LA CARCEL DE MUJERES DE SATURRARAN.
LA CARCEL DE MUJERES DE SATURRARAN.: Saturraran fue una Prisión Central para mujeres condenadas que funcionó como tal entre 1938 y 1944 cinco años después de finalizada la Guerra. Por las celdas de Saturraran pasaron más de cuatro mil presas republicanas entre ellas unas pocas que sepamos tenían vecindad en Las Merindades. Hoy en día sus huellas han desaparecido, fue demolida en 1987,  solo queda algún rastro. Allí encontraron la muerte  116 mujeres y 57 niños. Además  sus hijos fueron considerados “débiles mentales” y muchos de ellos, entregados en adopción a afines a los gobernantes franquista

La playa de Saturrarán situada en la bahía de Ondárroa, en el límite entre Bizkaia y Gipuzkoa, pertenece al municipio de Motrico y forma parte de un bello entorno, antaño lugar de veraneo y descanso para turistas adinerados. A finales del siglo XIX se construyó en la misma playa El Gran Hotel. Tal fue el éxito, que se construyeron tres establecimientos más. La moda duró hasta los años veinte que pasó a manos del Obispado y lo convirtió en seminario de verano.  La caída de del frente norte en el año 1937 supuso un incremento en el número de mujeres encarceladas, por ello las autoridades eclesiásticas lo prestaron para darlas cabida. En 1944, dejó de ser prisión y el Obispado volvió a darle uso. La única referencia es una pequeña placa colocada en 2007.


LAS PRESAS
Lista de algunas Mujeres de Las Merindades que sepamos fueron presas en Saturrarán. (¿Se puede añadir algo de su biografía? ¿Alguna foto? ¿Faltan? ¿Sobran?: Escríbenos a merinmemo@gmail.com)

  • Aguilar Alonso Ceferina, nacida en 1873, vecina de Bozas (Burgos), pero puede que sea (Rozas) Valdeporres. Era Ama de casa y estuvo 2 años en prisión.
  • Del Pozo Del Arco, Guadalupe, nacida en 1915, vecina de  Arijó (Burgos), seguramente Arija, Ama de casa y en prisión 2 años
  • Marañón Ruiz, Casilda nacida en 1899 y vecina de Cayangos (Burgos), seguranmente el Gallangos de Montija
  • Pérez Robledo, Demetria, nacida en 1888, vecina del Valle de Zamanzas?,
  • Salazar Antiñana, Daniela nacida el 1895, vecina de P. de Loza (Burgos), posiblemente Losa. Ama de casa Tiempo en prisión 1 año
  • Torrecilla Vega, Francisca nacida en 1886, veina de Quintanilla (Burgos) (Vesga? Quintanilla de Santa Gadea)
  • Villa Gordón Carmen, nacida en 1919 en Burgos, ¿Valle de Mena?
Hubo más de cuatro mil mujeres republicanas cuyas edades oscilaban entre los dieciséis y los ochenta años. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de España”, es decir, la mayoría de las reclusas eran destacadas por su fidelidad republicana. Asimismo, cumplían condena mujeres extrajeras pertenecientes a las Brigadas Internacionales

Santurraran tenía capacidad para 700 prisioneras, pero su población nunca bajó de las 1.500. Durante los seis años en los que se mantuvo operativo fallecieron 116 mujeres y 56 niños y niñas, tanto por los malos tratos que les infligieron como por inanición, tifus, tuberculosis y otras enfermedades.

EL LUGAR
Construido en la desembocadura del río Mijoa, en su origen fue un complejo hotelero y balneario. A finales del siglo XIX, en la época de máximo esplendor, contó con un edificio distinguido como el Grand Hotel. Ante la demanda, al otro lado de la regata se abrieron otros establecimientos como el Villa Capricho, Buena Vista, Casa Barrenengoa y la Fonda Astigarraga. En 1921, los propietarios cedieron las instalaciones a la Diócesis de Gasteiz. Iniciada la guerra de 1936, los edificios sirvieron como cuartel al Ejército de Euzkadi. El 29 de diciembre de 1937, habilitaron el balneario de Saturraran como presidio de mujeres republicanas.


Saturraran cerró sus puertas como centro penitenciario tras intervención de la Cruz Roja en 1944, con la II Guerra Mundial terminada, siendo las reclusas trasladadas a otras prisiones. El doctor de la prisión, Luis Arriola, resumió a la presa Ana Morales por qué salían libres de la cárcel: “Pueden dar gracias ustedes a la situación internacional, si no, no hubiera salido ninguna de aquí. La que hubiera salido habría ido a Alemania, pero de aquí no hubiera salido ninguna viva”.

En 1946 Saturraran volvió a recibir seminaristas hasta su cierre en 1968. Abandonado, el derribo llegó tras las riadas de 1983. En 1987 el Ayuntamiento de Mutriku lo compró a la Diócesis y fueron demolidos los edificios. A un lado de la playa se encuentra el caserío Saturranzar propiedad de la familia de José María de Areilza, conde de Motrico y primer alcalde franquista de Bilbao.

LAS CARCELERAS
Las reclusas estaban custodiadas por 25 monjas de la Merced, un sacerdote, un funcionario de prisiones y 50 militares. La prisión estaba formada por un complejo de varios edificios que diferenciaban a las presas en madres, ancianas y jóvenes. Los soldados y guardias se encargaban de la vigilancia exterior, Saturraran linda con el mar, por tanto, la posibilidad de escapar era prácticamente nula.

