LA NOSTALGIA DEL FRANQUISMO: IGNACIO FERNÁNDEZ DE MATA DIARIO DE BURGOS. - La ley
52/2007, de 26 de diciembre, conocida como Ley de Memoria Histórica, forma
parte de nuestro ordenamiento jurídico y, por lo tanto, es de obligado
cumplimiento. El primer objetivo de esta norma es reconocer y apoyar a las
víctimas del franquismo, eternos olvidados de nuestra democracia. Para ello se
han de “adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de
división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y
solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los
principios, valores y libertades constitucionales” (art. 1).
Hubo,
ciertamente, muchos españoles que vivieron confortablemente al amparo del
franquismo, conniventes con la ideología nacionalcatólica, o simplemente sin
pensamiento crítico. Desde luego, su situación fue muy distinta de aquellos que
sufrieron asesinato, represión, cárcel, vejaciones, multas, expropiaciones, persecución…
El franquismo jamás desarrolló políticas de reconciliación. Como todo régimen
totalitario, controló la educación, los medios de comunicación, los libros…
Educó en el odio, el exclusivismo y en la defensa de sus principios de
intolerancia y persecución del contrario. Ese férreo control de la información
sirvió también para edulcorar las biografías de numerosos prebostes de la
dictadura. Muchos de quienes alcanzaron puestos relevantes en la administración
y el gobierno lo hicieron como pago a su participación en la conspiración,
sublevación, represión y guerra. Un currículo sangriento que duró la totalidad
del régimen.
No se puede,
por ejemplo, homenajear a Antonio José, dolernos por su suerte, y mantener los
nombres de calles y honores de quienes fueron conniventes con su muerte y la de
tantos otros miles de burgaleses. Es una cuestión de respeto, de humanidad, de
coherencia. ¿Cómo puede tener más peso la nostalgia de algunos que el dolor, el
permanente oprobio, que tales nombres ocasionan a los familiares de las
víctimas asesinadas o represaliadas? No podemos hacernos cómplices de la
injusticia y de la manipulación que la Dictadura usó para perpetuarse. No, no
se puede ser demócrata para el presente, defensor de la Constitución, y a la
vez franquista con relación al pasado. Esa es una trampa sentimental que se
maneja arteramente. Entiendo que puede ser difícil, incluso doloroso, pero
hemos de encarar el pasado no para negarlo u olvidarlo sino para reevaluarlo,
analizarlo desde el conocimiento y el compromiso con los Derechos Humanos.
Una dictadura
no es un recuerdo amable de infancia...
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