Imprescindible una Asamblea Nacional Constituyente

Independientemente de todo el daño que la intransigencia del PP ha hecho al Estado de las Autonomías, y muy concretamente en la catalana, es un hecho palpable que el sistema de las Autonomías está haciendo agua por todas partes, que ha fracasado. España se convirtió con la configuración actual del Estado en un país de pruebas forzosas de convivencia que el tiempo está demostrando que no cuadra, que es ineficaz. Por eso nos atrevemos a afirmar, muy convencidos de lo que decimos, que ha llegado la hora del Estado Federal.

Y nos atrevemos a añadir más: si la voluntad política y la de los votantes se concentrasen en cambiar la monarquía por la República y el Estado de las Autonomías por el Estado Federal, España acabaría con la mayor parte de sus problemas teóricos que desestabilizan lo suficiente al país como para ser causa y efecto al mismo tiempo de los problemas prácticos. Solo así estaría a la altura de los tiempos.

En todo caso la característica principal del Estado Federal es que el gobierno central se limita a gestionar la política exterior de los Estados que lo integran, y estos disponen de la máxima libertad para regular lo demás conforme a su orografía, a su naturaleza y a la idiosincrasia de su población. El Senado se configura como una efectiva Cámara territorial y no como un órgano que ahora es en España prácticamente inoperante. Todo ello se completa con un pacto fiscal y una transformación a fondo de la Administración de Justicia.


No es posible una verdadera y prolongada paz formal y de fondo en una nación compuesta de territorios con muy diferentes sensibilidades y culturas que se mantienen adosados a la fuerza, por la fuerza de una Constitución amparada subrepticiamente en la carcoma de un éxito en la guerra civil administrado por los herederos de los vencedores. Y luego, por fuerzas económicas astutamente manejadas por los mismos que se obstinan en mantener unidos, artificialmente, a 47 millones de personas en más de quinientos mil kilómetros antropológicamente heterogéneos, bajo una bandera que a pocos más que a ellos representa.

La actual crisis del Estado español es probablemente irreversible. El futuro lo abre la que, más pronto que tarde, será la República de Cataluña, y con ella se abrirá una oportunidad histórica para todas las naciones y pueblos peninsulares.

Una posible salida a la crisis actual sería el inicio de negociaciones para impulsar una gran Convención que hiciese posible un pacto constituyente entre todos los pueblos y naciones de la península. De fraguarse dicha unión histórica, se procedería a la proclamación solemne de la República federal, seguida de la formación de un gobierno provisional, pactado en dicha Convención, que decretase una ley electoral y convocase elecciones a una Asamblea Nacional Constituyente. Dicha Asamblea Nacional estaría legitimada para impulsar la redacción y aprobación de la Constitución de la nueva República, que habría de garantizar, de forma efectiva, los derechos sociales y de los pueblos, hermanados todos por una voluntad política de progreso, en paz y en libertad, incluida la necesaria salvaguarda del derecho de autodeterminación.

En resumen, solo en el Estado Federal, con una amplísima autonomía e interdependencia de sus respectivos territorios, está la solución. Solo así podría darse por terminada en España la maduración política que de otro modo a muchos nos parece imposible.

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