Alemania 74: el Mundial que precipitó la agonía de Franco
Franco, en el palco del Bernabéu, el estadio del régimen por antonomasia.

La inolvidable Copa del Mundo de 1974 se jugó en Alemania (mejor dicho, en la República Federal Alemana) en junio y julio de 1974, y supuso la consagración de Johan Cruyff, líder de la llamada “Naranja Mecánica”, la selección de Holanda que cayó derrotada con la anfitriona en la final por 2-1.

El Generalísimo Francisco Franco, gran aficionado al fútbol y teleadicto en sus últimos años de vida, se tragó todos los partidos que retransmitió TVE de aquel Mundial, en torno a una veintena. “Y eso que España no se había clasificado”, según apostilla Álvaro Corazón Rural en un reciente artículo en JotDown (‘Un culé al que le gustaba el Madrid’).

Según recordaba Paul Preston en su monumental y controvertida biografía de Franco: «El 9 de julio el caudillo ingresó en el Hospital Francisco Franco por consejo de Vicente Gil, para tratar una flebitis en la pierna derecha. Gil atribuyó el problema a la repetida presión ejercida por la caña de pescar que apoyaba en su pierna y a que durante la Copa Mundial de Fútbol de 1974 hubiera permanecido sentado ante el televisor mirando todos y cada uno de los partidos que se habían transmitido».

«Todos y cada uno, como nosotros si pudiéramos -apostilla Corazón Rural-. Hasta los partidos de Haití se tragó el caudillo. Y eso que España no se había clasificado. Se dice que los dictadores utilizaron el fútbol para prolongar sus regímenes y el nuestro, de algún modo, se acortó gracias a él».


Arias Navarro lleva al Caudillo el tomo de sentencias de muerte para firmar esa mañana, antes del café.

Se trata, no obstante, de una licencia periodística, porque el Caudillo no hubiera podido ver las tres derrotas de Haití (frente a Polonia, Argentina e Italia) ni aunque hubiese querido, a no ser que se hubiera arriesgado a darse un garbeo por RFA, su antigua aliada durante la guerra y ahora regida por los EE.UU. tras la derrota del III Reich en la Segunda Guerra Mundial. El motivo es que Televisión Española sólo retransmitió veinte partidos de los 41 disputados durante el Mundial 74.

Según confirma el profesor universitario Manuel Palacio en su ensayo ‘Franco y la TV’ [.pdf], “la tromboflebitis que sufrió Franco en el verano de 1974 tuvo que ver con la inactividad que sufrió entre el 17 de junio y el 7 de julio, fechas en las que visionó la totalidad de los veinte partidos de fútbol que se emitieron con motivo del Mundial de Fútbol de 1974”. De ser así, efectivamente aquel bien hallado Mundial acortó la vida de Franco y, por ende de su régimen fascista.


Johan Cruyff, haciendo diabluras en el Holanda, 4 – Argentina, 0.

Aunque durante los primeros años de la televisión que él mismo fundó, Franco fue pragmático y no hacía demasiado caso de la “caja tonta”, a medida que fue haciéndose mayor le cogió el gusto al electrodoméstico y durante la década de los setenta, cuando ya chocheaba, se hizo adicto a la TV. Cuenta Palacio:

«(…) En la familia Franco debían de conceder un gran valor simbólico a la televisión si recordamos que cuando en 1974 despiden a Vicente Gil, médico personal del Jefe del Estado durante la friolera de treinta y siete años, le regalan como agradecimiento por los servicios prestados un televisor en color: “No sabía qué enviarte y entonces, como tú eres muy casero y muy familiar, te hemos mandado un televisor”, le explica Carmen Polo al galeno. En El Pardo, Franco poseía en los años setenta al menos dos televisores (algo obviamente muy inhabitual en la España de ese tiempo). Uno el Autovox del que ya hemos hablado, en blanco y negro de unas treinta y dos pulgadas, colocado en la habitación que hacía las funciones de salón privado, y que llegó a contar con un sistema de mando a distancia por cable. Y un segundo en color dispuesto en el comedor para amenizar almuerzos y cenas (en ese tiempo TVE emitía tan solo unas diez horas de televisión en color para el disfrute de unos 40.000 propietarios de aparatos pancromáticos)».

Tal vez en un universo paralelo, Franco hubiese seguido los consejos de su fiel Vicente Gil, moderando su desaforado consumo televisivo y, quién sabe, prolongando su vida hasta Argentina 78, el Mundial con el que otros espadones, Videla y compañía, hipnotizaron al pueblo argentino.


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