La Guerra de las Comunidades de Castilla

La guerra de las Comunidades de Castilla, también conocida como la Revuelta de los Comuneros, fue un levantamiento contra la corona española, que tuvo lugar entre los años de 1520 y 1522, y que fue protagonizada por algunas de las ciudades del interior del Reino de Castilla.

Algunos historiadores califican la guerra de las comunidades de Castilla como una de las primeras revoluciones modernas; así como una de las primeras llevadas a cabo contra la monarquía española, en pro de una mayor autonomía de ciertas regiones del centro de España.

En Castilla, la Revuelta de los Comuneros ocurrió motivada en contra de las pretensiones del rey Carlos I de España, quien deseaba modificar el gobierno de la corona, restando poder a las comunidades de Villa y Tierra castellanas (las ciudades), con el objetivo de profundizar en la centralización del poder.



Esto evidenciaba que en algunas regiones de España ya se vivía un clima de autonomía, por lo que diversos grupos comenzaron a pugnar por arrebatarle poder a la corona.

La derrota de la Revuelta Comunera generó importantes consecuencias para las comunidades de Castilla, que terminaron por ser sometidas al yugo del Emperador Carlos V, siendo incorporadas a los territorios del Sacro Imperio Germánico, perdiendo de esta forma su autonomía política ejercida por el derecho “Del común”. Sus principales líderes fueron: Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, todos ellos, decapitados y considerados como comunes enemigos del pueblo y usurpadores de la corona. Otra consecuencia de esta revolución, violentamente combatida por las tropas imperiales, fue su inmortalización dentro del imaginario de los ciudadanos españoles, ya sea dentro de España o en las regiones colonizadas.

Una prueba de ello fue la revuelta acaecida en Paraguay entre los años 1721 y 1735 con el renacimiento de la ley “Del común”, en contraposición de las reformas políticas y administrativas realizadas por la dinastía Borbón. La Revuelta, así mismo, tuvo una importante influencia durante el reinado de la reina Isabel II (1833-1866) como un mito fundador del “Estado liberal español” (ideal que progresaría con el paso de los años), ya que llevó a la luz una reivindicación de autonomía política y económica ante el estrato monárquico.


Después de su llegada a Palencia en 1522, y bajo su dirección personal, el Emperador emprendió la represión de los rebeldes. En tres meses se condenaron a más de cien condenas a muerte, siendo la más famosa la de Pedro Maldonado, quien fue ejecutado el 14 de agosto. Después de la ola represiva, Carlos V promulgó un indulto general, una especie de amnistía, aunque limitada por el número de los que fueron excluidos.

Los perdonados por la guerra de las Comunidades de Castilla, sí resultaron eximidos de las responsabilidades penales, pero no de las indemnizaciones – lo que llevó a muchos de ellos a la vivir en la indigencia. Los exceptuados del perdón integraban una lista con 293 nombres, que englobaba a varios jefes militares, además de fiscales de la Santa Junta, sus empleados, y miembros de las Juntas locales y eclesiásticos comuneros. Antonio de Acuña, uno de los principales líderes de la revuelta, fue condenado y, posteriormente, ejecutado en 1526.

Fuente →  kerchak.com

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