Orwell, las letras contra el totalitarismo
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“La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”. La cita es del escritor y periodista británico Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo literario de George Orwell, de cuya muerte se cumplirán mañana 67 años.

Intelectual comprometido y paradigmático, cuyas creaciones literarias anticiparon varios de los conflictos globales que hoy vive la humanidad, se definió a sí mismo como un “socialista demócrata”.

De personalidad reservada y enigmática, le tocó vivir una época marcada por la expansión imperialista, el avance de los totalitarismos, de izquierda y de derecha, y sangrientas guerras.

Richard Rorty, uno de los filósofos norteamericanos más polémicos y provocadores, señaló: “Orwell alcanzó el éxito porque escribió los libros debidos exactamente en el momento debido”.

Eric Arthur Blair nació en Motihari, estado de Bengala, colonia británica de la India, el jueves 25 de junio de 1903. Fue el segundo hijo de Ida Mabel Limouzin Blair, de ascendencia birmana, y Richard Walmsley, un funcionario en la India del Departamento inglés del Opio para las Colonias.

Al año siguiente, su madre se radicó con él y su hermana mayor, Marjorie, en Inglaterra. En 1907 nació Avril, la última hija del matrimonio. Sus padres eran poco dados a las expresiones emotivas, y Eric conservó la marca de familia en su aparente frialdad.

Orwell creció entre mujeres, sin demostrar mucho interés por la vestimenta ni el cuidado personal, aspectos que consideraba secundarios, y ofreció siempre una imagen desaliñada y de indefensión. Pero desarrolló una especial receptividad sensorial e intelectual.

Su madre despertó en él el amor a la literatura desde pequeño; le leía poemas y tuvo la paciencia de tomar al dictado los versos que comenzó a improvisar el precoz escritor a los cuatro años.

En 1922, Eric ingresó como oficial en la Policía Imperial India y fue destinado en Rangún, Birmania. Pero presentó la renuncia tras cinco años de servicio. Ese tiempo fue más que suficiente para que naciera en él un fuerte rechazo al imperialismo. Al dimitir de su puesto en Birmania –cuyo clima, según dijo, estropeó para siempre su salud– Eric decidió dedicarse de lleno a la literatura y vivir de ella. Pero, enfermo y luchando por abrirse camino como escritor, vivió durante varios años en la pobreza, primero en París y luego en Londres.

Durante su estancia de año y medio en París, la humildad en que vivió al principio se volvió pobreza y luego miseria. Sobrevivió a duras penas trabajando como lavaplatos: durante más de 12 horas diarias se debatía en calurosas y húmedas madrigueras subterráneas, entre insultos, basura y ratones. Sus pulmones dijeron basta y lo internaron en un hospital, donde escribió “Cómo mueren los pobres”.

Volvió a Inglaterra a finales de 1929 y en los meses siguientes fue un vagabundo; durmió el aire libre o en albergues casi carcelarios, y se alimentó de la beneficencia –menú único: té o chocolate y pan con margarina–; también trabajó de jornalero en el campo.

En esos tiempos de pobreza extrema se acentuó su interés por los más desposeídos. Los sucesivos trabajos de tutor, maestro y empleado de una librería de usados le devolvieron lo indispensable: un techo, comida caliente y el tabaco “que lo hacía todo más soportable”.

Eric Arthur Blair se convirtió definitivamente en George Orwell en 1933, mientras escribía para el New Adelphi, vivía en Hayes, Middlesex, y trabajaba como profesor. Adoptó ese seudónimo para no incomodar a sus padres con su primer libro, Sin blanca en París y Londres, una guía de sus desventuras descriptas con sarcasmo.

Blair llegó a considerar otros nombres literarios, antes de decidirse por uno que deja traslucir el afecto que siempre sintió por la tradición y la campiña inglesa: Jorge es el santo patrono de Inglaterra –y Jorge V era el rey de entonces–, mientras que el río Orwell, en Suffolk, que Eric conocía por ir a pescar, es uno de los lugares más emblemáticos del país.

Al año siguiente de su primer libro escribió Días en Birmania (1934), un feroz ataque contra el imperialismo. Le siguieron La hija del reverendo (1935) y Que vuele la aspidistra (1936).

En 1936 Orwell se casó con Eileen O’Shaughnessy, quien le aportó optimismo y seguridad. Ese mismo año, estalló la Guerra Civil Española (1936-1939) y él, miembro del Partido Laborista Independiente, se alistó, al igual que miles de extranjeros, para luchar por la República española.

Llegó a Barcelona en diciembre de 1936 y fue asignado al antiestalinista Partido Obrero de Unificación Marxista (Poum). Dos años después describió su experiencia bélica en Homenaje a Cataluña, uno de los relatos más conmovedores escritos sobre esa guerra fratricida y en el que responsabilizó al Partido Comunista Español y a la Unión Soviética de la destrucción del anarquismo español que supuso el triunfo de la Falange.

Se trata también del relato más autobiográfico de su producción por el que desfilan la muerte esquivada en un trance doloroso, la huida de la persecución policial, la denuncia de la cobardía europea, el vaticinio temprano y cierto de la suerte de la República española y la definición de su idea política medular: el rechazo visceral al totalitarismo ya sea como fascismo o como estalinismo.

Pero con el estallido de la Segunda Guerra Mundial las adversidades arreciaron, hasta que entró en la BBC de Londres como productor periodístico del servicio oriental, a cargo de las emisiones para Singapur y la India. Era consciente de que su trabajo en la radio era simple y llanamente propaganda y escribió sentirse como “una naranja que ha sido pisoteada por una bota muy sucia”.

Pero esa experiencia le sirvió para configurar en su novela 1984 el “Ministerio de la Verdad”. A pesar de la buena paga, renunció a la BBC en 1943 para convertirse en columnista y editor literario del Tribune, revista semanal izquierdista.

Por entonces, la actividad periodística comenzó a ser cada vez más amplia y, aunque abrumadora, estimuló su pensamiento político y literario, y le facilitó la redacción de las dos obras donde plasmó brillantemente su condena a la sociedad totalitaria: Rebelión en la granja, ingeniosa fábula de carácter alegórico, basada en la traición de Stalin a la Revolución rusa, y 1984, la novela satírica donde ofrece una descripción aterradora de la vida bajo la vigilancia constante del “Gran Hermano” (Big Brother).

En junio de 1944, Eileen y Orwell adoptaron un bebé al que llamaron Richard Horatio Blair. Días después el departamento en el que vivían fue bombardeado y debieron irse. Sobre el final de la guerra, Orwell trabajó como corresponsal en París, y el 29 de marzo de 1945, durante una operación, murió Eileen. El verano siguiente le trajo la victoria de la publicación de Rebelión en la granja.

En octubre de 1949, poco antes de su muerte, el autor se casó con Sonia Brownell, una hermosa rubia que trabajó en la revista Horizon. George Orwell murió en Londres el domingo 22 de enero de 1950, a los 46 años, víctima de una tuberculosis crónica.


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