La monarquía no es una opción
Una ligera reflexión sobre la iniciativa “referéndum monarquía o república”, por Antonio Olvera (Presidente del Ateneo Republicano y Memorialista de La Isla)


Cada vez son más las organizaciones que, de un tiempo a esta parte, vienen trasladando a la ciudadanía la importancia de celebrar un referéndum a través del cual se pueda elegir la forma de Estado. Entiendo que se debe al deseo de llevar el debate a la calle, de denunciar los dislates y excesos de un apellido que, por designación de un dictador, parasita la Jefatura del Estado. Entiendo las buenas intenciones de las compañeras y compañeros que anhelan poder legitimar a través de las urnas el apoyo a la III República. Pero creo que el planteamiento no es el correcto.

La monarquía carece de legitimidad para entrar en una urna electoral. A la monarquía se le trata como lo que es, un anacronismo, una disfunción histórica en pleno siglo XXI que se nutre del erario público, y la materialización de la ruptura del más elemental Derecho Humano que es la igualdad de derechos y libertades, sea cual sea el origen o condición de cualquier persona.

Dicho de otro modo, votar entre monarquía o República, es como votar sí o no al artículo 21.2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país).

Al ofrecer la monarquía como opción al mismo nivel que la República, estamos mandando un mensaje erróneo. Estamos dotando de legitimidad a una institución que debe quedar relegada a los libros de Historia y no a la forma de Estado. En definitiva, estamos diciéndole a la gente que prescindir de las condiciones de igualdad en el acceso a las funciones públicas, es una opción legítima. E, insisto, no se puede legitimar una institución que es contraria a los Derechos Humanos.

El referéndum que debemos apoyar, si queremos hacer una pedagogía correcta, ha de ser el que corresponde tras un proceso constituyente en el que la forma de Estado ya sea una República que consagre, sin fisuras, que la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público (artículo 21.3 DUDH). No se trata, pues, de elegir una forma de Estado u otra. Se trata de elegir cómo ha de ser la República venidera, y cómo ésta superará las desigualdades, abusos, escándalos y contradicciones de una Constitución que, lejos de ser reformada al antojo de los mercados que anulan nuestra soberanía, necesita dar paso a una nueva que carezca de vicios heredados de una dictadura, y que se adapte para cubrir las necesidades de las clases populares que están en emergencia social.

La monarquía ya ha gozado (aún lo hace, con arbitrariedad y descaro) de su oportunidad histórica. La monarquía no es una opción. Empecemos a hablar de ella como algo superado, inservible, y vayámonos centrando en la necesidad de crear las condiciones idóneas para un nuevo proceso constituyente. A partir de ahí, podremos seguir construyendo sin el lastre de la corona estorbando en el debate.


Publicado originalmente en la web del Ateneo Republicano de la Isla.

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