Matanza de religiosos en la Guerra Civiil



Como los fascistas ganaron la Guerra civil, controlaron la memoria y la historia. A base del terror que provocaron los miles de asesinatos en la retaguardia franquista, primero; y después, con la terrible venganza sangrienta de posguerra, apagaron el llanto y el testimonio de las víctimas. Este hecho ha permitido a la Iglesia pasar por víctima y no por verdugo. es más, este hecho ha permitido a la Iglesia a incluir a los religiosos asesinados durante la Guerra Civil en la persecución más grande de la historia contra los cristianos ocurrida en el siglo XX.


Mantener posturas, tan falsas, no es demasiado complicado, las grandes cifras de curas, monjas, obispos y demás beatos asesinados, parecen hablar por si solas. La falta de testimonios de un clero beligerante y trabucaire es la segunda baza. aún así algo sabemos de curas beligerantes como es el caso del cura de Zafra ,que iba armado con un pistolón y que fue herido tres veces en el frente (según el "eruditísimo" Moisés Domínguez Núñez). Curas trabucaires los hubo, aunque sea dícil de seguirles el rastro. Según el carlista Manuel de Santa Cruz:

El 18 de julio de 1936, Rafael Gambra se incorpora al naciente Tercio de Requetés de Abárzuza y con él va al Alto del León a cerrar el paso a Castilla de las hordas rojas madrileñas vencedoras del cuartel de la Montaña. En los prime­ros días, antes de que el general Sauquet nombrara jefe de ese tercio al comandante don Benjamín Martín Duque, el núcleo ini­cial estuvo mandado por el sacerdote navarro don José Ulibarri, párroco de Ugar, con el que el joven Gambra hizo una estrecha amistad que duró hasta la muerte de don José.

Es bueno recordar aquí, en estos tiempos de idolatría de la paz que don José Ulibarri no fue el único sacerdote navarro que asumió el mando militar de aquellos primeros núcleos de reque­tés feligreses suyos. También fueron emblemáticos de sacerdotes con mando militar de tropa voluntaria, en el Alto del León, hasta seis sacerdotes más, de los cuales el que esto escribe trató a dos, don Mónico Azpilicueta y don Juan, descendiente del gene­ral carlista del mismo apellido y después Vicario General de la diócesis de Pamplona.


Leamos un fragmento del diario de Pilar Duaygües. que por aquel entonces tenía 15 años y se acababa de trasladar a Barcelona:

"Hoy ha sido un día horrible. El 19 de julio del año 1936 quedará grabado en la historia. Por la mañana me despertaron unos tiros a las cinco, pues teníamos que ir a la playa y mamá no nos dejó. Es natural, pues se presentaba el día malo y tan malo. Las ametralladoras iban, bombas por aquí, tiros por allá. Se oía muy bien cómo se derrumbaban las casas en donde las tiraban [...]. Esta guerra ha sido a causa de que no quieren al Gobierno, quieren otra vez la monarquía [...] Por la tarde dormí un poco, pero no se podía por el ruido: resulta que vivimos al lado de los frailes, de la iglesia y su imprenta. Los curas con ametralladoras, escopetas y revólveres hacían fuego contra el cuartel...".

Es obvio que no a todo el clero podremos meterlos en el mismo saco y que por lo tanto asesinaron a miles de inocentes, pero cada vez estamos más seguros de que el tema de la fe poco importaba.

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