EDUCACION Y CULTURA DURANTE LA II REPUBLICA

EDUCACION Y CULTURA DURANTE LA II REPUBLICA 
 La reforma estrella del Gobierno republicano fue llevar a la praxis un modelo de enseñanza obligatorio, laico, mixto, inspirado en el ideal de la solidaridad humana y capaz de acabar con aquella España analfabeta, hambrienta, llena de piojos y con muchas ansias de saber.
La tarde del 14 de Abril de 1931, desde el balcón de la Gobernación de Madrid, Niceto Alcalá Zamora proclamaba en España la II República. Conocida la noticia, las calles y plazas de las principales Capitales de Provincias se convertían en testigos de un formidable clamor popular.

Como bien apunta el profesor Santos Juliá, el advenimiento de la República se había esperado y se recibía ya no solo como un mero cambio de régimen, la República era o prometía ser un cambio de vida: la clase obrera por primera vez se incorporaría al sistema político y al gobierno del Estado y mejoraría su miserable condición; las mujeres accederían a la esfera pública, se harían visibles también en la política; los niños y los jóvenes recibirían una nueva educación, laica, moderna, que acabaría con la lacra del analfabetismo y con el provincianismo de una enseñanza dominada por la Iglesia. La vida sería, en definitiva, más igualitaria, más libre, más justa, como reclamaban los tiempos.

Ciertamente desde el primer momento, el Gobierno Provisional de la República puso en marcha un ambicioso y profundo plan de reformas políticas y sociales de gran alcance. Sin embargo, hay que decir, que esta obra reformista, en palabras del profesor  Julián Casanova, situó en primer plano algunas de las tensiones germinadas durante las dos décadas anteriores. Se abrió un abismo entre mundos culturales antagónicos: entre amos y trabajadores; entre orden y revolución; entre católicos practicantes y anticlericales convencidos; entre Iglesia y Estado. Precisamente, esta última batalla hacia décadas que se libraba en terreno de la Educación.

La Constitución canovista de 1879 había reforzado el dominio de la Iglesia en el ámbito de la educación al favorecer la apertura de centros privados confesionales y aún cuando durante este período de la Restauración hacía su irrupción el llamado “catolicismo social” como consecuencia del alejamiento que el proletariado venían manteniendo de la religión, la Iglesia dedicaba todos sus esfuerzos a la educación de las élites y de la burguesía ya que ello le reportaba pingües beneficios y un claro ascendiente social. El golpe de 1923, del general Primo de Rivera supuso un impulso a la enseñanza católica ya que la dictadura primoriverista entregó a las autoridades eclesiásticas el control de la enseñanza nacional y permitió que aumentara el número de órdenes religiosas dedicadas a la docencia. En el caso de la provincia de Alicante, durante la Dictadura tuvo lugar un importante incremento de los centros privados católicos. Según la estadística de 1923 se dedicaban a la enseñanza en la provincia 14 comunidades de religiosos y 35 de religiosas.

Desde el punto de vista ideológico, la enseñanza católica tenía un programa tradicional que perseguía renovar y enraizar el mensaje católico. En palabras de hombres como Andrés Manjón, fundador de las escuelas del Ave María que desde 1888 se extenderían por todo el territorio peninsular, “el niño había de ser educado de acuerdo con su destino sobrenatural”, llegando casi a asimilar educación con evangelización. Era, además, un sistema educativo aquejado de mala calidad en la enseñanza si tenemos en cuenta que una parte importante del profesorado carecía de la formación necesaria para impartir la docencia.

Muestra de ello es el discurso pronunciado por el Conde de Romanones Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el Gobierno liberal de Sagasta el 1 de Julio de 1902 en la Universidad de Salamanca con motivo de la Inauguración del curso académico en cuyo contenido se exigía a los profesores que impartía asignaturas en centros privados estuviesen en posesión del título académico que acreditasen su capacidad para ejercer la docencia.

