
María F. Sánchez *
Los refugiados hacen una larga cola para recoger mantas en el campamento improvisado de la ‘Bus Station’. / Holes in the Borders
“Parecía Auschwitz, pero aquellas personas eran refugiados y la ciudad era Belgrado”, relata una voluntaria de la asociación Holes in the Borders (Agujeros en las fronteras) que visitó la capital la semana pasada. Más de 7.500 personas, según Médicos Sin Fronteras, se encuentran atrapadas en Serbia y viven en campamentos superpoblados o en instalaciones de acogida informales. Además, el país lleva bloqueando durante meses la ayuda humanitaria para forzar a los inmigrantes a ingresar en los campos que ahora están colapsados: unas 2.000 personas de países como Afganistán, Pakistán, Irak y Siria malviven en la calle y en edificios abandonados.
Las voluntarias de Holes in the Borders, una asociación de activistas independientes con su base principal en Atenas, han visitado Belgrado para hacer un reparto de ropa de abrigo a escondidas de las autoridades serbias, ante los límites que impone el Gobierno a la ayuda humanitaria en el país. “Llevábamos abrigos en macutos y nos escondíamos de la policía y los militares. Íbamos haciendo viajes al coche para coger calcetines, bufandas, guantes, etcétera y los repartíamos entre los refugiados que veíamos. Muchos iban con una camiseta, sin sudadera; algunos de ellos iban en chanclas, sin calcetines o con los zapatos rotos. Yo me estaba muriendo de frío con un abrigo y tres jerséis debajo…”, relata en declaraciones a cuartopoder.es una de las voluntarias que visitó la capital serbia.
Un refugiado bajo una de las mantas que tendrá que soportar 20 grados bajo cero posa frente a la cámara. / Holes in the Borders
‘Bus Station’, ni las ratas lo quieren
Alrededor de 1.000 personas malviven en la Bus Station, un lugar detrás de la estación de autobuses conformado por naves sin paredes y lleno de basura que las voluntarias califican de “ruina absoluta”, donde “ni las ratas quieren vivir”. Los refugiados acuden allí para intentar protegerse del frío con enormes fogatas en las que queman todo lo que se encuentran. “Había un montón de personas respirando un humo que es absolutamente tóxico. A nosotras nos resultaba irrespirable. Es muy insalubre, son unas condiciones absolutamente miserables”, relatan.
La situación es tan penosa que algunos incluso piensan en abandonar el sueño de llegar a otros países europeos y regresar a sus lugares de origen. “Un chico que nos encontramos nos preguntó cómo podía volver a Afganistán. Quería regresar a su país porque llevaba seis meses intentando cruzar la frontera y decía que en ese lugar se sentía como un animal, no como una persona”, explica una de las voluntarias.
Voluntarias de Holes in the borders, compuesta sólo por mujeres, muestran algunas prendas de abrigo para los refugiados. / Holes in the borders.
Ante la situación límite y la pasividad de las autoridades, Holes in the Borders está organizando una cuadrilla para viajar a Belgrado la semana que viene y, además de repartir más abrigos, realizar labores de limpieza en la Bus Station. “Vamos a intentar sacar toda esa mierda de ahí, con lejía y palas. También queremos hacer chimeneas de PVC. Queremos limpiar el lugar y sacar el humo de alguna manera para que, aunque se vean obligados a vivir ahí, sus condiciones sean lo más salubres posibles. De momento, somos 10 o 12 personas y estamos haciendo un llamamiento en las redes sociales para que la gente se anime a venir”, indican desde la asociación.
Holes in the Borders es una asociación conformada por mujeres voluntarias, activistas, traductoras, médicas, enfermeras, abogadas, etcétera que fue fundada en septiembre de 2016, aunque había comenzado su actividad en marzo. Tiene su sede principal en Atenas, donde realizan varios proyectos para paliar los problemas que enfrentan los inmigrantes. Hacen tareas tan variadas como establecer puntos de información para explicar a los refugiados cómo pedir el asilo o adónde dirigirse; ofrecer ayuda para aquellos que sufren problemas de salud; repartir libros u organizar cada noche un té colectivo para escuchar a quienes han tenido que abandonar sus hogares y han dejado todo atrás.
(*) María F. Sánchez es periodista.
Fuente: cuartopoder.es
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