Coincidiendo con la fundación del penal,  se distinguió en la jerarquía de funcionarios Carmen Castro Cardús, monja teresiana, que en 1939, dirigió con mano de hierro la prisión de Ventas. A partir de noviembre de 1938, en los expedientes de Saturraran figurarían como responsables, entre otros, Manuel Sanz y M. Larrondo, así como la mercedaria Sor María Uribesalgo.

Fueron sometidas a la férrea disciplina impuesta por las monjas de la orden Mercedarias –hasta negaban la leche a los niños pequeños-, quienes se encargaban del orden interior de la prisión. Entre las guardianas se distinguía por su crueldad la superiora sor María Aranzazu Vélez de Mendizábal. “La llamábamos sor ‘Pantera blanca’ porque tenía los hábitos blancos pero el corazón muy negro“, apuntó una superviviente. “Casi todas las monjas eran como demonios; me acuerdo de muchas de ellas y en especial de sor Jesusa, que era de Arrasate, de sor Ángeles, de Usurbil, o de sor Ana “, relataba otra mujer.

LA PRISIÓN
Las condiciones en las que tenían que sobrevivir las reclusas eran infrahumanas. Según cuentan las víctimas, albergaban a las presas en tres pabellones distintos: uno para las madres, otro para las ancianas, el tercero para las más jóvenes. Cada una disponía de unos cuarenta y cinco centímetros de suelo para dormir, y lo hacían sobre jergones de hoja de maíz amontonados. Los niños dormían en los brazos de sus madres. Las presas de Saturraran no tenían baño, debían hacer sus necesidades en cubos aguantando el fétido olor

El hambre y la falta de higiene formaba parte de la vida cotidiana. Los testimonios recopilados describen cómo las monjas robaban la comida de presas y niños para venderlo en el mismo economato de la cárcel o en el estraperlo y confiscaban los alimentos que enviaban las familias de las presas.

A las ocho de la mañana debían estar lavadas, peinadas y con sus petates recogidos. Fueron sometidas a jornadas de trabajo interminables, prohibiéndoles cantar, reír. Les obligaban a rezar el rosario. De vez en cuando, bajaban a la playa a las más ancianas, no como premio, sino como castigo; las obligaban a pasear por la arena con una lata de pintura de un peso aproximado de cinco kilos, hasta que desfallecían.

Sobrevivieron al tifus, la sarna, la difteria…  Algunas mujeres se murieron de tifus. Luis Arriola, que era el médico de Ondarroa en aquella época, también era el de Saturraran. “Nos daba una vacuna contra el tifus. La vacuna decía que había que tomar la inyección en tres tandas. Aquel ¿sabes qué hizo? ¡Meternos toda la vacuna de una vez! Menos mal que las jóvenes podíamos mantenernos en pie para poder atender a todas aquellas mujeres que estaban por el suelo. No se podían levantar de la fiebre que tenían”, recuerda Balbina Morales.



LOS RAPTOS
Muchos de los niños nacidos en Saturraran, junto a otros que acompañaron a sus madres, fueron a parar al Auxilio Social desconociéndose su destino.

Un día, cuando las madres salieron al patio con sus hijos, vinieron unas monjas Teresianas en un autocar y mandaron a las mujeres a lavar al río. Les dijeron que los niños mayores de 5, 6 y 7 años tenían que quedarse dentro, que iban a pasar un reconocimiento médico. Eran un centenar. Cuando las madres volvieron los pequeños ya no estaban. En el mejor de los casos, familias de localidades vecinas se hicieron cargo de las criaturas. Otros acabaron en la inclusa de las religiosas y fueron dados en adopción.

¿Otra ocasión? Resulta imposible establecer una fecha concreta. Los testimonios, la mayoría ya fallecidos, hablaban de un fatídico atardecer del año 1944. En los registros oficiales, sin embargo, no queda ni rastro de aquella tarde de barbarie. Decenas de niños entre tres y cinco años fueron arrancados a golpes de los brazos de sus madres, presas en la cárcel de mujeres de Saturraran (Euskadi), para ser enviados a un destino incierto a bordo de un tren.

El historiador RicardVinyes recoge los hechos en su obra Presas políticas. “Funcionarias y religiosas ordenaron a las presas sin previo aviso que entregasen a sus hijos. Al parecer hubo un alboroto considerable, palizas y castigos. Teresa Martín tenía cuatro años y sólo recuerda estar siempre con su madre: ‘Siempre o en brazos de mi madre o de la mano de mi madre. Sólo nos separaron una vez, pero fue para siempre’”.

«Había presas que se negaban a dejar solos a sus hijos con las monjas -contaba Carmina Merodio-; tenían miedo de que se los robaran porque se dieron casos que, con el pretexto de llevar a los niños al médico, sus madres no los recuperaron nunca. Lo que pasaron aquellas pobres mujeres con sus hijos fue espantoso. Vi morir a muchas compañeras y hasta a una prima mía que se murió de tisis, pero lo que más me marcó de Saturraran fueron las muertes continuas de niños, porque las monjas hasta les negaban la leche. Quien es capaz de quitar la comida a un niño es capaz de todo».

LOS CASTIGOS
El estudio ‘Situación penitenciaria de las mujeres presas en la cárcel de Saturraran’ elaborado por Emakunde señala asimismo que “si algo ha quedado en la memoria colectiva de las prisioneras es el frío y la humedad que se respiraban en las celdas de castigo. Esta celda se encontraba a la altura del río que pasaba por detrás del edificio anteriormente denominado Barrenengua. En consecuencia, siempre tenía un palmo de agua en el suelo que alcanzaba casi el metro cuando subía la mareaEn los casos de marea alta, el agua del mar llegaba a penetrar en la celda, lo que obligaba a las reclusas a subirse a ciertos altillos para no mojarse. Así y todo, a veces el agua les llegaba hasta la cintura“...