Además, la enseñanza católica constituía la base esencial de unas acusadas diferencias de género. La mujer, abocada a ser el “ángel del hogar” no participaba de los mismos planes de estudio que el varón y el acceso al conocimiento era muchísimo más restringido en los niñas a las que se formaba en las “tareas propias de su sexo”, bordar, coser, cocinar y sobre todo, ser una buena esposa cuestión que, sin duda, relegaba a la mujer a la condición de ciudadana de segunda, impidiéndole toda participación en la esfera de lo público.

Junto con la citada Constitución canovista de 1876, el ministro de Fomento e Instrucción pública, el marqués de Orovio, decretaba el deber de los rectores de las universidades españolas de controlar los programas de todas las asignaturas y los libros de texto y vigilar para que no se enseñasen doctrinas contrarias al dogma católico y a la monarquía, con ello, se eliminaba de un plumazo toda libertad de cátedra. Algunos catedráticos universitarios se negaron a cumplir tales disposiciones, entre los que se encontraba Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate, Joaquín Costa, Hermenegildo Giner de los Ríos y Nicolás Salmerón. La consecuencia inmediata a esta negativa fie la total expulsión de sus cátedras respectivas y la expulsión de Madrid.

Consecuencia de ello fue que Giner de los Ríos, secundado por otros intelectuales acabaría fundando la Institución Libre de Enseñanza, de manera que, frente a este modelo de enseñanza oficial empezaría a surgir una concepción distinta del panorama educativo que terminaría por convertirse en referente indiscutible del modelo educativo de la II República.

La I.L.E. se propuso desde el primer momento encarnar los valores y principios de una educación laica integral, cuyo fundamento es el respeto a la libertad de los alumnos y de los profesores a la búsqueda racional de la verdad Tal como queda reflejado en el  artículo 15 de los estatutos de la institución:

La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político, proclamando tan solo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus doctrinas.

Además, una de las innovaciones más revolucionarias que instaura la Institución es la coeducación, es decir la misma educación para ambos sexos. En esencia, el propósito con el que nacia la I.L.E. era el de convertir la educación en una herramienta eficaz para la formación del individuo y de la sociedad. Era pues necesario un modelo de enseñanza activa, en continuo contacto con la naturaleza y fomentando una estrecha colaboración entre el Centro educativo y la familia.

La influencia de la Institución fue importante en un doble plano, en la formación de una generación de intelectuales españoles y en la creación de centros privados de características similares y
No obstante desde la variante racionalista y obrera también hubieron intentos renovadores. Un precedente importante es la escuela Moderna de Francisco Ferrer y Guardia cuyas bases son educación integral, racional, laica y universal. Su objetivo, crear una sociedad libre, justa e igualitaria. En el caso de Alicante sabemos que hubo mucha presencia de escuelas racionalistas que seguían los postulados de Francisco Ferrer y Guardia y que contaron con la presencia de maestros de gran talla como José Alberola, Antonia Maymón o Tomás Cano Ruiz.

Otra experiencia pedagógica importante fue la que emanaba de los postulados socialistas, especialmente la Escuela Nueva dirigida Núñez de Arenas, que pretendió ser un Centro educativo en el que se formaran intelectuales y sobre todo profesionales. Junto a ello cobraron importancias las Casas del Pueblo en las que se organizaban conferencias de diferentes temáticas y se habilitaban bibliotecas. En el caso de Alicante sabemos que lo Centros Obreros socialistas organizaban escuelas para la clase trabajadora. Los planteamientos pedagógicos fueron redactados por el socialista alicantino Rodolfo Llopis  en el que se encuentran postulados como instrucción pública y gratuita, coeducación, o el cuerpo único de Magisterio. En cualquier caso, a pesar de todos estos esfuerzos, el panorama que hubo de afrontar la Repúbica no podía ser más desolador la tasa de analfabetismos se situaba en el 44%.

