de memoria histórica aprobada por el gobierno de Zapatero intentaba dar solución a las reclamaciones, pero se quedó en papel mojado, pues pronto se detuvieron las exhumaciones y los juicios siguieron sin llegar. Asimismo, el proceso de cambiar los nombres de las calles o quitar los monumentos que honrasen a miembros del Franquismo es muy lento y normalmente hay grupos políticos que se oponen a ello.

Por ello, en Portugal no se reclama una ley de memoria histórica, ya que esas medidas se tomaron durante la Transición y, en consecuencia, las víctimas del salazarismo y de la dictadura fueron honradas, restauradas y se les permitió contar la verdad, que fue durante tantos años silenciada. España, en cambio, no restauró la verdad ni hizo un ejercicio de memoria histórica. Las víctimas y sus familiares no fueron resarcidos y aun hoy siguen sin saber dónde están sus cadáveres.

Fuente de la noticia → nuevarevolucion.es

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