Luis García Luque, humilde retrato de un "niño de la guerra".

Luis García Luque, humilde retrato de un "niño de la guerra".

Durante mi estancia en Moscú entre los pasados meses de abril y mayo tuve la oportunidad de entre otras cosas, visitar y entrevistarme con varios protagonistas del exilio forzoso de menores a la URSS como consecuencia del conflicto bélico civil acontecido en España hace décadas, tal es el caso de Ignacio Luis García Luque, músico de profesión y uno de los pocos “niños de la guerra” que quedan en la Federación de Rusia.

Ignacio Luis García Luque, durante nuestra recepción en el Centro Español de Moscú.

Nació en Bilbao el primer día de febrero del año 1928, fruto de la unión del maquinista de ferrocarril Francisco García Corcuera y Sabina Luque Palomo, natural del pueblo cántabro de Castro que trabajaba como ama de casa.

Es el mayor de cuatro hermanos, Francisco, Jesús, Ana y él, que recuerda con nostalgia su niñez a caballo entre Cantabria y la provincia de Bizkaia, donde creció feliz al abrigo del calor familiar hasta que los acontecimientos dieron un giro drástico a su vida.

Ocho años después de su nacimiento comenzaba la Guerra Civil en España, desencadenada por algunos generales del bando sublevado que perpetraron un golpe de estado levantándose en armas contra el gobierno de la Segunda República, el cual decide entonces evacuar a los niños expuestos al conflicto bélico a otros destinos neutrales o más favorables a sus políticas.

En ese contexto, entrados ya en 1937 y ante la inminente ocupación de Bilbao por las tropas franquistas y sus aliados, nuestro protagonista se despide de su familia con la esperanza de regresar pronto y embarca en Santurce al buque de carga “Habana” junto a otros más de un millar y medio de niños entre los que se encontraba su hermano Francisco (localizado en Francia en última estancia pese a que en un inicio se dirigía a Bélgica), en su caso rumbo a la Unión Soviética (como rezaba el cartel identificativo que le pusieron al cuello) presidida por Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,​ más conocido como Iósif Stalin​, donde fue acogido con mucha hospitalidad, según nos cuenta visiblemente emocionado por los recuerdos.

“Todos los niños fueron recibidos como auténticos héroes en presencia de las autoridades, al ritmo de la música marcial, entre banderas, vítores, ramos de flores y bailes.”

Tras casi dos semanas de viaje, con cambio de barco incluido en el puerto de Pauillac de Burdeos, llegó a Leningrado a bordo del buque de carga “Sontay”, de tripulación china. Allí todos los niños fueron recibidos como auténticos héroes en presencia de las autoridades, al ritmo de la música marcial, entre banderas, vítores, ramos de flores y bailes.

Una vez en la ciudad, concluida la fase previa de adaptación y control sanitario, bien alimentados y aseados, los dividieron en grupos para repartirlos de manera organizada en diferentes lugares, donde desarrollarían de manera definitiva su formación académica, que al principio constaba de una fase de integración a la sociedad soviética supervisada por docentes españoles enviados por las autoridades republicanas (el ruso lo estudiaban como idioma extranjero), acompañadas de variedad de actividades complementarias, posteriormente de unos estudios más técnicos, y los estudios finales o superiores.

A Luis, lo destinaron al edificio del Sanatorio en Odesa de la calle Proletarskaya, a la casa para españoles nº 3, que recibía el nombre de Kirov (alias de Serguéi Mirónovich) en honor a un destacado dirigente bolchevique.

Compartía habitación con Eulogio Yanes, Joaquín García y Nicolás Gregorio, de quien no pudimos escuchar su testimonio durante nuestra estancia en Moscú por hallarse ingresado en el hospital fruto de una afección pulmonar.

Pero si a alguien recuerda con especial gratitud, es a su vecino y amigo Antonio Ochoa Díaz, que a petición de sus padres estuvo pendiente de él hasta el año 1941, en que murió defendiendo la ciudad de Leningrado (Antonio fue voluntario del Ejército Rojo y combatiente brigadista de la División de Milicias Populares).

Foto de su amigo Antonio Ochoa Díaz.

Poco duraría, en efecto, la calma para aquellos niños que fueron alejados de su tierra para salvaguardar sus vidas frente a la violencia de una guerra.

El 22 de junio de 1941, la Alemania nazi y sus aliados incursionaban en territorio de la URSS con intención de proceder a un proceso de invasión, dando lugar al inicio de la Gran Guerra Patria.

En agosto de ese mismo año, los niños de las casas de Odesa, parcialmente atrincherados y azotados por la metralla, fueron nuevamente evacuados, y Luis, cargado con las fotos y cartas de sus padres, en otro periplo de meses viajando en barco hasta Jersón y tren hasta Krasnodar, llegó a Saratov el 28 de diciembre.

El invierno, la guerra, la tuberculosis y la hambruna habían hecho mella en su salud y la de sus compañeros, deteriorándola y causando en algunos casos concretos la muerte. Al resto, los desinfectaron y los otorgaron una nueva ubicación, donde retomar sus clases.

Con la llegada de la primavera, y los tratamientos médicos recibidos, las enfermedades iban desapareciendo.

Las posibilidades de regreso a la España franquista por aquella época, eran sin embargo inexistentes, dadas las nulas relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, en el marco de la conocida como “Guerra Fría”.

En Saratov estudió hasta el año 1942. El 25 de junio, con catorce años de edad, ingresó a la escuela militar de infantería de la ciudad, donde empezó a estudiar música. Al año siguiente, comienza a tocar el trombón en el Conservatorio de Saratov, y termina la carrera en el año 1945.

Nuestro protagonista de joven, con su herramienta.

En el año 1956, el dirigente soviético Nikita Jruschov se ve obligado a dar su autorización para ejecutar las repatriaciones, y que quienes así lo dispusiesen, pudiesen regresar a sus hogares en su país natal.

Hubo seis viajes de repatriación en 1956 y 1957, donde regresaron a España 1.200 niños aproximadamente de un total que rondaba los 3.500, mientras que otros decidieron hacerlo en la década de los sesenta y setenta.

Luis, ya casado, decide quedarse en la URSS por recomendación de sus padres, que no podían garantizarle unas condiciones como las que gozaba en aquel entonces en su tierra de acogida, donde contaba con casa, trabajo y comida.

Nuestro protagonista, superviviente a la guerra, participa en las orquestas de los teatros más importantes del país y abre con su música los principales desfiles militares de carácter anual.

Portada de un libro en el que aparece.

En el año 2008 visitó Bilbao de nuevo durante una semana, con motivo de una exposición en honor a los “niños de la guerra” en la que ejerció de conferenciante, y pudo reunirse con algunos de sus parientes.
Actualmente retirado, dirige el conjunto vocal e instrumental del Centro Español en Moscú del que es miembro de la junta directiva, y cuyo local fue cedido por las autoridades soviéticas al PCE en 1965 e inaugurado y fundado en 1966.

Fuente → revistalacomuna.com

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