Los crímenes de Queipo de Llano

Los crímenes de Queipo de Llano

El general Queipo de Llano nunca fue juzgado por la comisión de supuestos delitos contra la humanidad. Fue un “criminal de guerra”, a juicio de numerosos historiadores y expertos. El máximo responsable de la “matanza” ejecutada en el territorio bajo su mando, unas 14.000 personas sólo en Sevilla. Episodio criminal fue el de cómo Queipo mandó fusilar a una columna completa de de mineros de Huelva en la muralla árabe lindante a la Basílica de la Macarena, a pocos metros de las lápidas donde reposa ahora

Queipo de Llano ganó Sevilla para el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y se convirtió con su política despiadada y mucha sangre ajena, en el amo de Andalucía durante la guerra civil española. Todo ello le valió ser condenador con la Laureada en 1944 y recibir el título de marqués de Queipo de Llano el 1 de abril de 1950, marquesado que renovaría el exministro Alberto Ruiz Gallardón en el año 2012 a favor de su nieto, Gonzalo Queipo de Llano Mencos.

Además, está enterrado en la basílica sevillana de La Macarena y una imagen religiosa ha vestido durante años su fajín de general (retirado oficialmente para su reparación). Dos cofradías llevan el nombre del militar y su esposa: San Gonzalo y Santa Genoveva. Calles y plazas homónimas salpican pueblos de toda España y el nomenclátor tiene rúbrica en el poblado Queipo de Llano (La Puebla del Río, Sevilla), hoy deshabitado.

Oportunista y chaquetero son algunos de los adjetivos que la carrera de Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (1875 – 1951), militar de profesión, además de, en palabras de Paul Preston, “matón y chivato”. De Queipo Preston dice que era un “ser mediocre” y que “lo que le faltaba de intelecto, parecía compensarlo en energía y agresividad”. Participó en todas las conspiraciones del siglo XX español: A favor y en contra el dictador Miguel Primo de Rivera y lo mismo con Alfonso XIII, para, finalmente, acompañar a Mola, Sanjurjo y Franco en la trama rebelde contra el Gobierno de la Segunda República que desencadenó la guerra civil.

“Queipo fue uno de los mayores criminales de guerra al servicio del golpe”, asevera el historiador Francisco Espinosa Maestre. “Queipo es, sin lugar a dudas, el gran responsable de la matanza que se llevó a cabo en Sevilla y en el territorio bajo su mando. Calificarlo de criminal de guerra es una aseveración histórica del máximo rigor, no un adjetivo”, resume el investigador José María García Márquez. 

Las cifras que evidencian la orgía de muerte de los rebeldes marcan 12.854 asesinados como “casos documentados de víctimas”, según García Márquez, autor de Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla (1936-1963). A estos datos el investigador suma 268 ejecutados de otras provincias y 862 muertos en prisión, “la mayoría de ellos en las semanas siguientes al golpe militar”, precisa. Sólo en la capital hispalense, entre el 18 de julio de 1936 y enero de 1937, la actuación de Queipo provocó la muerte de 3.028 personas. 

El hispanista Paul Preston titula el capítulo 5 de su libro El holocausto español con un explícito ‘El terror de Queipo: las purgas de Andalucía’. Golpes de suerte rodearon una sublevación que buscaba la “máxima violencia” como garantía de éxito, relata Preston. Los conspiradores contaron con un arma de terror inmejorable: las tropas del Ejército de África. Cádiz, Huelva y Sevilla serían arrasadas con la “aniquilación de izquierdistas”.

Ante un tribunal hubiera sido juzgado por “miles de asesinatos ocurridos en su territorio”, dice Espinosa Maestre. Violencia y terror fascistas en Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz y con La columna de la muerte: el avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. “Queipo no era general sino exgeneral”, recuerda García Márquez. “El mismo 18 de julio de 1936 fue separado de sus funciones y tres días después expulsado del ejército junto a Franco, Fanjul, Saliquet, Poded y Cabanellas”, explica.


“Se les perseguirá como a fieras, hasta hacerlos desaparecer a todos”, decía Queipo en arengas radiofónicas en las que animaba al exterminio del rival ideológico. “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres”, exaltaba ante los micrófonos de Unión Radio Sevilla (emisora de la Cadena SER).

Continuaba Queipo de Llano, año 1936: “Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”. Llevó así “el terror” a los pueblos “y la esperanza a la extrema derecha”, relata Francisco Espinosa. “Las intervenciones de Queipo en la radio constituyen un claro ejemplo de la sevicia con que siempre trató a sus adversarios”, concluye García Márquez.

“Los bandos de guerra que firmó decían lo mismo” por lo que no representaban “amenazas” sino “órdenes específicas cursadas a los comandantes militares de cada pueblo ocupado”. Hasta dejar el suroeste de España sembrado de fosas comunes. “Si en algo se distinguió fue en su vesania represora”, dice el autor del victimario provincial más completo de la represión franquista.

“Dadle café, mucho café” dijo Queipo sobre el poeta Federico García Lorca según el hispanista Ian Gibson (El asesinato de García Lorca). Café, palabra clave resuelta ante el pelotón de fusilamiento. El historiador británico Antony Beevor (The battle for Spain: the spanish civil war 1936-1939) alude el episodio y la frase como abreviatura de ‘Camaradas: Arriba Falange Española’.

Sin embargo por estos hechos demostrados y la saña y odio destilada, jamás fue juzgado por cometer delitos contra la humanidad. Lejos de ello fue objeto de lisonjas, homenajes, rotulación de calles y plazas y como guinda, al final de su vida, se decidió que tanto él como su esposa descansaran en dos grandes tumbas en lugar destacado de una capilla lateral de la basílica sevillana de la Macarena. Un templo reconstruido en 1949 y cuyo padrino en la inauguración bendecida por el Arzobispo fue el propio Queipo de Llano.