La calle (franquista) es mía


La calle (franquista) es mía: "Me dijeron que el Ayuntamiento iba a aprobar la concesión de la calle y por eso coloqué la placa. Cuando surgió la polémica, yo, por iniciativa propia, la quité. Si ahora los concejales vuelven a votar, aunque mantengan la calle… yo no la vuelvo a poner". Las palabras de Juan José Navarro, el hijo del fallecido creador de ese museo de exaltación de la dictadura que es Casa Pepe, resumen perfectamente cuál es su concepto del Estado de derecho: la calle es mía y hago con ella lo que quiero y cuando quiero. El problema no es tanto que un hostelero de Despeñaperros, que se define orgullosamente como franquista, piense así, lo grave es que son muchas las instituciones que se deslizan desde hace tiempo por esta deriva totalitaria.

Desde la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa, en 2011, se han ido acumulando las pruebas que demuestran cómo el Estado dejaba de servir al interés común y se dedicaba a obedecer las órdenes del sector más rancio de la derecha española. La creación de una verdadera policía política por parte del exministro del Interior, la utilización torticera de la Fiscalía para perseguir a cargos de la Generalitat de Cataluña y a dirigentes de Podemos, la filtración de declaraciones de Hacienda y otros datos confidenciales de oponentes políticos, el rigor inquisitorial contra unos titiriteros ejercido por los mismos mandos policiales y por los mismos jueces que rezuman tolerancia con la violencia ultraderechista, la presión constante y eficaz sobre el Tribunal Supremo y el Constitucional para teledirigir sus sentencias, la manipulación brutal de la información que difunde Televisión Española…

Se equivocaban quienes pensaban que todos esos, y muchos más, excesos acabarían con la pérdida de la mayoría absoluta. El apoyo en forma de abstención del PSOE no solo está permitiendo a Rajoy blanquear la antidemocrática gestión ejercida durante la anterior legislatura, sino que le ha animado a continuar transitando por el mismo sendero repleto de fango. El mejor ejemplo lo tenemos en la actitud de una Fiscalía cuyos hilos, si creyéramos en el más allá, parecen manejados desde el infierno por aquel señor bajito que nos oprimió y asesinó durante 40 años.

¿Cómo explicar sin recurrir al esoterismo que los fiscales se pongan el manto inquisidor para quemar en la hoguera a unos y la capa de piel de borrego para defender a los de siempre? Hacer chistes sobre la muerte de un criminal y violador de los derechos humanos como fue el general Carrero Blanco han supuesto para una joven la petición de dos años y medio de prisión. Entre ocho meses y tres años y medio de cárcel exige el fiscal para los tres hombres que se manifestaron durante la proclamación real de Felipe VI. Veinte meses de prisión solicitó la fiscalía para César Strawberry, que fue finalmente condenado a un año de cárcel.

Los tuits del cantante de Def Con Dos eran, sin duda, repugnantes, pero resultaban insignificantes si los comparamos con las barbaridades que cada día escuchamos en algunos medios de comunicación. Si el criterio de la Fiscalía fuera el mismo en todos los casos, personajes como Federico Jiménez Losantos deberían ser condenados a prisión permanente revisable. Echen ustedes mismos la cuenta. La sentencia contra Strawberry señalaba como agravante el hecho de que el artista tuviera "más de 8.000 seguidores" en Twitter; en el otro caso, eran cerca de 350.000 las personas que escuchaban al radiopredicador ultraderechista en el momento en el que afirmó que, si tuviera un arma en la mano, dispararía contra Bescansa y otros dirigentes de Podemos.

¿Dónde estaba la Fiscalía entonces y dónde está cada una de las mañanas en las que Losantos y compañía incitan a sus oyentes a odiar a catalanes, "podemitas", socialistas o feministas? ¿Por qué la Fiscalía es inmisericorde con quien menta a las víctimas del terrorismo y, sin embargo, tolera que se insulte y humille salvajemente a las víctimas del franquismo?

Rajoy va camino de convertir España en "su España": un país en el que no cabemos todos. La nación que anhela el presidente del Gobierno no es la del discrepante ni la del diferente. La nación que anhela Rajoy no es la de Bimba Bosé y por eso la Fiscalía ha estado más de 48 horas fumándose un puro mientras anónimos y no tan anónimos insultaban a la artista en las redes sociales. Solo la indignación popular y mediática generada por su clamorosa inacción la han obligado, finalmente, a abrir una investigación que, mucho me temo, terminará en nada… Al fin y al cabo, Bimba no era de los suyos.

El líder del PP y sus compañeros de Gobierno son, más que nunca, fieles al lema que inmortalizó el fundador de su partido, Manuel Fraga, y que ¿casualmente? ha hecho suyo el actual dueño del bar fascista Casa Pepe: la calle es mía, España es mía.

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