Junto con los colegios afines a la ILE, la Enseñanza Racionalista y la Obrera durante el período republicano cobraron relevancia las llamadas Misiones Pedagógicas, un intento de llevar la formación a los ámbitos rurales y las Colonias Escolares. Se trataba de instituciones circumescolares que tenían una doble finalidad: pedagógica y social. En ellas se aplicaban los nuevos métodos de enseñanza activa, se favorecía el contacto con la naturaleza insistiéndose en la actividad física y en los juegos. Las colonias infantiles habían hecho su aparición por primera vez en Suiza en 1876, en España sin embargo aún habríamos de esperar diez años para que se pusiera en marcha la primera colonia escolar.

Durante la II República, la educación se convirtió en uno de los principales motivos de `polémica entre católicos y reformistas, obviamente por su carácter socializador y su influencia en la formación del individuo. Una de las primeras medidas del gobierno provisional fue el Decreto del 6 de Mayo de 1931 que declaraba la libertad religiosa en la escuela, es decir, el respeto a la conciencia del niño y del Maestro al hacer voluntaria la enseñanza de la religión.

Naturalmente tales cambios no fueron bien recibidos ni por los sectores más conservadores de la sociedad ni tampoco por la Iglesia y las reacciones incontroladas entre católicos y sectores reformistas de izquierdas no se hicieron esperar, al punto que, el 11 de Mayo en Madrid, una masa de gente enfurecida prendía fuego a un gran número de colegios y edificios religiosos.

A pesar de la fractura social el Gobierno de la República no parecía dispuesto a renunciar a la laicización de la sociedad y de la cultura cuestión que estaba íntimamente relacionada con la democratización, con una mayor justicia e igualdad social. Para ello era necesario implantar un sistema educativo sin interrupción entre los distintos niveles de enseñanza, en el que fuese posible la igualdad de todos los niños ante la educación sea cual fuere su condición social, económica, su confesión religiosa o su sexo. Además, había de desaparecer las diferencias entre el personal docente de los distintos niveles educativos, tanto en cuanto a la preparación como a la remuneración.

 Cuestión de la que abiertamente discrepaban los sectores católicos que pensaban que dicha igualdad no era más que una falacia y que el intento de ofrecer una enseñanza igual para todos era absurdo y dañino en tanto en cuanto pondría en entredicho el orden social burgués.

Otro de los aspectos que emergieron con la reforma educativa fue la coeducación, en estrecha relación, sin duda, con la democratización y secularización social. Sin embargo, no recibió por parte de los miembros del Ministerio de Instrucción Pública, ni tampoco de los profesionales de la enseñanza, ni de la sociedad en general la atención merecida. Solo unas cuantas voces se alzaron en defensa del derecho de la mujer al acceso a la cultura. Entre estas voces ocupa un papel importante el movimiento anarquista.

Entre los argumentos esgrimidos, desde el punto de vista moral, los de la Iglesia que decía que la coeducación negaba el pecado original y que en un período tan delicado como la adolescencia había que separar los niños de las niñas. Desde el punto de vista pedagógico, los sectores más conservadores argumentaban la diferencia de capacidades, superiores en el varón, y por tanto la coeducación supondría un lastre en el desarrollo intelectual del niño.

Otro de los males que aquejaban al sistema educativo español era la falta de calidad de la Enseñanza, fundamentalmente por la falta de preparación de sus docentes. A este respecto hemos de subrayar la labor de reforma realizada para paliar esta situación. Poco tiempo después de proclamarse la República se suprimía el Plan de Estudios vigente en las dos Escuelas Normales la de Maestros y la de Maestras que era el de 1914 y se implantó el Plan profesional. Este Plan exigía que los alumnos que cursaran el Magisterio estuviesen en posesión del título de bachillerato garantizando con ello una mayor formación cultural en los aspirantes a la docencia.

En esencia podría decirse que el Gobierno republicano quiso llevar a la praxis modelo de enseñanza obligatorio, laico, mixto, inspirado en el ideal de la solidaridad humana, capaz de acabar con aquella España analfabeta, hambrienta, llena de piojos y con muchas ansias de saber.

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